Si la representación política se limitara a este doloroso embudo bipartidista en el que sólo tienen voz PSOE y PP no habría duda sobre quién ganaría en aplausos y acumular más votos, aunque sólo fuera por el preparado ejercicio de funambulismo y malabares con el que no nos sorpendió ayer Rubalcaba. La capacidad del PSOE de “recuperarse” entre bambalinas para un discurso contrario a la práctica diaria, y su habilidad para una cuidada puesta en escena de la ficción, dieron lugar a la puesta en escena de una superproducción en la que Rubalcaba presentaba el obligado ejercicio de oposiciones ante un Zapatero que asistía sonriente a su propio funeral. “Show must be on”, y como representación de su capacidad política (aunque no en el mejor sentido de la palabra) y también camaleónica, el espectáculo ofrecido por Rubalcaba merece mayor puntuación que el de un PP bicéfalo que descuida el attrezzo, un PP semi-dormido (en versión Rajoy de lo más aburrido y perezoso) para continuar –después de unas elecciones ganadas ” sin bajar del autobús”– con las mismas políticas que ahora padecemos, pero aplicadas e intensificadas hasta una dureza máxima (Catalunya, con el Pacto CiU-PP ya es el laboratorio de lo que puede suceder en toda España dentro de unos meses). Mientras, este “superaznar” paranoide que es una rémora imposible de obviar para que el PP pueda gobernar sin que peligre la misma democracia, sigue destilando su discurso de odio (que las cámaras no pueden disimular) contra Zapatero, contra el propio Rajoy y contra toda España.
Al igual que la capacidad de asumir y amortiguar tensiones de la mayoría de mujeres (en especial en tiempos de crisis) también parecen creeer inifinita la tolerancia de la ciudadanía… Una tolerancia hacia discursos políticos de funambulistas, sin coherencia de fondo, y que sólo podían interesar a los que siguen viviendo sin acusar demasiado los efectos de esta estafa mundial en la que se nos ha instalado: la contradicción flagrante entre lo que está haciendo todavía Rubalcaba en un Gobierno en el que manda mucho más que el Presidente, y su propio programa de oposición que presentó con el desparpajo y habilidad que le caracterizan, no dedicó ni un segundo a mencionar lo evidente: que por lo menos era necesaria una frase de autocrítica para que la propuesta se engarzara en un discurso de credibilidad. Hablar a estas alturas de sistemas que mejoran la representatividad –y que le gustan mucho personalmente al candidato– pero que quedan para estudiar en el futuro y aplicar (si es que se llega a eso) en futuros todavía más lejanos, no es de recibo cuando la defensa cerrada a un sistema bipartidista sigue ejerciendo la burla a la igualdad de peso de los votos de cada ciudadano o ciudadana…
Y pensar que el cambio de política que se perpetró en mayo del 2010 y los duros sacrificios que el gobierno sigue dictando e imponiendo — y en el que Rubalcaba manda muchísimo– pueden quedar compensados ofreciendo a Zapatero en expiación para “no acabar como Grecia”… cuando las distancias entre España y Grecia eran y todavía son más que notables, es una propuesta conceptual que no podemos aceptar sin rebajar nuestro propio umbral de coherencia. No están los tiempos para presuponer que las tragaderas de la ciudadanía engullan falacias tan poco elaboradas…
Rubalcaba inbtrodujo en el repertorio guiños cómplices a una parte del 15-M, y sobreactuó sin demasiados remilgos al incorporar a su discurso propuestas más que razonables de Izquierda Unida: en una voluntad cansina y repetida de recuperar para el PSOE todo lo que en este país sería izquierda, “su” programa incorpora la tributación por patrimonio, el control inmobiliario, la responsabilización de los bancos… y una defensa a ultranza de la sanidad pública…. Desde que le oí la letanía de lo que puede hacer y no hace, me ronda por la cabeza la magnífica canción de Mina “Parole, Parole, Parole…”
En fin, que el discurso de Rubalcaba fue como el tinto de verano: mucha publicidad y bien presentado, pero de poca graduación. Un líquido fresquito con algunas burbujas, y bajo contenido de todo: incluso en alcohol… aunque con los calores del verano tenía el grado suficiente para que los militantes socialistas se mostraran animados –¡incluso Montilla, que ya es milagro!– al salir del acto. Estoy segura que hoy el ligerísimo efecto etílico ya ha pasado, y la prueba de la consistencia del discurso de Rubalcaba está dando resultados poco fiables…