Les sorprenderá tan extraño título para un artículo que habitualmente trata de las cosas del comer y que aparece unos días antes de depositar el voto o no (cosa poco recomendable) en la urna de nuestro inmediato futuro.
Las erres son más bien cosa del espíritu, dado que forman parte del lenguaje y de lo que un camarada de la mili citaba como leyenda y escribanía. Pero no teman, puesto que enseguida lo entenderán.
La primera erre la encontré el pasado sábado en un mitin entre amigos, cuando ante la sorpresa de la mayoría, un novel mitinero se explayó con una palabra inventada. Una palabra que incluyendo solamente una erre se transformaba, se ampliaba, se constituía en una denuncia absoluta univerbal. No les detallaré las circunstancias, ni el autor del positivo invento, puesto que la mayoría lectora lo adivinará o lo recordará porque estuvo allí.
La palabra, en expresión catalana, es RETALLADRES. Como observaran es el resultado de unificar en un solo término la política de derechas neoliberal de afincación europea y sus consecuencias entre la mayoría de la población formada, claro está, por trabajadores con o sin trabajo o pensionistas (es decir ex trabajadores) con o sin pensión, la que fuera. Pienso que es la síntesis más intensa que recuerdo sobre lo que está pasando, aceptando evidentemente la brevedad de la expresión y la lógica simplificación. Todo ello resulta inusitadamente claro. Lamentablemente no hay traducción castellana inmediata que ofrecerles, yo no he sabido encontrarla. Algo debería de hacer al respecto el acogedor empresario del blog, dada su facilidad para las onomatopeyas y otros artilugios de la lengua al servicio de la intención. Esperemos a ver que sale.
Otra erre, que no es nueva en la palabra de origen, pero si descolocada, apareció en el mismo lugar y casi al mismo tiempo. A la erre de marras, le ayudan en este caso algunas amigas del abecedario, con resultados sino tan espectaculares como en la anterior, sí muy sugerentes. En este caso, el éxito del descubrimiento atañe a la responsabilidad de la crisis, o más bien a la parte substancial, aunque no única de ella. A la vez que esa descripción apunta a una forma de negocio claramente necesitada de la colaboración, no ciudadana, sino política e institucional, para desarrollarse con pleno éxito y durante extensos periodos de tiempo. La palabra, también se trata de eso, es BANCSTERS. Síntesis de la actividad bancaria y financiera transformada en depredadora de la economía real y de la distribución de la renta. Si recuerdan ustedes el Chicago de los años veinte y treinta o del Nueva York de los cincuenta y sesenta, obviamente gracias a la maravilla del buen cine, no les resultará difícil entender las concomitancias entre los bancsters y el fraude fiscal, entre los bancsters y el familicidio del desahucio. Entre los bancsters y la devoción por los dineros del ciudadano. Entre los bancsters y la falta de crédito.
En fin. Otro hallazgo que añadir, positivamente, a esta campaña electoral que produce taquicardia y urticaria, no por sus excesos y sus actos clarividentes, sino por todo lo contrario. Una campaña que se hace en un Titánic en fase de hundimiento, mientras se discute si por babor o por estribor, mientras el público asustado mira estrábico el espectáculo, calculando pesos específicos relativos a su sustentación en aguas heladas.
Finalmente dejo para el final la erre mayestática. La erre que forma parte de la columna vertebral de la coherencia crítica y de la calidad artística. La erre a la que todos miramos tanto en momentos de alto sentimentalismo por el tiempo pasado, como por identificación intima e inteligente. La erre de Raimon.
Tienen ustedes a Raimon, en forma de exposición histórica en el Centro de Santa Mónica, al final de las Ramblas. Una exposición de libre acceso que cubre ampliamente toda una tarde. Una exposición en la que a través de la documentación, de la música y las canciones de Raimon vemos pasar nuestra vida bajo el franquismo, la lucha contra el franquismo y la lenta pendiente de nuestras aspiraciones durante los últimos cuarenta años.
Como ven es una recomendación entusiasta, a pesar de un formato muy clásico en las formas expositivas, sin más sorpresas que ver y casi tocar los documentos, la información periodista, las fotografías, la voz de una época que abarca desde los sesenta hasta ahora mismo. No podía ser de otro modo con Raimon.
Los retratados junto a Raimon a lo largo de los años muestran las sorprendentes derivas vivenciales y políticas a las que hemos asistido o que hemos protagonizado. Raimon tiene la inmensa cualidad de hacer de la canción un arma y un placer y de transformar su silencio cívico en una forma de evidenciar la falta de coherencia y de honestidad de muchos protagonistas de nuestros años de rebeldía, frustración y buena vida.
No se lo pierdan y concluyan la experiencia en el magno concierto que el próximo treinta nos regalará el cantante.
Lluís Casas (nom de plumede Enric Oltra, en la foto) erre que erre