LAS SENTINAS CONTRA XAVIER TRÍAS, ALCALDE DE BARCELONA
No hace falta que diga que nunca he votado a Xavier Trías, el alcalde de Barcelona y las probabilidades de que le pueda votar en el futuro son inferiores a las que pueda tener Rouco Varela de convertirse al sufismo. No hace falta que explique las razones de mis motivos para no votarle. Pero esto es una cosa y la injustificada persecución que sufre en estos momentos es otra. Vamos aviados si se amplía el diapasón del justo vínculo que debe existir entre los medios y los fines.
El Ministro de la Porra, Fernández Díaz, pensó que todo valía: sus covachuelas cocinaron un informe donde se afirmaba que el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, tenía cuentas en ciertos paraísos fiscales sin declarar en España; filtró la inmundicia a los medios y llamó a los directores de los periódicos para decirles que era una información exacta. El peristáltico El Mundo lo puso en portada. El ministro de la Porra puso en marcha el ventilador con el vano intento de tapar a los viejos y nuevos púnicos de su partido.
Pero, como decíamos los niños chicos de antaño, se coge antes a un embustero que a un cojo. Trías consigue un certificado de la banca suiza: no hay ná de ná. Incluso, la cuenta bancaria que cita el peristáltico no existe. El Ministro de la Porradebe dimitir y, en todo caso, ser cesado. El peristáltico debe reparar la gigantesca ofensa. Y, por nuestra parte, nos ciscamos en la boca de ese Fernández y de esa bazofia peristáltica.
¿Por qué Fernández pone en marcha un comistrajo, a continuación, lo filtra y posteriormente indica a los medios sobre la veracidad de lo cocinado? Como mínimo por estas razones: 1) porque es conocedor de que toda noticia sobre la corrupción, sea falsa o verdadera, es leída como plausible por la opinión pública o por un sector de la misma; 2) Fernández, pues, así las cosas, debe extender el diapasón de la corrupción a otras personas, de fuera de su cofradía, para consolidar el garrulo sentido común de que «todos son iguales»; 3) porque, de esa manera, cree torpemente que propina un golpe al independentismo, la hermandad que ha abrazado hace poco Xavier Trías, un cálculo estúpido de Fernández porque con su zahírda ha fabricado no se sabe cuántos independentistas más; y 4) porque el tan repetido Fernández sabía a ciencia cierta que algún medio publicaría el comistrajo, impulsado por la guerra sucia de la feroz competencia entre los medios de difusión.
Sigue siendo ingenuo, aunque necesario, recordar de que «no todo vale en política» e, igualmente, tres cuartos de lo mismo en los medios de difusión. En todo caso, nos vemos obligados a convenir que los personajillos implicados en esta suciedad contra el alcalde de Barcelona son definitivamente irreformables. Pedirle a Fernández que se regenere o a Inda que sea como Guy Talese, es cosa de tontainas.
En todo caso, todo ello vuelve a exigir la necesidad de la regeneración democrática de toda la vida pública española. Y, como de la vida pública hemos hablado en repetidas ocasiones, desempolvo una propuesta que hice en otros tiempos: es urgente la elaboración de un Estatuto del Lector, de una ley que salvaguarde y tutele el derecho a una veraz información en todos los medios, incluidos los digitales. Porque los códigos de autorregulación en los medios son pura filfa.
Alcalde Trías: no cuente nunca con mi voto, pero aquí me tiene para chillarle a ese Fernández y al peristáltico de turno, incluso si es de su partido: allá donde haya –como dice mi cofrade Pedro López Provencio-- un hedor a alubias secas.

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