Contra el fanatismo y la intransigencia
Ignoro si el maestro Eduardo Mendoza tiene razón cuando afirma solemnemente que casi la mayoría de los libros que se publican actualmente son una birria. Francamente, no tengo opinión sobre el particular porque no he leído todos los libros que actualmente se publican. En todo caso bueno es saberlo para que, a la hora de ir a comprar un libro o ir a la biblioteca municipal, seguir el consejo de las buenas amistades que están al tanto de las cosas. Por mi parte tengo a Mendoza en mis estanterías, especialmente el de La ciudad de los prodigios y La verdad sobre el caso Savolta. El resto de sus escritos es para mí literatura refrescante, lo que no es moco de pavo. A la espera de que la quisquillosa república de las letras se enzarce en otra querelle, me interrogo si eso es una novedad o si, sobre chispa más o menos, es lo que ha ocurrido siempre.
¿No hubo birrias en el Siglo de Oro español? ¿Acaso el mismísimo Cervantesno escribió alguna que otra birria? Y más adelante, ¿no dio don Pío Baroja gato por liebre en más de una ocasión? Disculpen, pienso que el catálogo de birrias está ampliamente presente a lo largo y ancho de la historia de la literatura? Otra cosa, calificar de birria tal o cual libro es, naturalmente, subjetivo: alguien habrá que manifieste que la poesía del Inca Garcilaso es una birria al tiempo que tenga en lo mejor de su estantería a José Mallorquí, el inmarcesible autor de El Coyote. Así es que no se dejen ustedes impresionar demasiado por las palabras de nuestro Eduardo Mendoza, es solo una opinión. Que tiene el interés de ponernos sobre aviso, y que cada cual lo administre con prudencia, sobre la idolatría a los libros. Por eso siguen siendo válidas las recomendaciones a frecuentar el libro.
Mi amigo Paco Rodríguez de Lecea, que sabe del oficio y es hombre tan leído como el viejo Poggio Bracciolini, nos recomienda un libro del afamado periodista Gaziel: De París a Monastir (1). Con prólogo de Jordi Amat. Le tomo la palabra. Y, por mi parte, hago lo propio: recomendar Calvino contra Castellio, de Stefan Zweig (editado por el Acantilado), traducido primorosamente por Berta Vias Mahou.
Zweig arremete concienzudamente contra los fanatismos y dogmatismos, contra el autoritarismo y las dictaduras de toda laya, teocráticas o seglares. Que personifica Calvino que hace quemar al aragonés Miguel Servet y carga violentamente contra Sebastian Castellio, teólogo de la iglesia reformada. Es la lucha de la intransigencia contra el humanismo. Tengo para mí que este potente alegato debe ser leído por todo el mundo: tal vez algunos corregirían sus poquedades mentales. Vale.
1) http://vamosapollas.blogspot.com.es/2016/03/gaziel-en-monastir.html

Font: