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José Luis López Bulla VENCEDORES Y VENCIDOS (Habla Bertinotti)
José Luis López Bulla



Nota editorial. Sigue la conversación con Fausto Bertinotti, que dejamos pendiente en  ¿POR QUÉ SE HUNDIÓ LA URSS?

 

 

Hundimientos y giros (Segunda parte)  

   

Como tú mismo, Fausto, recordabas, la primera  guerra del Golfo es anterior a la desmembración de la URSS. Enel debate a distancia entre Norberto Bobbio y Franco Fortini está el dilema de la relación entre vencedores y vencidos  en la historia que podemos referir a estos acontecimientos históricos. ¿Cómo interpretarías teóricamente la categoría de la derrota?


Para empezar, distingamos los campos de las categorías. En un momento concreto de la historia, los términos “vencedores” y “vencidos” no se aplican con la misma modalidad en el campo de los vencedores y, simultáneamente, a quienes contestan esa victoria. En la moderna sociedad capitalista no se pueden utilizar las mismas categorías hacia quien hegemoniza la organización del poder y, al mismo tiempo, en la discusión con sus opositores. En el ámbito de los que condenan, la pareja se disuelve de una sola manera: con la primacía de la victoria. Así como la victoria está interiorizada en el orden existente, la victoria representa un valor absoluto. Incluso si se examina críticamente respecto a los medios que se han empleado para alcanzarla, este proceso no se ha conducido nunca hasta el punto de considerar algunos medios no utilizables. De esa manera se ha perjudicado el mantenimiento mismo del orden. Es posible que, en determinadas condiciones, las clases dominantes rehuyan  la guerra, incluso la violencia, pero no hasta el punto de poner en crisis el orden constituido. En este contexto, la derrota es un disvalor. Volviendo a Marx, el pensamiento dominante es el pensamiento de las clases dominantes. Muchas veces, incluso los opositores se han contaminado de esta cultura política.

Esta cultura política, en los tiempos modernos, tiene un solo fundamento: más que a Maquiavelo, me refiero al ´maquiavelismo´, o sea, a la vulgata del pensamiento de Maquiavelo. Es la cultura política, según la cual, el poder es la manifestación efectual de la política, es decir, la capacidad de perseguir un objetivo mediante la realización de la eficacia. La eficacia es el terreno concreto de la aplicación del poder que se invoca desde la política. En el cinismo de las clases dirigentes, la fórmula de Carl von Clausewitz es la extrema aplicación de esta doctrina: la guerra como continuación eficaz de la política con otros medios.

La política como ciencia separada y como ciencia aplicable ha sido el vínculo de esta contaminación, y los oprimidos han heredado de los opresores una parte de la cultura prevalente. En gran medida han aceptado las tesis de que, la victoria conseguida de alguno modo, tiene un valor en sí y la derrota es un disvalor. Lo que es, en sí mismo, una auténtica cárcel.

Un pensador tan extraordinario como Walter Benjamin explora hasta el fondo esta posible subalternidad de los opresores en su contraste con los oprimidos. De hecho, Benjamin propone un terreno analítico que valora incluso la derrota. Benjamin habla de la rememorización, que no es simplemente el recuerdo o la memoria, sino una operación político-cultural en la que los que se proponen la liberación, en el tiempo presente, se reapropian de las razones de los “vencidos justos” a lo largo de toda la historia. La rememorización, que explora y da justicia a los vencidos de ayer, debe hacerte aceptar como hipótesis posible la propia derrota. Prefiere la victoria, pero no hasta el punto de que la victoria te desnaturalice y aliene. En breves palabras: no se puede vencer asumiendo las razones de tu adversario histórico.    


¿Cómo se sitúa la guerra a la luz de estas reflexiones?


Sobre este tema tengo que hacer un esfuerzo mayor para construir discursos metahistóricos. Tengo necesidad de situar la guerra –y la violencia-- en un tiempo y en un espacio definidos. Siempre es horrible la guerra, pero se puede abordar si se presenta de manera diferenciada.

La Granguerra representa la continuidad de la historia de la guerra entre los ejércitos; es el punto más extremo de la guerra entre ejércitos. La Segunda guerra mundial sucede a escala planetaria y es la guerra entre ejércitos pero, al mismo tiempo, sobre las poblaciones. Más todavía,  también los conflictos bélicos de la segunda posguerra, que nacen como consecuencia de dos específicas contenciones: la primera, en un mundo dividido en bloques, entre socialismo real y capitalismo real; la segunda, entre colonizados y colonizadores o entre el Norte y el Sur del mundo. Son guerras de liberación y son conflictos inducidos por la contraposición entre dos superpotencias, Estados Unidos y la URSS.

La primera guerra del Golfo es el abandono de estas tipologías de guerras modernas: políticamente estamos en un nuevo ciclo y morfológicamente en otro tipo de guerra. Son tres las dimensiones que la caracterizan. La primera: la guerra tiene como teatro un mundo unipolar con la substancial connotación imperial de los Estados Unidos. La segunda: es una guerra que, haciéndola los ejércitos, golpea directamente a la población para obligar al enemigo  a rendirse. Y lo hace –tercera cuestión--  mediante una inédita tecnología que posibilita que el agresor salga ileso del riesgo: un avión impersonal que golpea un objetivo real. En este sentido, tecnología y comunicación van de la mano, se funden cada vez más. Por ello, está ausente el mito del héroe; quien agrede es un arma, no un soldado. Y el arma es la expresión de la civilización. La muerte de los soldados en las guerras que ha conducido Occidente son excepciones que se han escapado de la regla. Recuerda la solemnidad de los funerales de Estado.

De hecho, es la primera vez que se hace la guerra en nombre de la civilización occidental. Esto disuade la disidencia, ya sea porque faltan las “retaguardias” del campo amigo que era, ya sea porque la guerra nueva se presenta  en sintonía con las nuevas tecnologías, con las comunicaciones y lenguajes emergentes. Resurge el tema de la "guerra justa": no era justa cuando  uno de los contendientes pertenecía a un campo determinado, pero es justa cuando está relacionada con el nuevo orden que ya es unipolar. 

Quien se opone a la guerra, incluso en Italia, está constreñido a un papel de testimonio como aquella pegatina de los diputados comunistas con Pietro Ingrao al frente, que votó en el Parlamento contra la participación en la guerra de Irak. De acuerdo, fue un testimonio pero hoy podemos considerarlo como una advertencia porque captó el núcleo de la virtualidad devastadora de una nueva tipología de guerra –en un nuevo orden global--  que se convertirá, a continuación, en guerra de civilización, preventiva y permanente. Estos veinte años, también gracias a aquel pequeño gesto de conciencia han hecho nacer nuevos y grandes movimientos por la paz.     



       
Radio Parapanda. El libro que comentamos está apareciendo en http://faustobertino.blogspot.com.es/
  

















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