Joaquim González Muntadas
Secretario General de FITEQA CCOO
Decía Giuseppe Federico Manzini (1) queel principio ordenador de las sociedades libres y la condición de sudesarrollo, es el conflicto. En las relaciones de trabajo el conflicto seproduce entre quien tiene información ydecide, y quien no la tiene y no decide, entre el propietario de los medios deproducción y quien vende su fuerza de trabajo y sus conocimientos. Mancini añadía y <<Sin embargo, hay que estar atentos, porque el conflicto carente de reglas y deprocedimientos es barbarie, provoca en el mundo escasez y angustia >>. En las sociedades modernas y democráticasquien ha de evitar el abuso de poder, la escasez y la angustia que provoca elinevitable desequilibrio de fuerzas entre el empresario y el trabajadorindividual, es el Derecho del Trabajo.
Como ha escritoSoledad Gallego en su excelente artículo enEl País del pasado 19 de febrero con referencia a la Reforma Laboralaprobada por el Gobierno del PP y CiU, titulado ¿Nada que hacer ? dice: "lo que llama la atención del Decreto Ley es que entregue la única llave alempresario y que haga casi desaparecer las reglas que, con grandes luchas ysufrimientos, han ido ordenando las relaciones laborales, como si los empleadosy trabajadores fueran un elemento extraño al mundo de la empresa, algoirracional, que hay que disciplinar, y no un elemento fundamental dotadoigualmente de intereses dignos de defender y, sobre todo, de raciocinio.".
Precisamente ahí se encuentra elelemento más agresivo hacia los derechos básicos de la Reforma Laboral:su nada disimulada intención de romper el equilibrio de la acción sindical y lacapacidad de la negociación colectiva para regular las condiciones de trabajo mínimasy necesarias.
Más allá de los cambios que provoca la Reforma en el mercado detrabajo para abaratar y dar mayor facilidad al despido individual y colectivo, la novedad mássignificativa, la esencia misma de esta reforma, reside en que modifica el-comparado con los países de nuestro entorno- débil equilibrio entre las partesque conviven en la empresa. Equilibrio que distingue a las sociedades avanzadasy ricas de las atrasadas y pobres; que hace de la empresa y del mundo deltrabajo un espacio para convivir y no para sobrevivir; equilibrio que aunque no siempre hadeterminado la línea de derecha e izquierda política, ha generado leyes ynormas que conjugan derechos y competitividad, participación y cogestión conmejora de la productividad de las empresas y de la economía.
La música que inspira y acompaña laletra de la reforma es la que considera que el empresario es el amo y dueño y,de la misma forma que lo es de la maquinaria y del mobiliario, es propietariode la fuerza de trabajo. Y así, toda regulación que pretenda reducir eldesequilibrio entre las partes, se entiende como un estorbo para la buena gestiónde la empresa, y por ende, y ahí empieza el silogismo cargado de ideología, unsupuesto estorbo para la competitividad, la generación de riqueza y el empleo.
Al margen de la opinión que le merezca acada cual, la idea del Derecho del Trabajo y las organizaciones sindicales comoestorbos para el progreso, no es nueva en la historia de España ni, porsupuesto, en el mundo. En algunos casos, se añade incluso a lasorganizaciones patronales como elementosdistorsionadores de las relaciones del empresario con sus trabajadores en laempresa. Desde esa lógica, y al margen de su contenido e historia, se valoranlos convenios colectivos sectoriales como corsés despegados de la realidad delas empresas, y a sus negociadores como cúpulas burocráticas ajenas a losintereses de los empresarios y de los trabajadores. Y por tanto, prescindibles.Porque ahí está el Partido Popular, el partido de los trabajadores, como hanafirmado algunos de sus dirigentes, y por supuesto también el de losempresarios, como demuestra esta reforma.
Los demócratas deberíamos sentir decepciónante el sectarismo de algunos argumentos. Tristeza al leer indocumentadascomparaciones con la realidad del conjunto del sistema de relaciones laboralesy protección social de países como Alemania, Francia, Holanda o Dinamarca. Ypreocupación, mucha preocupación, porque algunos argumentos que acompañan ladefensa de la reforma hacen que la música sea peor que su letra.
Identificar el paro con el Derecho delTrabajo y responsabilizar cínicamente a los sindicatos de la crisis y de loscinco millones y medio de parados, significa indultar de un plumazo a nuestro débilsistema productivo y al muy débil tejido empresarial español, con mucha pequeñaempresa poco internacionalizada y con escasa reinversión de beneficios, anuestros bajísimos niveles de I+D+i, al deteriorado sistema financiero, yeliminar las responsabilidades políticas que lleva aparejado. Ahí están lasexplicaciones de nuestra particular crisis, no en el mercado de trabajo y lasrelaciones laborales que son reflejo y consecuencia de esta realidad y no sucausa.
