En cada periodo de sesiones, al grupo de l’Entesa pel Progrés de Catalunya nos toca una moción. La próxima la haré yo y he decidido tratar el genocidio armenio del que se cumple el primer centenario. España es uno de los estados que no se ha pronunciado sobre el mismo. En 2010 y 2012 el PP y el PSOE votaron en contra de dos mociones presentadas en el Congreso por ERC y Amaiur sobre el genocidio. Los precedentes no son buenos, aunque me anima pensar que si fueron capaces de votar en el Parlamento Europeo una resolución el pasado 15 de abril, por coherencia lo harán en el Senado 20 días después. ¡Ya se vera!
El genocidio contra los armenios que vivían en el Imperio Otomano se prolongó del 1915 al 1923 y se calcula que murieron alrededor de 1’5 millones de armenios. El jurista Raphaël Lemkin acuñó y definió el término genocidio estudiando las masacres perpetradas por los otomanos contra la población Armenia. Para Lemkin la definición de genocidio implica no solo la motivación de aniquilar, sino también “un plan coordinado que se dirige hacia la destrucción de los fundamentos esenciales de una nación o grupo”. Todos los historiadores dan por hecho que lo ocurrido en en el Imperio Otomano a partir del 1915 fue un genocidio.
Aunque se han dado pasos hacia adelante, como han sido el reconocimiento de las matanzas por autoridades turcas y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Republica de Armenia y la Republica de Turquía, el gobierno de Ankara sigue negando el genocidio.
¿Son útiles estas mociones? Creo que si. Hablar de los genocidios, condenarlos, no solo es un justo reconocimiento hacia las víctimas y sus descendientes. Permite también realizar una pedagogía sobre lo que sucedió, que como muy bien afirmaba Primo Levi, “lo que pasó puede volver a suceder”.