El joven que le atizó a Rajoy un puñetazo no tiene justificación alguna. Es un disparate político y una acción completamente ineficaz. A este joven «de buena familia» tal vez no se lo han enseñado en su casa ni seguramente ha querido aprenderlo en ningún otro lugar de convivencia cívica. Conclusión: acuerda con sus parciales realizar un «acto antifescista», propina al candidato un uppercut y, seguidamente, es vitoreado por sus compinches. Sus diecisiete años le libran de que se le caiga el pelo.
A un servidor le interesa lo siguiente: ¿Qué entiende este chavea por antifascismo? ¿En qué lecturas se ha formado el caballerete? ¿Quién o quiénes han ejercido la tutoría de la formación intelectual –dispensen la exageración cuando digo «intelectual»-- del susodicho? Porque con diecisiete años le es exigible algo más que las cuatro reglas y que antes de p y b se escribe m.
El niñato del puñetazo no cayó en la cuenta, cuando presumió en el bar de la esquina que le iba a partir la cara a Mariano, de que en realidad le iba a hacer un favor al golpeado. O tal vez sí, ¡vaya usted a saber! ¿Es descartable que ninguno de sus compinches lo ignorase? Sabemos que la garrulería está demasiado extendida, ¿pero ni uno de sus amigotes le razonó que ese pretendido antifascismo situaría a Mariano en el centro de la coyuntura electoral? ¿Nadie le hizo ver que, de esa manera, se endurecen las leyes? Por lo que se ve el violento ganapán de Pontevedra –y sus acólitos-- está en primer curso de Escuadrismo, una disciplina poco académica de la que no se ha percatado su «buena familia». Que es, en definitiva, la que ha pagado la matrícula de esos estudios. O tal vez, ¿quién sabe?, lo ha hecho a través de una beca.
Así es que, ¡so cretino! el puñetazo me lo has dado a mí en la cara de un señor que nada tiene que ver conmigo.