Titular notícies
José Luis López Bulla ¿LA CATALANOFOBIA DE JIMÉNEZ VILLAREJO, DICE USTED?
José Luis López Bulla
No pocos dirigentes políticos están compitiendo en quién mea más largo con sus declaraciones a la sufrida opinión pública; en el libro de estilo de estas personalidades es obligado introducir, al menos, una fobia. El mercado canalla lo exige y no es cosa defraudar a la clientela. Se llevan la palma algunos desaforados publicistas del Partido Popular que, en ese estajanovismo sintáctico, arremeten contra Cataluña y los catalanes (de momento, dado su lenguaje de género, parece que se salvan las catalanas) con tremebundo furor tabernario. Pero, desde otras latitudes, algunos cultivan con esmero no quedarse a la zaga. Este es el caso de Joan Tardá, diputado de Esquerra Republicana de Catalunya. Tardá es   licenciado en Filosofía y Letras y catedrático de Lengua y Literatura Catalana, de donde debemos inferir que está aproximadamente documentado para saber qué quiere decir y cómo debe hacerlo.

Pues bien, este caballero, en varios tweets, ha criticado estas palabras y ha lamentado que "Jiménez Villarejo ignora existencia soberanismo de izquierdas porque le rompe esquemas. Todo vale para mantener la catalanofobia bajo apariencia progre". ¿A qué viene este regüeldo? Es la respuesta, a bote pronto, a un artículo de Carlos Jiménez Villarejo, que hemos reeditado en este blog: Convergència democràtica, a juicio.

 

A Tardá se le debió cortar la digestión cuando el ex fiscal anticorrupción en su íncipit afirmaba que [son] «Malos tiempos para soberanismos». Y es que la sintaxis de don Carlos nunca estuvo para perifollos; es hombre que va por lo derecho. De ahí la contundente crítica que hace contra la corrupción de algunos sedicentes próceres catalanes y de los conchabeos de ciertas fuerzas políticas, incluídas algunas de  izquierda. La conclusión que puede doler a Tardá es que, así las cosas, determinados exponentes del soberanismo (¿habrá que recordarle a este diputado que “determinados” no equivale a todos?) están señalados como demoledoramente corruptos, aquejados de una galopante barcenitis.

 

En opinión de Tardá las críticas a esta corrupción patria son una expresión de «catalanofobia». Una versión política del cazurro dicho de que no se deben dar cuatro cuartos al pregonero. Pero hay algo más: el carnet de identidad de patriotismo lo da alguien o algo (material o inmaterial) que vela por la pureza de sangre y, sobre todo, de pensamiento. Alguien o algo que lombrosianamente ha decidido quién y cómo debe ser un catalán y, ahora sí, una catalana. Cosa que a un servidor le repugna.

 

Y para mayor significación añado que suscribo de la a hasta la zeta el artículo de Carlos Jiménez Villarejo.




Últimes Notícies