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José Luis López Bulla Nuestro Enrique Lillo galardonado
José Luis López Bulla



El premio Abogados de Atocha que otorga la Unión Regional de CCOO de Castilla La Mancha quiere siempre resaltar las biografías de aquellas personas que se han distinguido en la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos y en especial de los trabajadores y trabajadoras. Este año el premio ha recaído en un abogado laboralista de CCOO, Enrique Lillo, formidable jurista de excepcional inteligencia y astucia, de una trayectoria sindical impecable, enemigo de la burocracia y de la intolerancia, y brillantísimo defensor de la clase trabajadora. Este blog se honra en dar la noticia en rigurosa primicia en la blogosfera de Parapanda, y anima a sus lectores a acudir a la entrega del premio en Toledo, el 25 de febrero próximo. (Este post ha sido publicado en el blog Según Baylos…)




Enrique Lillo es el coordinador del Gabinete Interfederal de CCOO, y ha trabajado al servicio del sindicato durante toda su vida profesional. Formó parte del Gabinete Confederal de CCOO siendo secretarios generales Marcelino Camacho y Antonio Gutiérrez, y es sin duda alguna uno de los abogados más brillantes y respetados en el foro. Siempre en la izquierda laboralista, es socio fundador de la Editorial Bomarzo y miembro del Consejo Asesor de la Revista de Derecho Social. Ha mantenido una actuación incansable en defensa de los derechos sindicales y laborales tanto ante el Tribunal Constitucional como el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional, además de las Magistraturas de Trabajo. Su presencia en mesas y foros de debate es muy requerida y valorada, por su claridad y capacidad argumentativa y su enorme ironía expositiva. Es un habitual de las Jornadas de Estudio que organiza el Gabinete de Estudios Jurídicos de  CCOO anualmente – las Jornadas de Albacete – así como las que se celebran también en enero en Madrid. Buen conocedor del sindicato, ha mantenido siempre posiciones muy libres, claramente opuestas a las tendencias burocráticas de una parte de la organización. Manchego militante en torno a su pueblo de origen, Carrizosa, es un narrador extraordinario de historias fabulosas que recrean un universo de personajes variopintos e increíbles, sobre los cuales siempre Enrique derrama al final una mirada tierna y una sonrisa amable.


La lucha contra la reforma laboral permanente del 2010 – 2012 le ha permitido protagonizar en muchos casos la acción jurídica contra esa intervención normativa degradante y antisindical. El caso de Coca-Cola y la larga secuela de sus fases procesales le han convertido en un referente casi icónico en la lucha contra la transnacional y sus asesores, al haber logrado una victoria impactante en términos jurídicos frente a la estrategia de diseño organizativo creada por los asesores de la empresa para despedir y amputar los derechos de la plantilla. En otros muchos temas Lillo ha logrado la re-escritura por los tribunales de las normas legales concebidas para reducir los derechos de los trabajadores a un empleo estable y para romper el poder contractual y de presión del sindicato. También en este aspecto, su intervención en el proceso penal contra los 8 de Airbus ha resultado decisiva.


Quienes le conocemos siempre admiramos su sencillez y sentido común, su sentido del humor expansivo, la plasticidad increíble de las historias que cuenta – sus “anécdotas” – y el pragmatismo inteligente que guía sus valoraciones políticas y sobre la conducta humana en general. Es posiblemente un pesimista antropológico que confía sin embargo en la acción colectiva como forma de corregir las tendencias terribles que el capitalismo y la moral burguesa han inducido en la conducta de las personas, cada vez más reducidas a una condición de servidumbre voluntaria. Ante todo sagaz y “fértil en astucias”, como Ulises / Odiseo, Enrique Lillo es hoy más que nunca un referente imprescindible para entender la subsistencia del sindicato como sujeto social cuyo proyecto emancipador cobra sentido y es esencial en el tiempo en el que vivimos, y la necesidad de que la acción colectiva cobre cuerpo en personas y en conductas que hagan creíble el compromiso con un mundo mejor, en donde el sufrimiento y la iniquidad que lleva consigo la explotación del trabajo se anule para siempre.






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