Mucho está dando que hablar la editorial de ayer de ElPaís (1). Hay que decir que el diario se ha superado a sí mismo. Y desempolvado aquella violenta literatura de la prensa decimonónica que se estilaba con frecuencia en Madrid. En aquella época que no pocos periodistas mojaban la pluma en cazalla de garrafa y no en los tinteros.
El objetivo explícito de este panfleto –en el peor sentido de su expresión-- es el ataque al hombre. Es el conocido argumento ad hominem. La falacia que destila quien escribe con el cerebro en poder de las uvas. El editorialista ha roto a mi juicio los códigos de la ética periodística. Ha hecho trizas el estilo de una prensa juiciosa tal como postulaba, hace ya muchos años, su declaración fundacional. Ha aparecido como un hooligang rabioso. Es, en definitiva, la conclusión de un proceso de airado sectarismo contra lo que no se orienta en la dirección que dictamina. No me extraña la caída de sus ventas y su crisis financiera.
Cuando leí dicho editorial pensé, estupefacto, que reaccionaba de esa manera porque sus alegatos habían sido desobedecidos activamente por decenas de miles de votantes socialistas. Lo sigo creyendo. Sin embargo, un comentario del maestro Gabriel Jaraba, «gloria y flagelo del periodismo» me pone sobre aviso: con ese editorial El País está marcando rumbo, orientación. O sea, la constatación de que el diario sigue empeñado en marcar políticamentela pauta de la política española. Políticamente, no periodísticamente. Eso es lo que está detrás de su atrabiliaria sintaxis.
En resumidas cuentas, El País se disfraza de Mariscal Mac Mahon diciendo al Gotha socialista «Je suis, j´y reste». O sea, yo sigo. No lo ha entendido así el tosco Corcuera que ha devuelto al PSOE el carnet y el rosario de su madre. No, los viejos galápagos, que nunca mueren, no están huérfanos.