El título comporta una duda fundamental: ¿se podrá leer o no? Atendiendo a los acontecimientos tanto domésticos como de mayor amplitud geográfica, uno difícilmente puede imaginarse a si mismo bajo la sombra del árbol correspondiente con uno o varios ejemplares de literatura al lado. Más bien la previsión va hacia la persecución de periódicos, emisoras de radio y noticiarios televisivos para estar convenientemente informado sobre lo que ocurre y lo que pueda ocurrir. No esperen un ferragosto tranquilo y de aguas calmas, más bien apuesto por un verano para los inaccesibles al desaliento y con una buena provisión de calmantes y relajantes.
El asunto atañe tanto a la socioeconomía política, como a la administración particular, muy al estilo de los romanos, inventores de la gestión doméstica. Lo uno por los sustos que golpes de estado tradicionales o de nuevo cuño puedan aparecer por la cercanía de nuestras costas de levante o por los dictámenes de sabios adecuadamente aleccionados y untados que determinen una parte substancial del futuro, sea laboral, pensionista o simplemente necesitado de alguna prótesis. Lo otro afecta a los ahorros, sean escasos o no, a la poca o nula propiedad con que la vida nos haya agraciado, con el destino de descendientes directos o indirectos, con la reconversión familiar en una economía de escala en donde algunos pueden depender de los otros y estos de los demás. De la decisión gubernamental sobre el índice financiero del que dependerán los intereses hipotecarios (pasa ya de los dos meses que los índices anteriormente vigentes ya no se publican, y los Rajoy boys no han decidido nada, tal vez por la presión de esa nueva oligarquía bancaria).
En fin, que sea usted activo o pasivo, tenga o no lugar alternativo vacacional, pueda o no pagarse un viajecito o simplemente una visita al terruño ancestral, estará a la que salta frente a las pantallas.
Incluso es posible que el natural seguimiento de las series televisivas veraniegas, que por ahorro no son mas que las repeticiones de las repeticiones pasadas, se le añadan capítulos originales de las sagas Barcenas, Palau y tantas otras en pleno trámite de escándalo. Eso tendría su interés, incluso me atrevería proponer una porra mayúscula para ver de acertar cuantos días pasa en la cárcel cada acusado, antes y después del juicio, dada la creciente tendencia al perdón de los pecados (de ciertos pecados) que tienen nuestros cristianos gobernantes.
Supongo que a estas alturas intuyen claramente por donde va mi preocupación: las dos docenas de volúmenes que están esperando ser empaquetados hacia la sombra reservada, ¿qué ocurrirá con ellos?
Si fuera el caso de ser, que no lo soy, un afectado presunto del desplazamiento carcelario, la utilidad de los volúmenes seria manifiesta y bienvenida. Pero como me sitúo, con el permiso de mi confesor, en el otro lado, hacia la popa, pienso en los nervios que pasaré sino consigo mantener un ritmo de pedaleo lector consistente y me deviene como a los ciclistas alguna pájara que me lleve al final del pelotón y a hacer los trabajos de recogida y reparto de bidones de agua.
Por si las moscas, además de la literatura, el ordenador conectable y el pasaporte, me llevaré ordenes de transferencia bancaria internacional o, mejor, intergaláctica. No fuera el caso de una expedición de auto salvamento a Saturno. No es lo mismo llegar a casa del primo Saturnino con una mano delante y otra detrás que hacerlo con el fajín repleto de dólares. De hecho, Saturnino, ya me lo ha advertido.
En fin, como de todas maneras lo que vale es la tradición y por estas fechas los que firman esto, ambos, se permiten la licencia de recomendar lecturas varias, vamos a ello, con la consabida advertencia que en primer lugar hagan caso al Papa de Parapanda anteponiendo los clásicos a cualquier otra circunstancia, sea Cervantes o Salustio. Da igual. Solo después, o si quieren, entre ellos, echan mano de las otras recomendaciones.
Como ecléctico lector que somos y superada la vergüenza infantil de citar solo aquello que da lustre intelectual, en la siguiente relación hay de todo, distracción, formación, afirmación y perdición. Atiendan a las consecuencias:
1. Si les interesa la novela negra, tienen abundantes títulos recientes y no tan recientes de Michael Connelly, encontrables tanto el librerías o en bibliotecas. Ojo, no se confundan, todo y que da lo mismo, con John Connolly, otro monstruo en la materia y del que ya les hablé en su día.
2. Para compensar, pueden ustedes repasar o ponerse al día con Anthony Beevor, La segunda guerra mundial. Un repaso al tercer Reich no va mal cuando tenemos formándose el quinto. El autor es de confianza, siempre y cuando maticemos algunas consideraciones frente al comunismo, socialismo y la URSS. Aunque nada de ello obvia la lectura. Ojo, van a ser 1.100 páginas y unas cuantas fotos.
3. Pónganse al día si no lo están, con Rafael Chirbes, hay una docena de títulos, lo dejo a su elección o a su suerte.
4. Si la ciencia les tienta, ahí va uno con peso: de Lawrence M. Kraus, Un universo de la nada. Les servirá en sus dialécticas nocturnas con las estrellas.
5. Están publicando del maestro Camilleri dos o tres cosas a la última, eso siempre es bueno en un autor longevo. El juego de pistas, La búsqueda del tesoro, por ejemplo.
6. Para seguir con Italia y sin ser libros que permanezcan en la memoria, les ofrezco a buen precio y con páginas limitadas la serie del comisario Ricciardi, de Mauricio Giovanni. Uno se lo pasa bien en Nápoles y con Mussolini, quien lo iba a decir.
7. Pasemos a algo sabido y solo a cuenta de evitar el olvido: Josep Fontana y El futuro es un país extraño. Nada que comentar.
8. Si están en la cercanía del Mediterráneo, busquen a David Abulafia con su El gran mar. Historia humana del Mediterráneo. Será como ir de puerto en puerto sin los riesgos que ahora asume el personal con los cruceros.
9. No olviden repasar en forma de libro, los artículos recopilados de Jacinto Anton en El País, Héroes, aventureros y cobardes. Ideal para los traslados en tren.
10. Y, finalmente y para compensar lo dicho, repasen a Hans Fallada y a Alfred Döblin, autores ambos alemanes y con cierta experiencia con Weimar y lo que vino después. De ambos hay varios productos de gran interés y calidad, sin determinarles a releer Berlín Alexander Platz.
Ahí les dejo, pues, con el encargo y las preocupaciones de proveerse de lo necesario y suficiente.
Lluís Casas y Enric Oltra al 50%