Nada más dejar sus responsabilidades de dirección política en Iniciativa per Catalunya y de presidente de su grupo en el Parlament de Catalunya, Rafael Ribó accedió al cargo de Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo de Catalunya) en Junio de 2004. Un servidor no lo vio adecuado. Y expuse mis razones.
Sin embargo, debo decir con la misma sinceridad que Ribó, desde el primer momento, ha sido un formidable Defensor del Pueblo, popularizando y prestigiando una institución que, hasta entonces, había estado un tanto adormecida, a pesar de la probidad y honradez de su anterior presidente, Anton Cañellas.
Ribó, un hombre de inequívoca trayectoria de izquierdas, fue una auténtica pesadilla para los dos gobiernos tripartitos (Maragall y Montilla), y no se le cayeron los anillos para censurarlos cuando se dio la ocasión. Y también lo está haciendo con el gobierno de Artur Mas.
Muchas han sido sus actuaciones. Posiblemente las más destacadas han sido las referentes al desgobierno intencionado del ejecutivo catalán con relación a la renta mínima de inserción, desde el primer momento de la toma de posesión de Artur Mas, y en sus intentos de mejorar la situación de los centros de menores en Barcelona. Son dos batallas del Síndic que todavía continúan. Hasta tal punto es, también ahora, una pesadilla que los poderes (disfrazados de particulares para no infundir sospechas) han levantado una serie de calumnias contra Rafael Ribó. Tampoco estaba lejos de esa bazofia el Partido Popular cuando pidió la dimisión del Síndic. Pero es sabido que la caspa y la brillantina no podrán enmudecer a Rafael Ribó. Y ellos lo saben.
