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Àngels Martínez i Castells. Human Rights Watch informa sobre los crímenes de guerra en Somalia
Àngels Martínez i Castells.

Daniel Bekele, director para África de Human Rights Watch presentó ayer el informe de  58 páginas, “‘You Don’t Know Who to Blame’: War Crimes in Somalia” (“‘No sabes a quién culpar’: Los crímenes de guerra en Somalia”) en el que se denuncia que todas las partes en el conflicto armado de Somalia han cometido violaciones graves de las leyes de la guerra. Todos estos crímenes contribuyen de manera decisiva a la catástrofe humanitaria del país, y según la organización todos son responsables:  el grupo armado islamista al-Shabaab, el Gobierno Federal de Transición (GFT) somalí, las fuerzas de pacificación de la Unión Africana (AMISOM) y las milicias somalíes respaldadas por Kenia y Etiopía.

La población civil se ha llevado la peor parte de los combates, afirma Human Rights Watch. Todas las partes han empleado artillería en la capital, Mogadiscio, con métodos ilegales que han provocado bajas civiles. Al-Shabaab ha lanzado indiscriminadamente fuego de mortero desde zonas densamente pobladas, y las fuerzas del GFT y la AMISOM han respondido con frecuencia de la misma forma con contraataques indiscriminados. Como consecuencia, la población civil no ha sabido a quién recurrir para ponerse a salvo. Aunque la supuesta retirada de al-Shabaab de Mogadiscio podría dar cierto respiro a la población civil de la capital expuesta a los incesantes combates. “Ninguna de las dos partes evita atacar a la gente”, dijo a Human Rights Watch una mujer que había huido de Mogadiscio. “A veces resulta que la persona con la que has desayunado por la mañana muere por disparos de mortero en la tarde”.

Los somalíes describieron también a Human Rights Watch la implacable represión y brutalidad diarias en las zonas bajo el control de al-Shabaab. Las penas duras, notablemente las flagelaciones y las ejecuciones sumarias, que incluyen decapitaciones públicas, son un castigo habitual para aquellos que violan las leyes opresivas de los militantes o son acusados de traición. Al-Shabaab recluta por la fuerza a niños y adultos para sus tropas. Priva a los residentes en áreas bajo su control de urgente asistencia humanitaria, como alimentos y agua, e impide que huyan a zonas más seguras. En la mayoría de los casos, tampoco ha garantizado la seguridad básica y la protección de los derechos humanos en las áreas limitadas bajo su control,  han cometido graves violaciones de los derechos humanos, que incluyen casos generalizados de arrestos y detenciones arbitrarias, restricciones de la libertad de expresión y asamblea, y ataques indiscriminados con daños a la población civil.

Las intervenciones de agentes externos en Somalia han sido contraproducentes y han contribuido a continuas amenazas contra la seguridad. Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas ofrecen apoyo al GFT sin hacer un esfuerzo significativo por presionar a sus líderes para que frenen los abusos.   La escalada de los combates ha provocado un desplazamiento masivo de la población de Mogadiscio, así como de otras regiones fronterizas. Kenia lleva mucho tiempo acogiendo a varios centenares de miles de refugiados somalíes: sin embargo, durante 2011, los combates y la sequía han hecho que cientos de miles de somalíes abandonen sus hogares, y más de 100,000 de ellos han cruzado la frontera con Kenia.  Sin embargo, as investigaciones de Human Rights Watch desde 2010 han determinado que los refugiados sufren extorsión y violencia policial, arrestos y detenciones arbitrarias, y deportaciones ilegales a Somalia, prácticas que han continuado durante 2011. Los refugiados toman caminos alternativos peligrosos para evitar a la policía keniana, pero que los bandidos les habían robado y violado a lo largo de estos caminos. A 24 de julio, el campamento de refugiados de Dadaab, construido originalmente para albergar a 90,000 personas, tenía una población registrada de 390,000 refugiados. Los refugiados somalíes recién llegados se enfrentan al hacinamiento y condiciones de vida inhumanas en los campamentos.

“You Don’t Know Who to Blame” (“No sabes a quién culpar”) contiene algunos testimonios estremecedores, como el de una mujer de 37 años de Mogadiscio que huyó de los ataques de artillería indiscriminados: “Ninguna de las dos partes evita atacar a la gente. A veces resulta que la persona con la que has desayunado por la mañana muere por disparos de mortero en la tarde. A al-Shabaab le gusta disparar sus armas desde áreas residenciales, sabiendo muy bien que la parte va a responder disparando contra ese lugar. Entonces al-Shabaab se retira. Y al GFT y la AMISOM no les importa si hay civiles o no en los lugares contra los que disparan. No sabes a quién culpar: ¿le echas la culpa a al-Shabaab por esconderse entre la gente, o al Gobierno por contraatacar el mismo sitio desde donde recibieron los disparos?”

Otro caso entre miles es el de una anciana de Dhobley que fue atacada cuando se dirigía a Dadaab: “Hace tres días de que salí de Dhobley [en camioneta]. Nos robaron por el camino. Éramos unos 40, y llegaron diez hombres con rifles y nos los pusieron en el cuello, y había otros diez en los matorrales. Separaron a los hombres y las mujeres y nos dijeron que entregáramos los celulares, el dinero y todo lo que tuviéramos. Algunas muchachas fueron violadas, unas seis de ellas. En mi caso, sólo me pusieron un arma en el cuello y me quitaron el dinero y el teléfono móvil, ya que soy una persona anciana y no me violaron.

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Pueden leer todo el texto en  Somalia: Poner fin a los crímenes de guerra para ayudar a frenar la hambruna


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