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José Luis López Bulla ¿Un gobierno técnico?
José Luis López Bulla



En algunas covachuelas de los poderes fácticos –ora del campanario patrio ora transnacional--  se cocina la pipirrana de la gran coalición y, si falla cualquier otra alternativa, la de un «gobierno técnico», presidido por alguien que pueda ser admitido por una mayoría parlamentaria y las agencias internacionales. Voces medianamente informadas están diciendo, ahora por lo bajinis, que se están barajando los nombres de Javier Solana y Josep Piqué. Lo que querría decir que podría haber un tapado con no menor fuste que los dos anteriores. Naturalmente a Solana y Piqué se le están haciendo los dedos unos esperanzados huéspedes. En todo caso, para que así sea alguien tendrá que buscar y rebuscar artificios para dar una aproximada apariencia de legalidad, toda vez que ambos caballeros no son parlamentarios.


Estos cabildeos tienen formalmente un propósito: el deseo de «gobernabilidad» ante las lógicas dificultades que expresan los resultados electorales. Pero esto es, digámoslo claro, la cáscara del huevo. El objetivo real es impedir que se forme un gobierno de centroizquierda y haga realidad lo que en la campaña electoral han prometido determinadas fuerzas: la derogación de leyes de amplio calado como, por ejemplo, la de la reforma laboral. Este y no otro es el objetivo de la cocina de ese gobierno técnico. Y, de paso, experimentar en España la operación que llevó a Mario Monti al gobierno italiano hace algunos años. O lo que es lo mismo el triunfo del teorema tecnocrático sobre la política. Así pues, o se recurre a Solana, ambiguamente político, o a Josep Piqué directamente tecnócrata.


Tengo para mí que este gran cabildeo puede verse favorecido por dos elementos inamistosos a la formación de un gobierno de centroizquierda: uno, los intentos de enmarañar –mejor dicho, desestabilizar el grupo dirigente del PSOE--  por parte de los viejos galápagos de este partido; otro, el complejo del asno de Buridán de Podemos (apoyar o no a los socialistas), que tendría como excusa la incertidumbre de la operación de Pedro Sánchez.


Así pues, huelga decir hasta qué punto sería un fracaso si las fuerzas políticas de centroizquierda no se ponen de acuerdo para formar gobierno. Lo que también le es exigible a Podemos, a quien no le debería temblar el pulso en esa dirección. Digamos, pues, que se debe ir en dirección opuesta al inquietante lema de aquel Robert Walpole: «no mover las cosas cuando están en reposo» (quieta non movere).




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