
Algunos redactores de noticias son, por lo general, de letras. De ahí que debamosdisculparles el límite de sus conocimientos que se agotan en las decenas demiles, en este caso de personas. En todo caso, hay quien afirma que se trata delas obligaciones que impone el libro de estilo que, según parece, tambiénmuestra su desconocimiento de la serie natural de los números. Sea como fuereparece obligado reclamar que, sin ser un lince en las disciplinas de ciencias, los números enteros van unpoco más allá de las decenas de miles. Lo prueba, por ejemplo, el hecho de quedeterminadas fortunas (incluso españolas) ascienden a millones y millones deeuros. No parece tampoco queresponsables político-administrativos sean duchos en la cosa de la aritmética,porque también los centenares de miles (de personas) están al margen de sussaberes, aunque no de la cuantía de los centenares de miles (de euros) de su nómina.Otros, por lo demás, sufren tortícolis arítmética: saben almacenar unamillonada gracias a su reconocida cleptocracia compulsiva, pero en el caso decontar las personas de las Cincuenta y siete ciudades se quedan a la Luna de Valencia.
Todo ello pone en tela de juicio la calaña de lospoderes mediáticos. De ahí que me pregunte, ¿no ha llegado el momento deestablecer una serie de garantías concretas para que el lector (y lectora, porsupuesto) reciban una información ponderada y, al menos, aproximadamentefiable? Nuestro amigo Enzo Marzo plantea, en ese sentido, la aprobación de unEstatuto de los lectores en su doble vertiente de ciudadanos y consumidores (1). Hablando en plata: la información comocomponente necesaria y constitutiva de la democracia.
En fin, si ayer sólo hubo decenas de miles depersonas en las calles de las Cincuenta y siete ciudades rechazando la contrareforma laboral, ¡que vengan Dios padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y lovean!
(1) Enzo Marzo es también autor de un libro, Le voci dei padroni .
