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Àngels Martínez i Castells. Los cadáveres económicos de las locuras financieras
Àngels Martínez i Castells.

El DowJones de Industriales, el principal indicador de Wall Street, acabó ayer con una caída del 2,19 % con la que perdió la simbólica cota de los 12.000 puntos, a pesar de que el presidente de EE.UU., Barack Obama, promulgó la ley con la que se evitó que el país entrara en suspensión de pagos Andrew Gombert / EFE

Ayer Wall Street pareció iniciar uno de estos días que hacen temblar el mundo. Quizá el desvarío se consolide hoy en otro viernes negro. El Dow Jones de Industriales cerró con una caída del 4,31% después de sobresaltos y turbulencias generalizadas que pudieron tener en parte su origen en Europa (con las declaraciones de Trichet) y en parte en las dudas acerca de su recuperación económica (de los USA). Ayer leía que uno de los motivos por los que el índice que agrupa a las 30 mayores empresas cotizadas de EE.UU. cayera esta semana 512,76 puntos hasta 1.200,07 y el índice compuesto del mercado Nasdaq se desplomara en un 5,08% para terminar en 2.556,39, debía atribuirse en los Estados Unidos a que el desempleo había disminuido poco para las expectativas levantadas por un informe del Departamento de Trabajo… Sin embargo, no hay que hacer demasiado caso de las causas que los analistas dan para el desencadenante de estas locuras de venta. Recuerdo perfectamente cuando, con la administración Clinton y una economía boyante, en fase alta del ciclo económico, la Bolsa sufrió un ataque de pánico y empezó a caer… simplemente porque los especuladores se habían dado cuenta de repente que la tasa de empleo era demasiado alta y eso podía suponer una subida de salarios. Valoré entonces hasta que punto era cínico y perverso Wall Street que se movía tan sólo por el miedo a perder sus altas cotas de beneficio y se asustaba incluso de perder sus privilegios cuando más personas podían tener empleo y ganar –quizás– unos salarios más decentes.

Esta reacción producida durante la anterior administración del partido demócrata me ratificó a no creerme nada (o por lo menos, no compartir en absoluto) ninguno de los motivos “psicológicos” que pudieran dar esos locos poderosos para sus erráticos y nefastos comportamientos que, sin embargo, influyen tanto en la economía real. Por ejemplo, este pánico traducido en precios de los barriles de petróleo significó una caída del 5,76% para “el crudo de Texas, que perdió así la cota de los 90 dólares por barril por primera vez desde el pasado 18 de febrero, e incluso también con el oro, que tras tocar un máximo histórico intradía de 1.684,9 dólares la onza se vio afectado por la búsqueda de liquidez de los inversores y terminó por bajar hasta 1.659 dólares”, según informa La Vanguardia. Y miren por dónde, esto pueden ser malas noticias para los petroleros texanos, pero podrían ser buenas noticias para los países y las industrias dependientes del petróleo. Pero ya saben que son los intereses petroleros (con declaración de guerras incluidas) los que gobiernan el mundo.

Sobre lo que a lo que pueda suceder hoy en Europa, les remito a lo que Manuel Estapé y Lalo Agustina escribieron ayer, también en La Vanguardia, aunque no me resisto a transcribir este párrafo que sigue las repetidas afirmaciones sobre el escepticismo creciente ante el futuro de la zona euro y el comportamiento de Jean-Claude Trichet cuando aún faltan unos tres meses para que sea operativo el mecanismo de estabilización que se aprobó en la cumbre del pasado 21 de julio. De hecho, tres meses para los especuladores es todo el tiempo del mundo para hacer grandes destrozos en la economía (lo grave es que repercuten en la vida laboral y cotidiana de millones de personas), y más cuando a su locura suicida sólo se oponen parches en los que ni siquiera el terapeuta tiene confianza.

Y en este sentido, Estapé y Agustina escriben: “La evolución de las primas de riesgo desplomó los parquets, que habían empezado el día con la expectativa de que Trichet se mostrara contundente. No fue así y todo se vino literalmente abajo en cuestión de minutos. El Ibex se hundió un 3,89%, en lo que supone su peor caída desde junio del 2010. Cerró en los 8.686 puntos, un 12% por debajo del cierre del año pasado. El resto de las plazas europeas siguieron un camino similar, con caídas de entre el 3% y el 4%. La excepción negativa, por los problemas antes reseñados, la constituyó Milán, donde el batacazo llegó al 5,2%. Europa entera se llenó de cadáveres bursátiles. Entre los más destacados figuraron bancos como Intesa San Paolo o el Lloyd’s, que cayeron un 10%; los fabricantes de automóviles Fiat (-10%) y BMW, Renault y Peugeot, estos tres con caídas del 6,5%; aerolíneas como Lufthansa (-5,6%) y nuevamente bancos, muchos bancos en rojo. En España, la palma se la llevaron la italiana Mediaset (Tele 5) e IAG (Iberia-British), que retrocedieron un 8,3% y 7,1%, respectivamente. La sensación de desamparo es grande. “Sólo el BCE puede parar el contagio en la zona euro” sentenciaba en su editorial el Financial Times en su edición electrónica. La institución federal europea por antonomasia debe asumir el papel de prestatario de última instancia en una unión monetaria con 17 tesoros encargados de la política fiscal en sus respectivos países, sin un tesoro federal ni los tan deseados como utópicos eurobonos. (…) Trichet estuvo confuso y se crispó asegurando no haber dicho “nunca” que se había “interrumpido” el programa de compra de títulos de deuda soberana, iniciado en mayo de 2010 y saldado con la sonada dimisión del presidente del Bundesbank de entonces, Axel Weber, un fundamentalista del monetarismo. El propio BCE ha informado que no ha comprado títulos de deuda desde el abril y cuenta en su balance con títulos griegos, irlandeses y portugueses por valor de 70.000 millones. (…) Trichet tiró del centralismo democrático y provocó sonrisas al asegurar que el BCE “habla con una sola voz” tras tomar una decisión. El Bundesbank no tardaría en informar que su presidente, Jens Weidmnann, rechazó la medida. De lo que no cabe duda, después de ver la cansina y derrotada comparecencia de Elena Salgado el miércoles a las nueve de la noche, es de que las horas y horas de tensiones acumuladas empiezan a castigar a más de uno.”

Como puede verse en el párrafo anterior, lo que es desvarío financiero acaba repercutiendo en empresas industriales y amenazan cientos de miles de puestos de trabajo en Europa. Estamos en manos de irresponsables avariciosos y no podemos defendernos porque el fundamentalismo monetarista nos ata de pies y manos. Nosotros mismos (los países que forman la zona euro de la UE) nos encerramos en una jaula insolidaria que separa la política fiscal de la financiera, que no quiere saber nada de pleno empleo y que condiciona la solidaridad entre naciones a la conveniencia de las más ricas (Alemania, sobre todo) y, contra toda sabiduría económica, vamos hundiéndonos en el desastre, caso diría que sin remedio porque todos los fundamentalismos son también proclives a los sacrificios innecesarios (sobre todo si los sufren los demás).

El único motivo para esperar a que quizás cambien algo las cosas y el BCE reúna más unanimidades para intervenir mejor y con más energía, puede surgir cuando ya sea del todo evidente que la deuda de Bélgica y Francia (y por tanto sus economías) son las siguientes piezas a abatir.

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