La contra constitución europea en el mundo del trabajo
Les ruego encarecidamente que lean el artículo de Alicia Rodríguez de Paz en la Vanguardia, titulado La OIT constata el declive del trabajador asalariado (1). Y sobre todo pongan atención al conjunto de informaciones que nos ofrece Raymond Torres, el director de Investigación de dicha organización. No pocas de ellas son, de momento, un pronóstico que no conviene echar en saco roto. Los gabinetes de estudios de los sindicatos nacionales deberían sacar punta al lápiz y proponer nuevas ideas. Pero, con ser importante el pronóstico, voy a referirme a una serie de cosas que ya han pasado, que siguen pasando, según nos relata el mismo Torres.
La OIT ha analizado los 120 cambios de calado en la normativa laboral europea desde 2008 y concluye que en noventa de ellas, según Torres, “han significado una disminución en la protección de los trabajadores”. Recalcamos, se refiere a cambios “de calado”, esto es, no irrelevantes. Digamos, pues, que tamaña desarboladura forma parte del proceso que ayer definíamos como la contraconstitución europea en Nueva y vieja izquierda, nuevos y viejos nacionalismos. Así pues, no se trata de cinco, diez o quince cambios de calado sino, de entre 120 de ellos, unos noventa han ido a degüello contra las tutelas que históricamente consiguió el movimiento sindical y plasmó el iuslaboralismo. Pero recordemos algunas cosas un tanto desagradables.
¿Se acuerdan ustedes el famoso Libro Verde del Derecho del Trabajo europeo que elaboró la Comisión Europea en 2006? Pues bien, todos esos cambios “de calado” son hijos directos del Libro Verde. Un libro Verde que denunciamos desde la blogosfera de Parapanda con firmas duchas en la materia como las del Magistrado Miquel Falguera y los catedráticos Baylos y Aparicio Tovar. No se quedaron atrás personalidades como el profesor Rojo Torrecillas y otros en sus respectivos cuadernos de bitácora. Vale decir que, desgraciadamente, las izquierdas políticas y sociales no sólo se encogieron de hombros sino que llegaron a afirmar que éramos unos agoreros. Más todavía, un destacado dirigente sindical afirmó que el Libro Verde era “un globo sonda”. Sancta simplicitas!
Más o menos esta era la tónica del movimiento sindical europeo, a pesar de los serios avisos que venían alertando sobre el particular. Pongamos que hablo de la sentencia sobre la Viking por parte del Tribunal de Estrasburgo. Véase en Sobre la (fatal) sentencia del Tribunal de Justicia y en EL BLOG DE Eduardo Rojo: La sentencia Viking: algo más que un paso atrás. Hasta tal punto algunos estuvieron distraídos que en el Congreso de la Confederación Europea de Sindicatos, celebrado en Sevilla, todo el mundo se llamó Andana sobre ese particular. Ni siquiera hubo un par de lagrimicas. También –pido excusas por el sarcasmo— aquello podría considerarse como una sentencia sonda. Ahora bien, una cosa es clara: fuimos derrotados estrepitosamente quienes dimos el aviso por los nuestros, por las almas de cántaro que vieron en el Libro Verde o bien un postureo de la Comisión Europea o bien un globo sonda.
A mi juicio, en todo caso, cabría una explicación del descuido que los sindicatos nacionales europeos tuvieron sobre el particular. De un lado, su tradicional desconexión con la Europa que se iba deconstruyendo; y, de otro lado, la actitud fatua de que no se intentaría llegar a mayores, esto es, a erosionar in intínere el llamado modelo social europeo. Por una parte, la consideración de que las conquistas sociales son definitivamente dadas para siempre; de otro lado, la consideración inocente del “no pasarán”, que se camuflaba con lo del globo sonda. Con lo que, así las cosas, podríamos convenir que “Monachatus no est pietas”, como se nos recuerda erasmianamente desde el acogedor Café de Ocata.
Pues bien, y yendo por lo derecho: ¿qué línea de acción –de las izquierdas políticas y sociales-- merecería lo dicho por el alto funcionario de la OIT? Esta no es una pregunta retórica, que conste. De momento, desconozco la respuesta. Ahora bien, lo que sí me parece evidente es la conexión que el sindicalismo debe establecer entre los cambios que describe Torres con relación al trabajo asalariado y la manera de salir de ese mundo selvático que resulta de la contraconstitucionalización a que nos hemos referido anteriormente. En caso contrario el sindicalismo confederal europeo se arriesga a entrar en un proceso de entropía, defendiendo solamente a los últimos mohicanos. Por lo que estamos esperando como agua de mayo qué indicaciones concretas se van a poner en movimiento para la tan pregonada refundación del sindicato que viene planteando Toxo en ocasiones intermitentes.

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