Abengoa, ese cortijo industrial y el «caso Baltà»
Ustedes lo saben perfectamente: el cortijo industrial Abengoaestá como una aljofifa. Una ajofifa es, en la baja Andalucía, una bayeta de paño basto para limpiar el suelo. O sea, que la empresa está hecha unos zorros. No vamos a entrar en detalle, por conocidos, que sobradamente ha ofrecido la prensa; además, nuestro Javier Aristu ha escrito sobre el particular en Abengoa, 75 añosen estas señas: http://encampoabierto.com/2015/11/27/abengoa-75-anos/Aquí vamos a hablar del espectacularmente extraño «caso Pepe Baldà», relacionado indirectamente con el cortijo sevillano de los Abengoa, padre, hijo y espíritu santo.
Pepe Baldà es un joven barcelonés que estudia primero de Medicina. Hace dos años, con diecisiete recién cumplidos, en el curso de acceso a la Universidad optó por la asignatura de Económicas porque, ha dicho recientemente, «es más fácil que la de Física». Primer capón a los economistas en clave de retranca santaferina. Como ejercicio final de dicha materia optó por hacer un estudio sobre la empresa Abengoa, que nosotros en honor a la distinguida empresa sevillana llamamos el Cortijo.
¿Cómo se las apaña el joven Baldà? Don Google le proporciona los datos del estado de cuentas del Cortijo. Nuestro Pepe no sale del asombro: aquello tiene toda la pinta de recibir, si el asunto no se arregla, la extremaunción. Y pormenorizadamente redacta, con buen ojo clínico, su informe de las ruinas del Cortijo y sus posibles soluciones. El profesor no sale de su asombro y premia el desparpajo del joven estudiante.
Pasa un tiempo y lo previsto por don Pepe –ahora es universitario-- se cumple a rajatabla. Abengoa está in artículo mortis, transformada en una orden mendicante a la búsqueda del mardito parné como indicaba nuestro clarividente joven barcelonés. Se le ha preguntado a Pepe: «¿Te ha llamado algún dirigente de Abengoa?». Respuesta: «No». Los ejecutivos cortijeros no están para zarandajas.
Y, sin embargo, no hemos visto en los medios de alcance nacional ninguna referencia al sorprendente caso Pepe Baldà. Ni tampoco los periodistas de alto copete en la materia, ni los sicarios de la industria del entretenimiento. Oiga, eso de los «sicarios del entretenimiento» no es cosa mía, el padre de esa expresión es mi admirado Sergi Pàmies, que tiene la retranca de su padre y la precisión de su madre.
Pepe Baldà es la expresión de esa juventud estudiosa, inteligente y abandonada por las políticas económicas al uso. Tan abandonada que ni siquiera las autoridades académicas de ambas orillas del Ebro famoso se han puesto en contacto con él, ni siquiera para decirle «¿qué pasa contigo, tío?». Por lo demás, tampoco consta que a nuestro admirado joven le haya convocado el Colegio de Economistas para nómbrele hijo predilecto de la cofradía. Son los idiotismos de oficio.
Séanme permitidas dos cosas: una, si un servidor hiciera campaña electoral, no duden de que hubiera hablado del caso Pepe Baltà y pondría como un pingo a los señoritos del cortijo; dos, si caigo enfermo por quiero que me atienda el joven Baltà, haya terminado la carrera o no. Es más, a partir de ahora le llamaré el doctor Baltà. Esta es una recomendación que hago a mis amigos, conocidos y saludados.

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