Sin duda, está en alza, desgraciadamente, un modelo de mujer muy reaccionario. Lo sabemos y lo padecemos, y pude encontrarlo incluso bajo la etiqueta de “feminismo” en ambientes científicos, cuando todavía podía asistir a Congresos internacionales de mujeres economistas: algunas feministas (las menos, por suerte, y casi todas ellas procedentes de los USA) se declaraban partidarias de modelos neoliberales de los que presentaban versiones poco alteradas para dar cierta visibilidad a las mujeres, con desigual rigor. Sé que en Europa, en general, no se entiende que se pueda llamar feministas a estas mujeres que defienden esos modelos reaccionarios, pero algún día tendremos que empezar a abordar también el papel que juegan en España –y no sólo como personas, sino como mujeres– las Esperanzas Aguirre, las Cospedales y las Santamaría, por remitirme a unas pocas que se dedican a la política. Quizá pueda ayudar el artículo (escrito muy desde la óptica USA, repito) que he traducido con cierta libertad, y consciente de que puede levantar algunos sarpullidos. No comparto que a Sarah Palin o a Michele Bachmann se las pueda vincular con el feminismo pero Naomi Wolf, que vive en aquella sociedad y que es una mujer inteligente, lo hace, y nos advierte de su peligro. Si el riesgo existe, más vale saberlo. Y si no, espero que todo acabe con una sonrisa más o menos amarga con la ayuda de una dosis prudente del buen humor de Bill Maher lanzando sus dardos envenenados sobre Sarah Palin y Michele Bachman, envueltos “no en sexismo, sino en verdad”.
El artículo de Naomi Wolf, se ha publicado en Reader Supported News, se titula: “Las feministas reaccionarias de Estados Unidos” y se pregunta qué tienen Palin y Bachmann que las hace tan atractivas para el público estadounidense…
“Es obvio que ni la izquierda ni los medios de comunicación convencionales de los Estados Unidos pueden entender el atractivo popular de esas dos tigresas republicanas – primero fue Sarah Palin, y ahora, cuando ya se consolida su condición de candidata a la presidencia por el Partido Republicano, Michele Bachmann. ¿Qué tienen esas mujeres que muchos estadounidenses parecen querer –y de lo que carecen otros candidatos?
La prensa, de manera habitual, se burla de ambas . En el caso de Palin, la percepción dominante es que su coeficiente intelectual es bastante flojo: un video en el que se muestra incapaz de mencionar un solo periódico o revista que lea regularmente tuvo millones de visitas en YouTube durante las últimas elecciones presidenciales. A Bachmann, por otra parte, se la presenta un poco desquiciada. De hecho, puedo asegurar por experiencia personal que debatir con ella es encontrarse con alguien que está absolutamente segura de hechos que deben existir en algún lugar, en un universo paralelo. Pero sería un error menospreciar su capacidad de atracción sin hacer ningún esfuerzo por entenderla. Y esto es especialmente cierto en el caso de Bachmann. Palin no ha logrado obtener el apoyo y la tutela del Partido Republicano, y seguirá siendo siendo una persona extrañamente atractiva como personaje mediático. Sin embargo, Bachmann, curiosamente, podría llegar a ser presidenta de los Estados Unidos.
La naturaleza de la atracción de estas dos mujeres tiene que ver con dos corrientes del pensamiento americano a las que tanto la izquierda EE.UU. como los medios de comunicación se muestran totalmente ciegos. Una de ellas es la tradición estadounidense de la demagogia populista – una tradición de la que, en el siglo XX formó parte el racista padre Charles Coughlin en la década de 1930, el anticomunista cazador de brujas de Joe McCarthy en la década de los 1950, y el radical Malcolm X en la década de los 1960. Los líderes populistas inspiran una devoción apasionada, por lo general, en personas que se sienten (y muchas veces lo son) económica, política y culturalmente marginadas.
La energía de estos movimientos populistas se puede dirigir hacia el bien o hacia el mal, pero los demagogos utilizan en los EE.UU tácticas similares para alcanzar la visibilidad y el poder: suelen utilizar la retórica emotiva. A menudo se inventan oscuras redes de fuerzas de “elite” confabuladas contra la gente normal y decente. Crean un escenario de “nosotros contra ellos”, y piden a sus oyentes que crean que sólo ellas pueden devolver la dignidad a América y articular los deseos de las personas a las que nunca se escucha.
Palin y Bachmann hablan este lenguaje muy personal y emocional que la mayoría de los hombres republicanos tienen dificultad en emular. En las últimas tres décadas, la política de los Estados Unidos dominada por los hombres se ha convertido en algo cada vez más abstracto, lejano y profesionalizado. Este estilo no ayuda demasiado a la demagogia, pero no inhibe a la tigresas a la derecha(…). Por tanto, Palin se siente libre para hablar de “asesores de la muerte” – una amenaza completamente falsa que pretende desprestigiar el presidente Barack Obama y la reforma de la sanidad- y Bachmann puede invocar el espíritu de McCarthy para aumentar el espectro igualmente absurdo de los tentáculos del socialismo infiltrado en los niveles más altos de gobierno. Ambas pueden hacer declaraciones como las “mamás del hockey” o las “mamás del fútbol” utilizando precisamente ese tipo de emotividad que parece estar vedado a los políticos profesionales masculinos, más secos y concisos en sus declaraciones –sobre todo si pertenecen a la dirección del partido.
La segunda razón del atractivo que Bachmann y Palin tienen para tantos estadounidenses -y que no debe subestimarse- tiene que ver con una seria distorsión histórica del feminismo. Porque el feminismo en los años 1960 y 1970 se articuló a través de instituciones de izquierda. En Gran Bretaña se alió a menudo con el movimiento laborista, y en los EE.UU. renació con la New Left. Estos dos hechos provocaron el sobreentendido de que el feminismo, por sí mismo, debía ser de izquierdas. Pero de hecho el feminismo puede armonizar filosóficamente con los valores conservadores, y de manera especial con los liberales.
El núcleo del feminismo es la elección individual y la libertad, y estas corrientes son hoy más fuertes en los USA en el movimiento del Tea Party que en la izquierda. Pero, aparte del atractivo de estos conceptos, existe un electorado poderoso de mujeres de derechas en Gran Bretaña, Europa Occidental y en los EE.UU. que no ven sus valores reflejados en las medidas colectivas de política social ni en las cuotas de género y prefieren lo que consideran el individualismo de las fuerzas desatadas del libre mercado, el campo de juego capitalista, y un Estado débil que no interfiera en sus opciones personales. Muchas de estas mujeres son socialmente conservadoras, apoyan firmemente las fuerzas armadas, y la religión (…) pero pueden considerarse feministas, aunque no compartan lo que se reconoce como “sisterhood” (“sororidad”) o incluso lleguen a rechazar la etiqueta de feministas. En el caso de Palin -y en especial en el de Bachmann– no debemos pasar por alto, por nuestra seguridad, el gran atractivo que puede tener este feminismo de derechas.”