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Àngels Martínez i Castells. Paul Krugman en Islandia, un país diferente
Àngels Martínez i Castells.

Me parece tremendamente oportuno difundir esta traducción hecha a vuela pluma sobre el artículo que Paul Krugman ha escrito desde Reykayvic el triste día que se ha sabido que el paro, en España, ha prácticamente alcanzado los 5 millones de personas, y con obcecación criminal, se insiste por parte de Patronal, Gobierno y los principales partidos de la supuesta oposición (PP y CiU) en las políticas que Krugman denuncia:

Los mercados financieros se están animando ante el acuerdo de ayer jueves en Bruselas. De hecho, en relación con lo que pudo haber pasado – que no se hubieran puesto de acuerdo en nada – el hecho de que los líderes europeos se pusieran de acuerdo en algo, aunque sea vago en detalles y puede resultar insuficiente, es un hecho positivo.

Pero vale la pena dar un paso atrás para mirar el cuadro con más perspectiva, es decir, al fracaso absoluto de una doctrina económica – una doctrina que ha causado un daño enorme tanto en Europa como en Estados Unidos.

La doctrina en cuestión afirma que, en caso de crisis financiera, los bancos deben ser rescatados pero la gente en general debe pagar el precio. Así, una crisis provocada por la desregulación se convierte en un motivo para avanzar aún más a la derecha, hacia un desempleo masivo, en lugar de estimular la actuación pública creando puestos de trabajo. La crisis se convierte en una era de austeridad, en la que se recortan el gasto público y los programas sociales.

Esta doctrina se ha vendido asegurando que no había otra alternativa – que tanto los rescates como los recortes son necesarios para satisfacer los mercados financieros – y afirmando que la austeridad fiscal significa creación de empleo. La idea es que los recortes en el gasto darán confianza a los consumidores y a las empresas. Y esta confianza, supuestamente, estimulará el gasto privado, compensando sobradamente los efectos recesivos de los recortes gubernamentales.

Algunos economistas no estaban convencidos. Un crítico cáustico se refirió a que los efectos expansivos de la austeridad tenían el mismo valor que creer en el “hada de la confianza”. Bueno, ese era yo.

Pero la doctrina, sin embargo, ha sido muy influyente. La austeridad para la posterior expansión ha sido defendida tanto por los republicanos en el Congreso USA como por el Banco Central Europeo, que el año pasado instó a todos los gobiernos europeos – no sólo a los que tenían dificultades fiscales – a comprometerse en una “consolidación fiscal”. Y cuando David Cameron se convirtió en primer ministro de Gran Bretaña, puso inmediatamente en marcha un programa de recortes de gastos en la creencia de que esto podría impulsar la economía – una decisión que fue recibida con elogios aduladores por parte de muchos expertos estadounidenses.

Hoy puede verse cuáles son los resultados de esta política, y el panorama no es nada alentador. Grecia ha sido empujada por las medidas de austeridad a una recesión cada vez más profunda – y en un informe clasificado distribuido a los líderes europeos la semana pasada se llegaba a la conclusión de que el programa de ajuste al que se la somete no es viable en absoluto. Por su parte, la economía británica se ha estancado bajo el impacto de la austeridad y la confianza de las empresas y los consumidores se ha desplomado, al contrario de lo que se preveía.

Tal vez lo más revelador sea lo que se presenta como una historia de éxito. Hace unos meses varios expertos comenzaron a saludar los logros de Letonia, que después de una recesión terrible logró reducir su déficit presupuestario y convencer a los mercados de que era fiscalmente sólida. Eso fue, de hecho, impresionante, pero al costo de una tasa de desempleo del 16 por ciento y una economía que, cuando ha empezado a crecer, es un 18 por ciento menor de lo que era antes de la crisis.

Así que el rescate de los bancos, mientras se castiga a los trabajadores no es, de hecho, una receta para la prosperidad. Pero, ¿hay alternativa? Bueno, es por eso que estoy en Islandia, para asistir a una conferencia sobre un país que hizo algo diferente.

Si usted ha estado leyendo sobre la crisis financiera, o ha visto películas sobre el tema como la excelente “Inside Job”, sabe que Islandia era el ejemplo más notable del desastre económico: sus banqueros fugitivos dejaron al país con enormes deudas y abandonaron Islandia en una situación desesperada.

Pero algo curioso sucedió en el camino hacia el Armagedón económico: la desesperación  ha hecho imposible un comportamiento convencional, y la nación se ha sentido libre para romper las reglas. Cuando todos los demás países recataban a los banqueros y obligaban a la población a pagar el precio, Islandia dejó que los bancos quebraran y,  en lugar de reducir, amplió su red de seguridad social. Cuando todo el mundo estaba obsesionado con tratar de aplacar  los inversores internacionales, Islandia impuso controles temporales a la circulación de capitales para tener espacio de maniobra.

Entonces, ¿cómo le está yendo a Islandia? Bueno, no ha evitado los graves perjuicios económicos ni una caída significativa en los niveles de vida. Sin embargo, ha logrado limitar  el aumento del desempleo y el sufrimiento de los más vulnerables, la red de seguridad social ha sobrevivido intacta, del mismo modo que la más elemental decencia de su sociedad. “Las cosas podrían haber sido mucho peor” puede no ser la consigna que despierte más entusiasmo,  pero cuando todos esperaban un desastre total, significa de hecho  un triunfo de la política.

Y hay una lección para el resto de nosotros (los que no hemos seguido el camino de Islandia),  No era necesario el sufrimiento de tantos y tantos de nuestros conciudadanos. Si éste es un momento de dolor increíble y de una sociedad mucho más dura, ha sido como resultado de una opción concreta. Y no tenía por qué haber sido así.

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