Publicaba ayer el amigo y compañero Juan Torres Lopez un artículo en el que denunciaba con claridad y contundencia las mentiras interesadas del FMI. En su último informe insiste de nuevo (a pesar de las terribles evidencias que sus políticas están suponiendo para Grecia y Portugal) en un nuevo saqueo en los salarios. La fabulación del FMI, de acuerdo con Juan Torres, es que las previsiones de la bajada de los salarios no crearán el empleo esperado pero, además, deprimirán la demanda interna sin que un más que difícil incremento de las exportaciones puedan compensar el estropicio. Pero lo que más me irrita es esta visión estrecha, centrada en previsiones mágicas del comportamiento económico, dejando al amrgen el suficiento, la precariedad, la enfermedad y muerte que conllevan para la población. Las instrucciones del FMI sólo sirven para seguir cebando la bomba de las desigualdades que hace imposible la supervivencia para cada vez más persones. Destruye lo que se ha convenido en llamar “clases medias” y que son, sobre todo, personas con profesiones y oficios que se ganaban un salario que permitía llevar una vida digna, o pequeños emprendedores que, con sus familias o algunos asalariados, crean la red de comercio, la pequeña industria auxiliar, los talleres o los servicios que articulan y vertebran ciudades y sociedades. Y mientras, los arrogantes estultos que siguen ciegamente las instrucciones del FMI (con o sin capotes de la Virgen) destruyen los servicios públicos para que los grandes tiburones que no entienden (ni les interesa para nada) ni la salud ni nuestra sanidad, coloquen los excedentes de sobreexplotación duramente extraídos de tantas y tantas mujeres y hombres a quienes apenas se les permite respirar. En sentido literal. La mentira repetida, oficial, en mil facetas y matices, emponzoña el aire.
Miente el FMI, mienten los ministros. mienten los tertulianos a sueldo y, con más desfachatez cada día, las portadas de algunos periódicos que ahora pretenden recuperar para Rajoy con Gibraltar la “gesta” de Aznar en el islote de Perejil del 2002…. aunque perjudiquen, sobre todo, a los españoles que tienen su puesto de trabajo en el peñón. Pero, ¡qué les importa? De nuevo al alba, con fuerte viento de levante, asaltan con sus bravuconadas el Congreso, y se burlan de nuevo de Marruecos consiguiendo que (de Rey a Rey) los pederastas salgan de la cárcel por las rémoras absolutistas de un poder que se columpia en la justicia… (¡Menudo papelón, dicho sea de paso, para Juan Carlos!
Ante comaprecencias como las de Rajoy y declaraciones como las del FMI no puedo olvidar que en marzo del 2009 Shoshana Zuboff, profesora de Administración de Empresas en la Harvard Business School, publicó en el BusinessWeek su artículo “Delitos Económicos de Wall Street contra la humanidad”. Y recuerdo también a otra mujer importante, Hanna Arendt que acuñó para situaciones parecidas el concepto de “la banalidad del mal”. Y aunque Shoshana Zuboff deja bien claro que la crisis económica no es el Holocausto, afirmó que este modelo económico en el que vivimos “produce el mismo tipo de alienación e inconsciencia, agravado por la supresión generalizada de los juicios morales. A medida que aprendemos más sobre el comportamiento de nuestras instituciones financieras, vemos que casi todo el mundo acepta un sistema duro e irresponsable que recompensa a sus “insiders” pero niega que tengan ninguna responsabilidad por las consecuencias de sus transacciones. Sienten desprecio por el “otro”, por los “outsiders”, y no parecen sentir ninguna emoción al privar de casa a tantas familias mediante el mecanismo de hipotecas, o sin ahorros por en engaño de las “preferentes”…”
Al igual que lo que sucede con las personas que se ven expulsadas del sistema sanitario público, el sufrimiento de una familia obligada a abandonar su casa o la de un jubilado expuesto a perder su pensión, parece (y es) invisible para los ”insiders”, y a efectos prácticos no existe. Pero sigue un hilo de rebeldía: “Desde los días de Eichmann en Jerusalén, nuestra comprensión de los derechos humanos ha evolucionado para incluir los derechos económicos, sociales y culturales. La Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la ONU incluye “la promoción del progreso social y elevar el nivel de vida con mayor libertad”… y puede estar acabando, por tanto, los tiempos de IMPUNIDAD para los crímenes (también los económicos) contra la humanidad.
Me referí a estos temas hace ya hace algún tiempo, pero Juan Torrres (como en su momento hicieron Lourdes Benería y Carmen Sarasúa) lo vuelve a poner en primer plano. Para consternación del mundo, miles de hombres y mujeres encargados de nuestro bienestar económico están fracasando sistemáticamente en cumplir con las nomas básicas de una conducta civilizada y no parecen capaces de discernir entre el bien y el mal. Y lo que es peor, parece que no existen instancias jurídicas capaces de hacerles responder por sus acciones. La seguridad de millones de personas en todo el mundo ha quedado amenazada o destruida por cómo los responsables políticos abordan las políticas que imponen bajo el shock de la crisis (releer a Naomi Klein y a Susan George), y nadie que no sea “insider” (o lo que es lo mismo, una persona con grandes recursos económicos) parece estar a salvo.
La banalidad del mal se oculta dentro de un modelo económico ampliamente aceptado que puede poner a personas y pueblos en situación de precariedad y de riesgo., sin qiue nadie rinda cuentas por su conducta, y por los derechos que conculcan. Y la impunidad ya parece moneda de curso legal entre los políticos amparados por la corrupción, escondidos detrás de “los mercados”, guiados por la cobardía y la insolidaridad hacia las personas por las que se supone deben gobernar en aras del “bien común”.
Y ahora ya no cabe dudar de si son conscientes o no de los daños que provocan con las políticas que recomiendan. Como dice Juan Torres: “Recortando salarios se beneficia a los grandes grupos empresariales que no dependen de la demanda efectiva española, sino que operan también un otros muchos mercados internacionales. Mientras que con estas medidas se arruinará aún más y sin remedio no solo a los trabajadores sino también a los pequeños y medianos empresarios que viven de esa demanda, es decir, de la masa salarial.
El FMI es consciente de ello y de todo lo que hace. Sus economistas y directivos no pueden estar tan ciegos. Los seleccionan a propósito entre los más inteligentes así que saben perfectamente que ya en otras muchísimas ocasiones se han “equivocado” haciendo estas propuestas, como ellos mismos han tenido que reconocer más tarde. Nadie se puede equivocar tanto a favor siempre de los mismos casualmente.
Por tanto, no se puede aceptar que nos encontremos ante una propuesta accidental o de buena fe. Es una decisión consciente que se sabe que se toma a favor de alguien y a costa del sufrimiento de millones de personas. Debe ser considerada, pues, como lo que es, como una agresión, como un delito premeditado contra un pueblo. Por ello, no solo hay que desobedecer al FMI. Hay que denunciarlo, pedir responsabilidades a sus dirigentes y directivos y exigir que una legislación y tribunales internacionales las investiguen y condenen cuanto antes.”
Pues yo me apunto. Con Lourdes Benería, con Carmen Sarasúa, con Shoshana Zuboff, en un sentido parecido al que nos indicaba Hanna Arendt. Y si los Tribunales no admiten las quejas, siempre quedará la ciudadanía para condenarles.