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José Luis López Bulla Los sms del sexto Felipe y su señora esposa
José Luis López Bulla



Los mensajillos de apoyo del sexto Felipe y su esposa Letizia a un tal López Madrid, implicado en asuntos presuntamente turbios, han provocado estupefacción en una buena parte de la ciudadanía española. No hace falta reproducirlos en este medio, pues aparecen profusamente en las redes sociales y en la prensa internacional. La sorpresa (mayúscula donde las haya) viene por la directa relación personal –se diría que demasiado afectuosa— entre los reyes de España con una persona que había sido señalada públicamente por asuntos que olían y no a ámbar. Sorpresa por el compadreo de la reina y su estilo epistolar entre íntimamente infantil y cheli, al que se suma su marido, el sexto Felipe, que se une morganáticamente al apoyo directo de su mujer a ese López Madrid y le invita a comer.


Nada más conocerse la noticia los medios digitales la propagan y, viralmente, pasa a conocimiento de todos: desde los profesores de las escuelas de bellas artes a los próceres de la Real Academia de la Lengua, desde las pescaderías de la Barcelonetaa los tuaregs del Magreb, por no hablar de los maoríes de Nueva Zelanda. La prensa escrita allende de nuestras fronteras la difunde. No así los diarios de alto copete de nuestra piel de toro. Digamos, en primera derivada, que la lucha contra la corrupción tiene sus límites.


En medio de esa polvoreda aparece el ministro Catalá, de Gracia y Justicia, y vuelve a esgrimir la vieja amenaza contra los medios.  Una amenaza estúpida. No se trata tanto de censurar esta primera noticia (todo el mundo la conoce) sino de acollonar a quien siga investigando la cosa, a quien tire de esa manta y sus implicaciones.  Lo que es tan estúpido como lo primero.


De toda esta historia sacamos las siguientes conclusiones: el sexto Felipe es constitucionalmente irresponsable, pero no lo es moralmente; los monarcas han exhibido una extraña solidaridad, que se asemeja a los códigos de ciertas cofradías de nuevo y viejo estilo. De manera que es conveniente que sus majestades están obligadas a revisitar el acto de atrición paterno: «Lo siento, me he equivocao, no volverá a ocurrir». Y ambos, como penitencia, deberían cantar a capella, la vieja canción que inmortalizó Pepe Marchena: «La mancha de la mora con otra verde se quita».



Una observación a Letizia: estando reconocida la palabra «zurullo», o granadinamente, furuyo  ¿por qué usa usted la voz mierda?  




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