Lluis Casas
No hace muchas semanas les explicaba que en mi opinión la estructura del estado democrático español, en la que incluía aspectos de carácter social y cultural e, incluso, “l’esprit” que conforma sociedades, estaba en fase terminal. No voy a seguir con ello, todo y que, como es lógico, le doy una extrema importancia, sino que simplemente vengo a añadir cuatro casos que aunque sabidos están tomando el rumbo al que tienden casi todas las cosas: finalmente (a veces demasiado tarde) todo sale a la luz, inclusos los cadáveres mal enterrados regurgitan del suelo y esa “aparición” es destructiva en grado sumo y casi nunca se sabe para quien. Los cuatro casos hacen referencia a factores fundamentales de lo que significa la verdadera democracia y siguen a otros que en estos últimos tiempos están descomponiendo las raíces de un estado ya, de siempre, dado a la melancolía o a la pura violencia.
Los cuatro casos (hay muchos más y probablemente más importantes que ya irán apareciendo) son los que encabezan estas líneas. Si fuera el extraño caso que no supieran de que les escribo ahí va un más que brevísimo resumen:
MAFO, Miguel Ángel Fernández Ordóñez es el director del Banco de España, un hombre muy dado a pontificar de lo que no le toca (sobretodo si tiene relación con el mundo laboral, sindical y con los derechos de los trabajadores de a pié) y un habitual incumplidor de sus obligaciones respecto al sistema bancario español y respecto a sus selectos dirigentes.
Les recuerdo que ese señor es la garantía del funcionamiento correcto (incluye la honestidad, la honradez y la eficacia), en todos los sentidos, de la banca. Algo consustancial con la economía y, ya puestos, con el capitalismo en cualquiera de sus versiones. Con el asunto de Bankia, un conglomerado de intereses espurios, la banca (en sentido que se le da en los casinos) ha saltado y el hombre se ha convertido en un pim, pam, pum de tiro libre. No es que no se lo merezca, en absoluto. MAFO tiene unas responsabilidades altísimas respecto al sufrimiento de muchísimos españoles, pero ni en esta situación de ahora tan comprometida, el hombre es capaz de demostrar la hombría, que no es redundancia, necesaria y evita presentar una dimisión irrevocable por totalmente inútil para el trabajo contratado. Será o no será por los emolumentos y las pensiones que vienen a continuación de su pronto cese por tiempo agotado o no, pero estas actitudes dan cuerda para que la calle se llene de indignación contra un sistema político que todo lo permite…a ciertas personas o a determinadas colectividades de intereses.
Carlos Divar es el presidente del Consejo Superior del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, es un hombre que por lo visto reduce las semanas laborales a tres días y consigue que el contribuyente no solo le pague el sueldo completo, sino que además le resuelva las facturas privadas de los fines de semana de cuatro días, que en la jerga de su organización han sido bautizados con el adecuado nombre de fin de semana caribeño. Fin de semana al que todos desearíamos acceder. Como corolario, dicen que este hombre es asaz creyente y dado a la misa diaria. Es el líder de la judicatura y, si se demuestra fehacientemente, un simple tramposillo. Me temo que esa simple sospecha es suficiente para que los creyentes en la justicia se reduzcan a la nada más absoluta, por injusto que sea para un buen número de jueces, pero a la vista de lo que hemos contemplado en estos meses, esa calderilla (según el parecer del gastador) va a hacer más daño que el ajusticiamiento de Garzón.
Ambos, MAFO y Divar, son cargos de una enorme importancia institucional, de radical influencia en el funcionamiento del sistema económico y de la justicia y, ambos, son también técnicos, no políticos. De forma y manera que no deben pasar por las horcas caudinas de elecciones populares, ni por los filtros de los partidos políticos como tales. Se deben a su capacidad de trabajo, a su calidad profesional, a sus características humanas y a la presunta confianza que genera todo ello en el país.
