Mentalizándose para el retorno.
Poco a poco se acercan las fechas del retorno a la actividad habitual, rutinaria si es el caso, agotadora en otros y apasionante si tienes suerte. Los días de asueto vacacional van extinguiéndose y son paulatinamente substituidos por inquietudes imprevistas y estados de ánimo poco glamorosos. Es el momento de huir de sí mismo con la mejor habilidad posible, hasta que llegue lo inevitable, “la rentreé”.
Las semanas se que han pasado entre el mar, el sol y muy diversas compañías quedan en forma de estock de fotografías, de recuerdos y en el refuerzo mental, si todo ha ido como debía, para el ejercicio arriesgado y presuntamente caliente que el próximo septiembre parece que nos tiene preparados. Será, sin duda, un año muy duro entre otros varios de parecida calificación. Para mi supondrá ineludiblemente un cambio que solo se produce una vez en la vida, el paso a aumentar las clases pasivas y ser objeto de deseo de los hombres de negro que rondan las pensiones como pájaros de mal agüero.
Llegado el momento, un servidor, Lluís Casas, les hará llegar las explicaciones y el currículum vitae que les lleva ocultando parcialmente durante más de 8 o 9 años y unos 300 artículos. Se descubrirán las cartas que han permanecido boca abajo y todos tan contentos.
Aunque les advierto que el “nom de plume” bajo el que me he refugiado seguirá utilizándose de por vida, aunque ya sin misterio alguno. [Suena la voz del editor de este blog: “Gracias, don Lluis”]
Ya puestos y arrodillados frente al confesionario, les llevaré por un camino que la crisis financiera, de producción de bienes y servicios y de distribución de rentas ha desplazado de la primera línea de fuego a un estado de latencia acrítica y de deseado olvido.
Ya llevamos, la familia y algunos amigos, muchos años siendo visitantes fijos en este territorio de dureza extrema, sequedad continua, viento implacable y belleza absoluta, si el verde intenso no es el calibrador máximo de la calidad natural. Ya saben que estoy en
La Albera, en el punto en donde los Pirineos se adentran en el mar produciendo un espectáculo geográfico magnífico y unos riesgos para la navegación a vela de no te menees.
Durante estos años, tanto por propia experiencia, como por los comentarios de los indígenas directos, uno ha aprendido a enfrentarse a una naturaleza y a una climatología un tanto peculiares. Nada es previsible y todo puede cambiar en dos minutos. Tengo anécdotas y sustos suficientes para certificar lo dicho. Precisamente esa imprevisibilidad y el cambio brusco son alicientes, al menos para mí, para seguir disfrutando de un contacto tan real con las fuerzas de la naturaleza como el que se produce por estos andurriales. La Tramontana, el Levante en su caso, la lluvia torrencial ocasional que lo inunda todo en pocas horas y hunde en el puerto las embarcaciones que por escaso cuidado sus dueños han dejado al albur de los dioses del lugar, la falta de agua casi siempre, el estrés hídrico de los árboles y el resto de la vegetación, el feroz, voraz y veloz fuego, todo se combina para disfrutar de unas luces y sombras que te mantienen horas y horas mirando el espectáculo y con el libro caído entre las piernas, olvidado y abandonado.
Dice la experiencia del lugar que la climatología local se compone en verano de tres o cuatro fases fácilmente identificables: la primera es en Julio, un mes benevolente en relación a los excesos habituales, aunque con el riesgo de la temperatura del agua, ciertamente fría de cojones. Los riesgos en Julio no son muchos, aunque de haberlos,
haylos, por lo que las estancias pueden resultar relativamente estables. El peculiar calendario vacacional hispánico niega su aprovechamiento y Julio pasa por ser temporada casi baja. Compensada tan solo por la inasequible ansia de sol del visitante norteño, especialmente de los vecinos franceses que tienen además del tiempo otros incentivos en forma de precios, tabaco y el peculiar pastis sin los altos impuestos establecidos no más allá de 8 km.
