Artículo a La Vanguardia en resposta al de Pedro Nueno
Querido profesor Nueno: leí con interés la carta que nos enviaste a los sindicatos. Y con sorpresa. El tono distendido de tus reflexiones me invitaba a sonreír con tus giros nostálgicos sobre la altura de miras de nuestros representantes en los primeros tiempos de nuestra democracia, aunque también sugería un punto de frivolidad que me preocupó cuando, como hoy, nos enfrentamos a una de las situaciones económicas más complejas y duras, al menos para los trabajadores. Estimado profesor, después de años de moderación en los salarios y beneficios empresariales históricos… ¿no crees que somos los que más arrimamos el hombro? Está bien apelar al entusiasmo colectivo, como si se tratara de un cursillo acelerado de inteligencia emocional, pero puede ser improductivo cuando a los que diriges tu llamamiento tienen salarios de menos de 1.000 euros, horarios imposibles que les impiden atender a sus obligaciones familiares y además trabajan cada día bajo la espada de Damocles en forma de contrato temporal y despido gratis. ¿Entusiasmo? Te puedo asegurar que hay que ser todo un entusiasta para no deprimirse ante ese escenario.
Entiendo que te parezca un esfuerzo trabajar incluso los sábados y desde cualquier parte del mundo. Les parece lo mismo a los trabajadores de las grandes superficies que lo hacen todos los sábados y además atienden a todo el mundo, con una sonrisa optimista.
Sinceramente, estimado profesor, y dicho sea con todo el respeto, ni ese atisbo de crítica a los empresarios sirve para compensar el desequilibrio que se desprende de tus opiniones escritas. No eres justo cuando descargas el peso de las soluciones a la crisis sobre las espaldas de los más humildes, mientras dejas que se vayan de rositas los especuladores financieros e inmobiliarios que también tienen que ver con lo que nos está ocurriendo. Es más, estos que dejas escapar generosamente son los verdaderos responsables de la crisis. No te atienes a los hechos cuando apelas al pasado para poner en evidencia las carencias sindicales de hoy en día, y nos pides que vociferemos menos y nos pongamos las pilas, ahora que precisamente acabamos de firmar un acuerdo salarial con la patronal que dará estabilidad a la negociación colectiva en los próximos meses. Pero eso, querido profesor, los sindicatos debemos combinarlo con el ejercicio de nuestra capacidad legítima de presión a través de la movilización en defensa de los intereses de la mayoría.
Dices, y espero que no sea mofa, que habría que jubilarse a los 80 años. De hecho ya es posible, pero no estaría de más que mejoraran los incentivos para aquellos que quieren o pueden permanecer en activo hasta esa edad. Pero piensa en aquellos que llevan toda su vida en una cadena de montaje, en un taller, en un andamio, barriendo calles, atendiendo al público, dejándose la vista delante de un ordenador, atendiendo teléfonos durante horas, apagando fuegos, asistiendo a enfermos o dando clases a 25 efervescentes niños. Piensa en ellos y en muchísimos más que, después de trabajar toda la vida, tienen derecho a descansar y a percibir la pensión que ya se han pagado. No merecen que se les atemorice con el futuro del sistema público, por mucho interés que tengan las entidades financieras en vender sus fondos de pensión privados.