Las novelas de Antonio Muñoz Molina y los sindicalistas
Homenaje a los hermanos Antonio y Daniel Baylos, guionistas de la serie radiofónica El criminal nunca gana. (Dispensen estas mayúsculas; no sé cómo quitarlas)
Algunas amistades de rancio abolengo letraherido me dicen que a las novelas de Antonio Muñoz Molina le sobran la mitad de las páginas. Y cargan la romana especialmente con La noche de los tiempos. Curiosamente nadie critica al viejo Homero de que, en el capítulo II de la Iliada, es todavía más prolijo relatando el famoso pasaje del «Catálogo de las naves». Yo tengo otra opinión, que se ha acentuado con la lectura del último libro del maestro: Como la sombra que se va.
A un servidor le gustaría que los relatos de Muñoz Molina no se acabaran nunca. Esta es una opinión interesada que se basa en el disfrute de su lectura pausada, sobria, elegante. Utiliza un castellano envidiable, tal vez el mejor de los últimos cien años. Por supuesto, que yo disfrute de su lectura es algo subjetivo; que la prosa sea tal como lo afirmo ya es harina de otro costal, pero estoy dispuesto a discutir hasta las tantas con quien tercie sobre ello. Comoquiera que no deseo dejarme nada en el tintero diré que, sin embargo, El jinete polaco me dio algunos dolores de cabeza y la leí a trancas y barrancas, casi por compromiso.
Yo tuve un profesor de literatura, don Francisco Lara, que los granadinos de mi generación recordarán sin duda; fue un extraordinario pedagogo. Don Paco –así le llamábamos sin que ello significara falta de respeto-- nos decía que Sthendal leía cada noche un par de artículos del Código napoleónico. El objetivo era contagiarse de la precisión del lenguaje y la eliminación de adjetivos superfluos y todo tipo de farfolla retórica. Don Paco, además, nos invitaba a unos cuantos a su casa –creo recordar que vivía en la calle Párraga-- a oir música clásica; su señora nos ponía unos cafelitos con leche y borrachuelos, que es como llamamos en Granada a los pestiños. Y allí seguía enseñándonos insistiendo en la sobriedad y claridad de lo escrito. Siempre me recriminó: «Oiga, joven: no exhiba tantos adjetivos; la mitad de ellos son pura chasca».
Pues bien, si don Paco Lara nos ponía el ejemplo de Sthendal, un servidor (que ha sobrepasado con creces la edad del viejo profesor granadino) recomienda la lectura del maestro Muñoz Molina. Muy especialmente a los sindicalistas. Entiendo que de esa manera mejorarían el estilo de redactar. Y, de paso, descansarían de la presión de lo cotidiano. A los primeros espadas de la política no hace falta sugerencia alguna: sus escribas sentados les hacen los discursos. Lo que, tal vez por ello, les sale una prosa administrativa
Insisto, los sindicalistas deberían frecuentar la prosa de Muñoz Molina. Tal vez de esta manera eliminarían algunos grumos de sus respectivas sintaxis. En todo caso, tienen modelos, dentro de la misma casa sindical, en los que mirarse. Por ejemplo, el estilo limpio de polvo y paja, rotundo, de nuestro compañero madrileño Javier López. Da gusto leerlo.

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