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José Luis López Bulla PAISAJES DESDE LA CRISIS
José Luis López Bulla



Notaeditorial. Se recuerda que los artículos de don Lluis Casas, Alcalde deParapanda, tras unos días de estancia en este blog, pasan a residir a la bitácorade su autor en http://lluiscasas.blogspot.com.



Miamigo Sebastià me llama en respuesta a un telefonazo previo por mi parte. Comoocurre a menudo, Sebastià tiene muchas cosas que explicar y casi todasreferidas al mundo social, por eso ha sido toda su vida buen sindicalista o, tambiénen otras ocasiones, del mundo cultural de acento italiano, como corresponde asus orígenes familiares.

Ensu barrio, me dice, ya es frecuente que algunas personas hurguen en loscontenedores de basura. No son solo buscadores de papel, ciertamentemarginales, pero con un nivel de organización y medios que les da un ciertoaspecto de empresa colectiva (una furgoneta con un millón de kilómetros para eltransporte, un humano de reducidas dimensiones para alcanzar el fondo delcontenedor y alternativamente alguna herramienta simple para facilitar latarea), ni siquiera se refiere Sebastià al africano que con un carro desupermercado rebusca a la caza de metales con destino al reciclaje. Quim serefiere a ciudadanos del barrio que rebuscan para comer, para recuperar algúnobjeto que disponga todavía de utilidad directa y que lo hacen discretamente simantienen un cierto orgullo por su pasado reciente o, ya abandonados de simismos, a pecho descubierto. Y eso ocurre en un barrio menestral, en donde estáya muy lejano el tiempo de la barraca, de la carencia de abastecimiento de aguay del trabajo a destajo en una colla improvisada en la plaza Urquinaona.

Quimapunta a una vuelta a los años cuarenta o cincuenta, tal vez hasta muy entradoslos sesenta, en donde la inmigración patria protagonizó aventuras humanas sincuento, fáciles de rememorar sin reencontramos a Paco Candel en la estantería oesas fotografías de Montjuïc en donde convivían, es una forma de decir, lacentral de basuras de Barcelona y una población abundante de buscadores depresente.

Ledigo a Sebastià que no es lo mismo. Si lo de antaño, no muy antaño, era duro,estaba enmarcado en una expectativa de mejora, de cambio. La anécdota delinmigrante procedente de Murcia o de Extremadura enviando a sus familiares deallá una foto con la gabardina nueva y el reloj de pulsera, que antes nuncatuvo, no es posible hoy en día. La foto era un reflejo de las aspiraciones y dela posibilidad de alcanzarlas, aunque de manera modesta y costa de un durísimotrabajo y unas penosas condiciones de vida. Nada más lejos del bienestar socialal que ahora nos aferramos, los que podemos.

Lode hoy es distinto, corresponde a una caída libre desde una posición sinopróspera, al menos estable y sin preocupaciones por el comer, la habitación yla convivencia social básica. Las personas que entran en el picado socialpueden ser, mayoritariamente, latino americanos sin papeles o con papeles a losque la construcción y su entorno ha expulsado fuera de los límites de la vidaaceptable. También forman parte residentes con DNI hispánico e inclusopasaporte plagado de visados turísticos de los buenos tiempos, así comoveteranos de más allá de los cincuenta que están ya amortizados por el sistemay ancianos (probablemente mayormente ancianas) a las que los recursos propiosse les han agotado y las pensiones no alcanzan para pagar la luz y, tal vez, lamínima dignidad. La lista de afectados es ya larguísima, sociológicamentevariada, políticamente incomprensible y rellena de frustración e impotencia.

Yole refiero a Sebastià que Rosana, la que fue la última cuidadora de mi madre,en trance de regularización de papeles, fue detenida en el metro de Madrid, endonde ahora está trabajando y puesta en la larga lista de futuros expulsados.Tiene 24 años, es del Paraguay y nunca le ha faltado ni trabajo, ni afecto porparte de sus empleadores. Ahora el PP tiene la palabra.

ConSebastià no llegamos a conclusión alguna. Se nos escapa algún apóstrofeinconveniente, nos viene en mente el activismo radical de los años jóvenes, lacrítica ácida y tabernaria a unos y a otros, pero sin resultado útil. Laconversación no nos lleva a nada. Cortamos y les explico otro capítulo delmismo libro.

Hoy,aquí, a mi lado, ha sido llamado un joven de 35 años para comunicarle que su horarioqueda reducido a dos tercios y su salario también. Aparejador, buen tipo, confamilia completa, muchos años en la entidad. Hoy pasa a ser mileurista, desde unacifra no mucho mayor. La razón, ya la sabemos, trabaja (y mucho) en laadministración, es un interino (un eufemismo de la incapacidad política paracomponer plantillas adecuadas y acorde con las normas que la misma política haaprobado). Ciertamente y en el léxico actual, un funcionario con contratobasura. Algunos dirán desde la profunda ignorancia y el espíritu hispánico dela envidia y del si yo estoy mal los otros han de estar peor, que allá el, elparado estándar está peor y que no se queje, total sigue cobrando y como esfuncionario no pega ni golpe. Grandes errores de apreciación, símbolos de lagrave insolidaridad en la que muchos viven. O malviven.

Elfuturo será como sigue, el interino trabajará cinco horas y se buscará el restode la vida en otra parte, por las tardes, etc. Como es emprendedor y buentrabajador saldrá adelante con mayores o menores dificultades. Su relaciónlaboral con la administración quedará definitivamente marcada. Alguien haconseguido hundir un buen trabajador público. El resultado ha sido un granahorro para todos.

Mientras,yo mismo, permanezco en mi mesa sin encargo alguno. Motivos, servir durantesiete años a un gobierno de izquierdas. La diferencia entre el aparejador y yo,a parte de la edad, es que yo soy funcionario con todas las de la ley y puedenmarginarme, pero no echarme. Gran consuelo, mientras mi tiempo se malgasta y elcontribuyente paga.

Sebastiàse cabrea, su espíritu sindical lo atolondra, su formación jurídica setambalea. Total que quedamos para mañana en un café. A ver si en un vis a visnos aclaramos. Me temo que no.


LluisCasas, pensando en esa epidemia de peste negra del medievo.

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