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José Luis López Bulla PRODUCTIVIDAD, VOLVAMOS A LOS CLÁSICOS
José Luis López Bulla





Cuando la productividad no crece (y sus políticas necesarias) es necesario aclarar muchos equívocos, basándonos en los conceptos de base de la economía y de los análisis de Paolo Sylos Labini [en la foto].  


En el debate preelectoral italiano se habla mucho de la productividad y de la necesidad de aumentarla para salir de la crisis y encarar el crecimiento. No creo, sin embargo, que esté claro para todos cuáles son las condiciones y los mecanismos del crecimiento de la productividad y de sus efectos sobre el sistema económico. En estas breves notas retomo sintéticamente algunas ideas que desarrolló Paolo Sylos Labini, que me parecen todavía útiles para afrontar, tanto teórica como empíricamente, de una manera mejor y más eficaz estos temas. 

Ante todo estamos hablando de la productividad del trabajo: de hecho los conceptos de productividad del capital o la productividad total, aunque se utilizan, no tienen ningún sentido teórico. Hablamos de la relación homogénea entre producción e inputs de trabajo.  Es más, se trata de productividad desde el punto de vista puramente tecnológico, sin tomar en consideración qué cosa se produce  y qué efectos externos, sociales y ecológicos tenga el proceso productivo. De hecho, en tal caso, se debería hablar de productividad social y no simplemente de productividad del trabajo. 

Como es sabido, la productividad del trabajo es una relación y, en tanto tal, sus variaciones en el tiempo están ligadas a la relación entre la dinámica del numerador (la producción) y el denominador (el imput del trabajo).

Tener como objetivo el aumento de la dinámica de la productividad significa establecer la hipótesis de cuándo y cómo las variaciones de la producción son superiores a las del imput del trabajo.  Así pues, queda descartada la idea de que se pueda modificar la dinámica de la productividad mediante intervenciones una tantum sobre el uso del trabajo, es decir, aumento de los horarios, turnos, disminución de las pausas… Lo que se obtiene de dichas modificaciones, en caso de éxito, es la elevación del nivel de la productividad sin aumentar la dinámica temporal, pero también incluso puede disminuirla en muchos casos.   

En los escritos de Sylos Labini se aborda este problema tomando como referencia los economistas clásicos Adam Smith, David Ricardo y (añadiría yo) Karl Marx. Viene de Smith,  que analiza las causas del enorme aumento de productividad alcanzado en la producción industrial de su época. Para Smith la base de dicho aumento está en la posibilidad de la división del trabajo posible mediante la ampliación y concentración del proceso productivo. Este fenómeno, conocido como “economía de escala”, ¿puede aplicarse a la moderna situación productiva?  Según Sylos Labini, de dos maneras. A corto plazo, simplemente mediante el aumento de la producción: todo aumento de producción en el interior de un proceso productivo lleva a un incremento de productividad, ya sea porque dentro de todo proceso productivo hay una parte –a menudo consistente--  de imputs de trabajo fijo, es decir, todavía necesario, independientemente del nivel de producción, o ya sea porque una producción más amplia permite una mejor organización del trabajo y una mayor utilización de la maquinaria.  A largo plazo, con inversiones que permitan el tránsito a sistemas tecnológicos y organizativos más eficientes. Este fenómeno es evidente por la dinámica pro-cíclica de la productividad que aumenta cuando aumenta la producción (el crecimiento) y disminuye si ocurre lo contrario. Estas consideraciones aclaran hasta qué punto es el crecimiento quien seguramente hace aumentar la productividad, mientras el hecho de que sea el aumento de  la productividad quien favorezca el crecimiento, implica unas hipótesis mucho más complejas y difícilmente realizables.  

Ricardo, viviendo en un periodo en el que se dieron los grandes procesos de concentración, pone su mayor atención en el cambio tecnológico del proceso productivo, causado ora por la misma nueva organización del trabajo (la división del trabajo necesita una maquinaria adecuada), ora por la misma concentración de los procesos productivos. El mecanismo de introducción de la maquinaria se describe, esencialmente, por la conveniencia de usar máquinas que, a la par de inputs del trabajo, produzcan más.  Naturalmente esto tiene un efecto inmediato de incremento de la productividad, pero solamente se concreta si dicho cambio comporta un descenso del coste por unidad de producto. Que es esencialmente un cálculo de conveniencia en el uso de trabajadores o de maquinaria. Para Sylos Labyni este proceso puede ser empíricamente capturado mediante la comparación entre la dinámica salarial y el precio de la maquinaria.      

Y finalmente Marx. Para introducir las argumentaciones de Marx debemos señalar que los capitalistas, los empresarios, los managers, etc son, al menos, muy prudentes a la hora de innovar el proceso productivo. De hecho, toda innovación es vista como mutación de efectos desconocidos, con unos costes iniciales seguros y beneficios inciertos.  Sólo después se podrá verificar si la innovación ha provocado los efectos deseados. Entonces, ¿para qué innovar? Es muy simple, se renueva cuando la incertidumbre de los efectos de la innovación es inferior a la previsión de los daños que se cree si no se produce dicha innovación. Es decir, se innova cuando se está obligado, cuando la expectativa de los ingresos es superior a los costes seguros.

