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Àngels Martínez i Castells. Si te ingresan en el hospital, tráete la manta de casa
Àngels Martínez i Castells.

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Después de cuatro años de grandes recortes presupuestarios en los que la sanidad pública española ha perdido casi 7.200 millones de euros, excelentes periodistas como Elena Sevillano, María R. Sahuquillo, con informaciones aportadas por Antía Castedo y otras periodistas de distintas comunidades, trazan una radiografía de la sanidad que solivianta y atemoriza. De eso se trata, precisamente. Desde el ministerio de Ana Mato, secundada por los Boi Ruiz de cada Comunidad salvo dignas y escasísimas excepciones, utilizan todas las tretas más indignas para que acudamos en masa a la sanidad privada, desprestigiando la pública y haciéndola tan inconfortable como, presuntamente, insegura. Desde listas de espera desesperantes hasta falta de material, o aplazamientos inexplicables de operaciones cuando la paciente ya estaba entrando en quirófano. Una gran ceremonia de confusión que juega con fuego: con nuestro derecho a la salud y nuestra vida. Nos explican que “el sistema, que tradicionalmente ha estado infrafinanciado —se calcula que gasta más de un 7% de lo presupuestado—, ya no soporta más tijeretazos en las grandes partidas. Pero las facturas aprietan. Así, además de continuar con los recortes en recursos humanos —que, junto con farmacia, se llevan un gran pedazo de la tarta presupuestaria— , los gestores se están centrando en el pequeño ajuste. Se mira hasta el más mínimo detalle: desde revisar los horarios de los centros, a recortar material —sanitario y no sanitario—, en la comida o en limpieza.”

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Tráigase la manta de casa. En el hospital general de Alicante los servicios periféricos —hostelería, lavandería, etcétera— se están degradando. Mientras el consejero de Sanidad, Manuel Llombart, inauguraba un escáner de última generación, algunos pacientes se veían obligados a llevarse de sus casas ropa de cama. En el centro, referencia para 1,9 millones de personas, han llegado a faltar mantas, almohadas, sábanas y pijamas, como han denunciado los sindicatos, debido a los recortes en el departamento de lencería. Este servicio del hospital ha pasado de tener diez lavanderas y costureras en 2009 a solo cinco para tratar las cuatro toneladas diarias de sábanas que se mueven en un centro de más de 800 camas. La carencia se nota también en los pequeños detalles: si ingresa un paciente de dimensiones superiores a la media no hay nadie que pueda adaptarle la bata.

Los facultativos del hospital se quejan también de que hay días en los que recorren varias plantas para buscar un pijama que ponerse. “Hace unas semanas, las enfermeras de Neumología estaban que trinaban. Les dieron 10 juegos de cama para 30 pacientes, hay que sortear quien se queda con un cambio y quién no. Dicen que es generalizado, pero para cambios diarios no hay, solo para los dos pacientes de gripe A”, cuenta Paloma Serrano, que ha estado ingresada una semana en la planta. Una portavoz del centro asegura sin embargo que no se ha detectado ningún problema de falta de material.

Pero no es la única región donde la ropa de cama escasea. En el servicio de diálisis del hospital Clínico de Valladolid apareció en febrero pasado un cartel —con membrete y sello oficial del servico de salud de la región— que informaba a los pacientes de que debían “traer de sus casas las almohadas que cada uno estime oportuno”. “Solo se proporcionarán”, añadía, a los pacientes que “estén ingresados” en el hospital. Tras saltar a las redes sociales, una portavoz del servicio castellanoleonés señaló que el cartel se colocó en el centro “sin contar con la dirección del hospital”. “En cuanto se tuvo conocimiento de ello, se retiró inmediatamente y el servicio sigue funcionando como siempre”, afirmó.

Sin pañales ni compresas. En el hospital Vall d’Hebron de Barcelona, los recién nacidos ya no tienen pañales gratis durante su estancia. A los bebés se les pone uno cuando nacen, pero luego son las familias las que se tienen que encargar de llevar el resto. “Se les avisa por escrito cuando ingresan”, explicó una portavoz del centro, quien aclaró que a los que llegan con alguna patología y se les deja ingresados sí se les suministran todos los pañales. Este recorte, explican fuentes sanitarias, se ha generalizado ya en la mayoría de los hospitales gestionados por el Instituto Catalán de la Salud (ICS).