Estos poco edificantes argumentosdificultan un debate constructivo, especialmente cuando se descalifica eldesacuerdo de los sindicatos argumentando que defienden intereses particularesy espúreos, intereses que contrastan con las nobles razones de quienesdefienden que estas medidas son buenas para todo y para todos, porque las handecidido ellos, los buenos.
Esta posición sectaria y dogmática (elmercado siempre cumple con sus funciones) explica que el argumento de mayorfuerza tenga que sustentarse en un acto de fe. El que afirma que, como la reforma laboral aprobada hacemenos de un año por el anterior Gobierno no ha creado empleo -y ahí están lascifras que evidencian su fracaso- este Gobierno hace otra. Una reforma que, deantemano advierten, tampoco creará empleo en un año, pero que, realizando untriple salto mortal, aseguran que ésta sí es necesaria para crear empleo en elfuturo. Sólo desde ese sectarismo ideológico, tan perjudicial en nuestrahistoria, se pueden resolver las dudas de un plumazo, como las resuelve esehombre de la metáfora que les cuenta a sus amigos que su rabino es un santoporque habla todos los días con Dios. Los amigos, escépticos, le preguntan: ¿y tú como lo sabes? porque melo ha dicho él mismo, responde. ¿Y cómosabes que no te engaña? ¿Como me iba a engañar un hombre que habla todos los díascon Dios?.
Desde los actos de fe no afrontaremoslos grandes retos a los que debe responder nuestra economía, ni tampoco, comohace la Reforma,dinamitando, los débiles puentes del diálogo social, tan costosamenteconstruidos en torno a objetivos comunes reflejados en el último AENC. UnAcuerdo que, si le dejaran, podría demostrar su capacidad y utilidad paramoderar las rentas y bajar la inflación, mejorar la productividad y laestabilidad del empleo. Un pacto que aspira a cumplir sus objetivos reforzandola negociación colectiva pero al que, incomprensiblemente, la Reforma aprobada impidedesarrollar los capítulos relacionados con la eficacia del convenio sectorial ysu articulación en la empresa, una eficacia compatible con la posibilidad previstade la inaplicación de su contenido en la empresa cuando se dan concretascircunstancias que lo justifican. Si no se corrige el contenido de la reformaen estas materias se está cuestionando de plano el valor y sentido mismo delAcuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva, convirtiéndolo en una oportunidad perdidapara configurar unas relaciones laborales modernas que permitan trabajar poruna mayor cohesión social tan necesaria en momentos de crisis, y evitar queperdamos el gran activo y ventaja competitiva que hasta hoy ha sido, la paz social que sorprendentemente reprochan alos sindicatos los dirigentes del Partido Popular.
Pero volvamos a la acusación que haderivado en el argumento central de defensa de la Reforma por parte de las másaltas instancias del gobierno: el supuesto miedo de los sindicatos a perderprivilegios. Más exacto sería afirmar que no se trata tanto de privilegios comode “cuotas de poder”, como acertadamente señala el amigo José Luis López Bullacuando escribe en un reciente artículo: “Novayamos con zarandajas nosotros: pues claro que el problema central es unalucha de poderes. Como ha sido siempre, faltaría más. De poderes: derechos einstrumentos”.. Porque efectivamente de esto se trata. Y hemos deplantearlo abiertamente, sin miedo a las palabras, explicándolo a la opinión pública,a las trabajadoras y trabajadores en primer lugar.
Por ello, el movimiento sindical españolno debería tener ningún complejo en asumir el reto de esta supuesta denunciadel miedo a la pérdidas de derechos sindicales, y afirmar con claridad, enprimer lugar ante los trabajadores y trabajadoras, que sí, que quieren cercenarnuestros “privilegios”, es decir el privilegio de defender los derechos eintereses de cada uno y cada una de las personas que realizan un trabajo acambio de un salario, de los “privilegios” necesarios para la defensa de ladignidad de su condición de trabajador porque en la empresa no deben estarausentes los derechos fundamentales, ni se puede amparar la arbitrariedad queresulte del autoritarismo y de laimposición sobre las personas que trabajan.
Quizás, y como efecto ciertamente noquerido por sus autores, la reforma laboral se convierta en un estímulo paraasumir que, ante las nuevas y mayores posibilidades objetivas del empresario,la mejor y casi única defensa que tenemos es organizarnos en el sindicato, comolo están la mayoría de nuestros compañeros y compañeras de los países quemiramos como referencia de derechos y cohesión.
Febrero 21 de febrero de 2012
(1) En la foto Federico Mancini, Giuseppe Federico Mancini (Perugia, 23 de diciembre 1927-Bolonia, 21 de julio 1999), profesor de derecho del trabajo (Urbino, Bolonia,Roma, miembro del Consejo Superior de la Judicatura, el juez de la Corte de Justicia de lasComunidades Europeas.