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José Luis López Bulla LOS COJONES EN LA BOCA
José Luis López Bulla



El churrigueresco empresario Ruiz-Mateos afirmó bombásticamente que si la jueza tuviera cojones… ¡que lo detuviera! El atrabiliario coronel, que recientemente ha amenazado con invadir Cataluña, eructó: “Si el ministro tiene cojones que me detenga”. No son los únicos ciertamente que utilizan tan castiza expresión, pero sí dos de los más conspicuos en usar esos forros bastante en vano. Tener o no tener cojones es una variable independiente del carácter de las juezas (o jueces) y, según parece, también de algunos ministros. Así pues, una cosa son los cojones y otra son las témporas. Sin embargo, habrá que reconocer que ese idiolecto no tiene mala prensa en los ambientes tabernarios, en algunos sectores opusdeístas (línea Rumasa) o en ciertas salas de banderas do corre profusamente la ginebra garrafón. Un inciso: no hablo en clave de expresión malsonante, pues al fin y al cabo la expresión “cojones” tienen una potente contundencia eufónica. Voy por otra vereda: es la limitación de argumentos, aunque en los casos del empresario y del mílite no hay que ser demasiado exigentes.  

Naturalmente la jueza hizo lo que tenía que hacer. Sin embargo, el ministro no tuvo redaños para arrestar al coronel, ni tuvo arrestos para darle en los redaños del mesenterio. Con lo que el milico puede pasear, impune, por la cantina a la espera de la próxima embestida. Aguardado que un colega le diga en la barra: “Olé sus cojones, mi coronel; la próxima ronda va de mi cuenta”.

Mientras tanto, el churrigueresco empresario no tiene nadie que le escriba.      
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