Al Julio más o menos apacible, le sigue una temporada de Agosto con ciertas garantías de equilibrio térmico y ventoleras más bien relajadas. Es el momento cumbre de la temporada turística. Aquí tan corta que casi no te enteras. Pero Agosto es un mes partido, y no siempre por la mitad en bien de la ecuanimidad, mes que da por
terminarse las más de las veces en un estado de franca rebeldía frente a las necesidades de la playa y del paseo. El viento, el circunstancial frío, la mar agitada más de lo debido dan al traste con aquellos que desconocen el fenómeno y tienen las infraestructuras
personales y de acomodo poco preparadas.
Ese cambio es solo circunstancial, puesto que el cabreo de final deAgosto pude devenir en la mejor temporada del año, las primerassemanas de septiembre, en donde todas las condiciones benevolentes delestío pueden darse sólida y permanentemente a poco que Eolo y losdemás estén sesteando.Lo que deviene después de esas primeras semanas septembrinas pocointeresa a los que la rentreé nos exime de vivirlas, por lo que meabstendré de mayor comentario. Pero les diré que empieza una época enla que hay que atarse los machos día si, día también, no sea quedesaparezcan con la ventolera.Ustedes se preguntaran que a que viene esta especie de crónicametereologica cuando los avisos que expongo poco pueden servir aquienes podrían haberlos aprovechado en su momento, antes de ladecisión veraniega. La crónica viene a cuento, respondo, puesto que locontado ya no se cumple, ni a la de tres.Desde hace unos años, las predicciones habituales son inútiles y losfactores de entorno las hacen añicos continuamente. Los Julios no sonlo que eran, los Agostos campan a sus anchas y los Septiembres parecenlo que no son. Nadie se fía de nada y hay que bajar a la playa con elbañador de verano y el de invierno puestos y con el ancla dispuesta,cuando era de prever todo lo contrario. O, al revés.¿Se debe solo a una circunstancia efímera, como tantas veces sucede enel devenir del clima?, o, ya puestos, ¿es una expresión más del cambioclimático?Si debo dar una opinión sin otra base científica que las propiasestadísticas de temperatura, pluviométrica y ventolera, a la par quelas mías propias, parece ser que estamos más en un cambio con soleraque en una variación más o menos aleatoria.Si esto es así desde la experiencia más cercana. Si esto es así desdela mayor conclusión científica a nivel mundial, ¿por qué demonios nohacemos de ello el motivo y el eje de un nuevo modelo social yeconómico?De hecho la gran recesión de los treinta dio en acabar a resultas delesfuerzo bélico de la segunda guerra, con un pacto social y un nuevomodelo productivo y de rentas. Esto se acabó, o empezó acabándose enlos setenta y ahora todo presenta la angustia de la falta de caminos.El medio ambiente, el reconocimiento de la limitación del crecimientosin reglas, el límite en el consumo energético, la despavorida huidahacia delante de la demografía, todo parece indicar que a cada momentoel coste del cambio social y económico aumenta. No les hablo de cambiode sistema, o al menos no únicamente, les hablo de una sociedad quepermita el desarrollo social y personal con respeto al largo plazo ycon la reducción de riesgos. Esto atañe al clima, atañe al aguadisponible, atañe al nivel de los mares, atañe a la variedadbiológica, atañe a nuestros nietos, tanto como a nuestros hijos.¿No será, tal vez, ese el núcleo pacífico para recuperar lademocracia, el estado social y la posibilidad de extenderlo a todossin acumular riesgos que ya se presentan en el inmediato en variadasformas de catástrofes o de cambios incontrolados?Les dejo esta reflexión como telón de fondo para la agitada vida quenos espera en Septiembre. Las reclamaciones sindicales, políticas, laselecciones que ya se están convocando, las reuniones del BCE, etc.Podrían tener otro carácter alternativo, a la vez que conservacionista(no conservador) de lo mejor que hemos tenido.LLuís casas, contando los días al revés, seis, cinco, cuatro…