Lo mismo sucede con las compresas que utilizan las madres cuando acaban de parir, que antes también se daban en abundancia. Responsables del centro afirman que el hospital ha instalado varias máquinas dispensadoras con material para recién nacidos —como pañales, toallitas, tetinas y baberos— a “precios reducidos”.

Sopa con cucharillas de postre. Los cocineros y pinches del Hospital San Pedro de Alcántara, en Cáceres, denunciaron en enero a la gerencia la preocupante falta de cubertería (cucharas, cuchillos…) que sufrían. La situación en días puntuales fue tal que los enfermos tuvieron que comerse la sopa con cucharillas de postre de material desechable. El sindicato UGT asegura que no es un hecho aislado, que en otras ocasiones han faltado tapas de las tazas de desayuno o material de limpieza en las cocinas.

Los recortes o la falta de liquidez están provocando ajustes bastante cicateros. En algunos ambulatorios del centro de Alicante los facultativos aseguran incluso que falta papel para limpiar el gel conductor que se utiliza en las ecografías. Pequeñas carencias que complican el trabajo y suponen, también, una pérdida de calidad en la atención. “El material desechable ha bajado una barbaridad en los últimos dos años. A veces no hay ni folios para recetar. Antes siempre había stock de medicamentos y ahora el suministro de fármacos ha caído estrepitosamente. Si viene un paciente con un golpe no le puedes dar un gelocatil, has de recetárselo”, cuenta el responsable de Atención Primaria del sindicato médico CESM en Alicante, Víctor Pedrera.

¿Y si enferma el único celador? A los responsables de un centro de salud de la provincia de Sevilla se les planteó hace unas semanas una disyuntiva: o hacían una excepción en la política instalada en los últimos años de no suplir con contratos de sustituciones la inmensa mayoría de las bajas laborales o no podían abrir el centro. El celador estaba de baja, no lo habían sustituido, y el administrativo que hacía sus funciones se puso enfermo. Al final se acabó contratando a un sustituto, y el centro abrió, pero la anécdota, revelada por el secretario general de Servicios Sociales y Sanitarios de UGT en Andalucía, Antonio Macías, ilustra el principal problema del que alertan los profesionales, no solo del Servicio Andaluz de Salud, sino de toda España: la escasez de recursos humanos. “El nivel de sustituciones es ínfimo, como nunca se ha conocido”, asegura Macías.

La percepción de los sanitarios que están sobre el terreno cuando miran a su alrededor es acertada. Los datos de la Encuesta de Población Activa, indica el experto José Ramón Repullo, muestran un descenso del empleo en el sector sanitario y social de entre 40.000 y 50.000 personas.

En todas las comunidades autónomas hay quejas porque no se sustituyen las bajas. Con las plantillas de médicos, enfermeros y técnicos ya en mínimos, se sigue recortando en otras categorías laborales, como en los celadores en el Hospital 12 de Octubre de Madrid. El sindicato CSI-F denunció hace unas semanas que de los 444 trabajadores de la plantilla oficial del centro, solo estaban cubiertas 350 plazas. Los celadores, como explican fuentes del hospital, son los que trasladan a los pacientes a las pruebas diagnósticas o al quirófano. De que estén cuando se les necesita depende que se cumplan los horarios. “Ha habido retrasos de hora y medio respecto a la entrada en quirófano por la falta de trabajadores”, señalan. Pese a que el hospital inicialmente lo negó, poco después anunció la contratación de seis nuevos celadores.

Pacientes sin merienda. Hace más de un año que los enfermos del Hospital Josep Trueta de Girona ya no reciben un tentempié que les suministraba el hospital para aguantar entre la cena —que se sirve alrededor de las siete de la tarde— y el desayuno, a las ocho de la mañana. Ese ressopó (como se le llama en catalán) consistía en un yogur, un vaso de leche caliente con galletas, un zumo de frutas o un flan, según el día. “Ahora solo se les da a los diabéticos”, cuenta María Àngels Rodríguez, delegada de CC OO en el centro. Los trabajadores del turno de noche del centro ya no pueden contar con el bocadillo, ensalada o caldo, con fruta o magdalena, que el hospital les daba de cenar. Dejó de suministrar este avituallamiento en junio del año pasado, y calcula que con esta medida se ahorra unos 90.000 euros al año. El hospital declinó comentar su decisión(…).

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