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José Luis López Bulla LOS PUJOL O LA ENTROPÍA DE UN LINAJE
José Luis López Bulla


Oriol Pujol i Ferrusola, que soñó con ser la esperanza blanca de Cataluña, relacionó ayer mismo en los juzgados de Barcelona su affaire de las itv con los intereses nacionales de Cataluña. Así las cosas, el caballerete transforma sus particulares trapicheos en un servicio al país. De hecho no podía decir otra cosa tras haberse hecho público sus tejemanejes por sus conversaciones  privadas (tanto en correos electrónicos como llamadas telefónicas) con sus favorecidos.

Ahora bien, recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, que la técnica del joven Pujol tiene un antecedente todavía más famoso: la vinculación de su padre, Jordi Pujol, en su día Presidente de la Generalitat de Catalunya, con el caso de Banca Catalana. Un asunto que, en todo caso, no cabe imputar a Pujol padre de lucro particular. La diferencia en este caso es evidente: Pujol Jr. violenta la norma para su particular conveniencia, una norma que fue elaborada por la Generalitat de Catalunya para que, se supone, la cosa fuera de interés público. Pujol II,  pillado con las manos en la masa, recurre a las viejas lecciones paternas para salir del apuro: tapar sus vergüenzas, puestas al descubierto, con la senyera  

No estoy defendiendo a Pujol I frente a Pujol II. Simplemente hablo de la diferencia de personalidad entre ambos y más concretamente de la entropía familiar de dicho linaje. Por ejemplo, todavía tengo en la memoria la famosa frase del primero: «Cataluña debe ser una pista de aterrizaje de las multinacionales». El segundo revisita el lema paterno y le da la vuelta: ofrece todas las facilidades, desde sus altas responsabilidades políticas, para organizar con sus amistades la deslocalización de una serie de importantes empresas. El manijero práctico es su amigo del alma, que cobra suculentas comisiones por ello. En concreto, lo que hemos comentado en otras ocasiones: la promiscua relación entre el parné y algunas sentinas de la política.

Ayer nos referíamos a la «creencia muerta» de Robert Nozick: el Estado mínimo es menos corrupto que el Estado social. Pues bien, al margen del cinismo de este caballero, lo que salta a la vista es que, por si las moscas, Pujol II está cobrándose un anticipo suculento en esta fase que se pretende de transición entre el actual Estado social hacia el Estado mínimo.

Y, mientras tanto, quienes organizan esa transición ponen el ya famoso cartel: «Se busca aprendiz con experiencia» que, en este caso, tiene fundamento.             
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