He visto varios reportajes sobre el problema delas participaciones preferentes en el programa televisivo de Josep Cuní en latelevisión barcelonesa Tv8. Hablando con amigos, conocidos y saludados –entre otros,el eminente pozo de conocimientos que es don Lluis Casas—me he podido hacer unacomposición de lugar de lo que podríamos denominar, con no poca aproximación,el particular corralito español. Los afectados, según el periodista catalán, superanel millón y medio de personas en toda España que no pueden acceder a susahorros. Vayamos por partes.
Desde 2009 las entidades bancarias españolasemitieron las llamadas participaciones preferentes: unos valores bursátiles muyinestables y sin garantía con el objetivo de ampliar el capital propio. Pues bien, para colocar el producto, cuyasventajas eran francamente escasas, recurrieron a las redes de confianza, a saber,las conocencias personales entre el personal de las entidades y la clienteladel barrio de cada ciudad. Se trataba deconvencer a la gente cándida (especialmente jubilados) de la ventaja que ofrecíael hecho de depositar sus modestos ahorros en una serie de inversionesarriesgadas ocultando su naturaleza.
Con la crisis económica, las preferentes –ligadas directao indirectamente a la economía delladrillo— perdieron hasta la mitad de su valor. Por cierto, los dictámenes de la Unión Europea obligaron a labanca a deshacerse de este producto, que fue cualificado como “activo tóxico”. Despuésde la prohibición de comercializarlo entre los pequeños ahorradores, lasentidades bancarias se han apresurado, rápidas como centellas, a desprendersede ellas. La Caixa,que ostenta el record en toda Española, con 4.898 millones de euros invertidosen preferentes, anunció el pasado diciembre su reconversión en otros productosfinancieros que apenas se diferenciaban de los originarios. Las otras entidadeshicieron tres cuartos de lo mismo. Cuando los afectados quisieron retirar susahorros vieron que sus dineros se han evaporado en esa nebulosa magmática de los mercados de valores. Lo que les fue vendido como depósito sehabía convertido --así, sin más— en un producto bursátil permanente, perpetuo:si hay beneficios, el banco te da los intereses, pero no te retorna la cantidadinicial.
Como es natural hubo una avalancha de quejas ydenuncias cuando se destapó el melón, digo, el fraude: cincuenta y dosentidades bancarias, especialmente las de alto copete, estaban implicadas, ypor ello fueron denunciadas, por comercialización indebida de esta inmundiciade las participaciones preferentes. Valela pena decir que la Comisión Nacionaldel Mercado de Valores, organismo encargado de regular el sector financiero, seha llamado Andana (es decir, ha mirado hacia otro sitio) hasta noviembre delaño pasado cuando todo el estropicio estaba consumado.
Mientras tanto, más de un millón de personas nopueden sacar los dineros que son suyos. ¿Alguien se preocupa de esto?