El tercer caso es el del Tribunal de Cuentas (existen instituciones autonómicas, como la Sindicatura de Comptes catalana que se interrelacionan con este alto tribunal, pero ahora no vienen al caso). Por las buenas acciones del periodista Jordi Evole en su magnifico programa Salvados de la Sextanos hemos acercado a una institución multicentenaria que controla la legalidad y el buen hacer de los dineros públicos. Evole y el experto que le acompañó en la visita a tan rancia e imprescindible institución nos informaron que la cúpula del tribunal, 12 hombres sin piedad, está formada exclusivamente por nombrados por los dos partidos preeminentes en el Parlamento, que su edad superaba en muchísimos años a la de la jubilación y que su dedicación era no tan solo escasa, sino en muchos casos prácticamente inexistente. Sus capacidades técnicas para pertenecer a tan alto tribunal eran simplemente la propuesta de los dos partidos, puestos de acuerdo, independientemente de su labor profesional, capacidades técnicas, de trabajo y honestidad demostrada. Algunos acumulan más de treinta años de permanencia y a pesar de ello los informes del tribunal siguen llegando con excesivo retraso. Es, como si dijéramos, que la policía va a detener a un chorizo una vez esta ya ha fallecido, y además esta forma de actuar se convirtiera en la norma. El espanto es absoluto.
El cuarto caso es distinto, don Artur Mas, es un político y presidente de la Generalitat de Catalunya, amén de mandar en la coalición habitual que mantiene hoy por hoy un poder semi absoluto en el Principat. Su aparición en esta breve lista es a propósito de un asunto no menor, pero en absoluto preeminente en la política catalana. De ahí su verdadera importancia. Su posición respecto a la fiscalidad y a determinados impuestos.
El mal fario, cosa que soy capaz de reconocer, ha hecho que el padre del President desgraciadamente muriera no hace muchas semanas. Como a todos, el sentimiento frente a una pérdida de este calibre debe haber sido para el President de aúpa. La experiencia de los que ya hemos pasado por ello y además recientemente nos acerca a ese lado humano del asunto. Mis condolencias.
Les recuerdo a propósito de este caso que la prensa divulgó durante algunos segundos un hipotético caso de flujos financieros hacia paraísos fiscales en el que se presumía que figuraba el actualmente fallecido padre del President. Lo digo simplemente como complemento a la idea patriótica de Catalunya tan querida por los actuales dirigentes del gobierno de la Generalitat.
Como ustedes recordarán en la campaña electoral (e incluso mucho antes) de las elecciones del 2010, el impuesto sobre las herencias fue en exceso protagonista en Catalunya. Ya meses antes y en medio de una campaña política y mediática de no te menees (con publicidad en los autobuses y con los habituales delincuentes como comentaristas y tertulianos interesados en radio o TV en donde se incluían enormes mentiras), CIU y La Vanguardia exigían la desaparición del impuesto.
El gobierno de izquierdas, partido por este asunto, terminó reformando parcialmente el impuesto y dejando sin afectación los bienes, digamos familiares, hasta un cierto nivel a partir del cual todos entendíamos que entrábamos en un terreno de grandes poseedores de patrimonio. Y eso ya era otra cosa. Pero no fue suficiente con ello y con el eslogan a cuestas, entre otras cosas que después no vinieron al caso de la política aplicada, CIU se hizo con el poder y con la eliminación del impuesto fuera el que fuera el patrimonio afectado.
Eso redujo los ingresos de la Generalitat en varios centenares de millones de euros y obligó a unos recortes sociales mucho más brutales si cabe. Es decir, los ricos se ahorraron buenos dineritos en las herencias y mi suegra se quedó sin residencia asistida.
Pues bien, hoy nos llegan noticias de que CIU está pensando en recuperar ese impuesto, por puras necesidades de supervivencia financiera, que finalmente es lo que cuenta.
La pregunta es: los que en el lapso de tiempo entre una cosa, la eliminación, y otra, la nueva aplicación del impuesto, se han librado de pagar, entre los que cuento ciertamente al President, harán algún gesto de patriotismo respecto a las necesidades del país. O simplemente dirán, a mí, plim. Yo duermo en Pikolin.
No se que harán los demás afortunados (e infortunados por la pérdida humana que supone la recepción de una herencia cuantiosa), pero el President debería hacer donación de la parte personalmente contratante demostrando con ello que ningún interés personal tenía en la laminación de tan añejo impuesto.
Recuerdo ahora como una amiga me decía días antes de las elecciones a propósito de su hermano y con referencia a su madre: Madre, decía el hermano, supongo que votarás CIU, de forma que nos ahorraremos unos cuantos dólares en cuanto faltes. De momento y afortunadamente, la dama continua dando guerra y por muchos años.
Pues eso, el President debería evitar ser incluido en esta clase de contribuyentes de oscuros intereses materiales.
Creo firmemente que así lo hará.