Ángel Gabilondo y García Montero: dos candidatos filósofos
El rey filósofo, como metáfora del político filósofo, siempre ha tenido mala prensa en el gremio de la cosa pública. Y el político a secas siempre ha estado en coplas en los cuatro puntos cardinales del vecindario. Lo que viene a cuento por la nominación de dos “reyes filósofos” como candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid: Ángel Gabilondo, catedrático de Metafísica, por el PSOE, y Luis García Montero (catedrático de Literatura y celebrado poeta) por Izquierda Unida. Esta anomalía se ha producido en un contexto de fuertes convulsiones en el interior de ambas organizaciones y de movimientos tectónicos de gran envergadura en la vida política española.
Esta nominación de ambas personalidades es, ciertamente, el fracaso de la vieja política, con sus conocidos cabilderos y compadrazgos. La solución a ese fracaso –o, mejor dicho el intento, de solución-- es ese acierto al proponer y aprobarse las candidaturas de Gabilondo y García Montero. Este blog, y su cuadro de redacción, aplaude sin reserva mental ambas candidaturas.
Ambos se han declarado amigos y admiradores mutuos, cosa infrecuente en la política, incluida la del pequeño campanario. Así pues, se puede establecer la siguiente hipótesis: al menos una parte de la campaña transcurrirá con más seriedad y las relaciones entre las formaciones que ellos representan tal vez se vean una miaja contagiadas por la personalidad de sus candidatos. Que se traslade ello a sus mastines es cosa que ya iremos viendo.
La vieja política no sólo no ha muerto sino que ofrece fuertes resistencias a irse a la tumba; la nueva política es, por otra parte, un deseo o, más bien, un quiero y no puedo. Por supuesto, ni Gabilondo ni García Montero resolverán esa papeleta, pero sin ellos –y gentes como ellos-- la cosa de la renovación política parece más difícil. Definitivamente, con ambos van de la mano la ética y la estética. Porque ambos comparten la vieja máxima de Platón: «La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo»
Vale.

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