En Marx hay aspectos particularmente interesantes del análisis sobre cómo lo que ha aportado más a los cambios tecnológicos han sido las luchas obreras por los salarios y las normativas. Por ejemplo, la ley contra el trabajo infantil en el interior de las minas, considerada como una tragedia en las empresas de la minería,  llevo a utilizar la tracción a vapor. Este proceso, para Marx, está arraigado en el sistema capitalista y también representa su fuerza: la de deber y saber adaptarse a los crecientes conflictos entre trabajo y capital. Este es el verdadero mecanismo de la competencia que, sin embargo, aunque basada exclusivamente sobre los precios, llevaría probablemente a fenómenos de colusión y de parálisis.

Son diferentes las condiciones de los conflictos entre capital y trabajo en el interior de las empresas, sectores y países; son las que mayormente empujan a las empresas a innovar, so pena de un menor crecimiento, de la disminución o estancamiento del beneficio o de la misma supervivencia de la empresa, del sector y, en casos extremos, del país. De manera que las dinámicas salariales, además de representar un incremento de la demanda, también empujan para innovar y, así, contener el efecto del aumento de los costes. 

Sylos Labini buscó con éxito la concreción de las variables observables y mesurables, y de ese modo verificó empíricamente sus hipótesis teóricas. Para quien esté interesado, ofrecemos esta sucinta bibliografía:       

Sylos Labini, P (1983), Nuovo aspetti dello sviluppo ciclico dell’economia, in Moneta e Credito, n. 144
-- (1986), Nuove tecnologie e disoccupazione, Laterza, Bari
-- (1993), Progresso tecnico e sviluppo ciclico, Laterza, Bari.
Guarini, G. (2007), La funzione di produttività di Sylos Labini tra mercato e territorio: un'analisi econometrica per le regioni italiane, in Moneta e credito n. 238

La apertura de los mercados y la liberalización del movimiento de capitales en los últimos tiempos ha introducido, de una parte, un estímulo para innovar, gracias a la competencia internacional, y, por otra parte, la deslocalización en áreas o países en los que sea posible mantener el bajo coste de producción sin innovación alguna.  

Desde el punto de vista del análisis de la productividad, la apertura de mercados puede analizarse desde dos puntos de vista.

El primero es el de la base de las políticas corrientes de nuestro país, ve la posibilidad de un aumento de la demanda y, así, de la producción, haciendo posible unas mercancías más apetitosas mediante el descenso del coste del trabajo a partir de una moderación salarial, y sólo en menor grado mediante inversiones en tecnologías más avanzadas. Tengo fuertes dudas de que per sé esta configuración de política económica pueda tener efectos importantes en la ampliación de la demanda y el aumento de la productividad. 

Veamos el segundo aspecto. Como se ha dicho anteriormente, la moderación salarial y el incremento de la productividad, mediante la intensificación del trabajo, tiene unas posibilidades muy limitadas para que durante un largo periodo sea eficiente el proceso productivo.  Así pues, el problema de la competencia internacional es que necesita mantener ritmos elevados de aumento de productividad; ritmos que se puedan alcanzar sólo con inversiones innovadoras y todo ello recae en mecanismos de inversión de las empresas.  Desde el punto de vista de la dinámica de la productividad, la competencia internacional constituye sin duda un estímulo para la innovación, que se combina con el principal, provinente de las reivindicaciones salariales y legislativas.  

Diferente es el problema de la posibilidad de deslocalizar el proceso productivo. Estoy convencido que se puede hacer poca para bloquearlo: siempre habrá lugares y países donde las relaciones salariales y la legislación sean más baratas que las de aquí. El único instrumento –general pero determinante— es el de la  mejora de la situación externa de la economía de la fábrica. Lo que comporta intervenciones sobre la organización de la burocracia, la justicia, los servicios a la empresa y a las personas. Es decir, una mejora de la productividad de la empresa mediante una mejora de la productividad social; solamente en este aspecto se puede contar con la posibilidad de ser competitivos frente a otros países de bajos costes de producción.

Sin embargo, desde el punto de vista de la productividad, los procesos de deslocalización tienen probablemente un efecto de aumento de la productividad media en nuestro país en la hipótesis posible de que sean empresas menos eficientes y competitivas para preferir la deslocalización (creo que la Fiatrepresenta un ejemplo de ello).

A la luz de estas consideraciones, pienso que la discusión habitual sobre la caída de la productividad está teóricamente limitada y debe ser modificada completamente, incluso partiendo de los estudios de Sylos Labyni. En conclusión, me permito que los aspectos más relevantes de este enfoque son:

1) El incremento de la productividad es un efecto del crecimiento; difícilmente, y sólo en muy menor medida, mediante el aumento de la competitividad externa puede ser la causa. Se deduce que un estímulo de la demanda –incluso mediante políticas de gasto público— es una condición necesaria para el crecimiento de la productividad.     

2) Los conflictos de fábrica, salariales y legislativos, empujan fuerzan a largo plazo a introducir cambios en la organización del trabajo y en la tecnología, que aumentan la productividad.

3) Las interpretaciones que ven en el aumento de la intensidad del trabajo, de los horarios de trabajo y de la legislación menos garantista la posibilidad de un aumento de la productividad son limitadas o drásticamente equivocadas.

4) La hipótesis de eliminar la negociación centralizada y ligar la dinámica salarial a los convenios de empresa, ligando tendencialmente la dinámica salarial a la de la productividad interna, tendría un efecto inmediato de descenso del coste del trabajo en las empresas menos eficientes, pero tendría un efecto depresivo, de empeoramiento de las empresas, de su empuje para innovar y sobre los aumentos de la productividad, a través de la innovación y nuevas inversiones. 



Traducción de Tito Ferino, revisada por Cómodo de los Raos, ayudante de enconfrador.   

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