He estado dando una vuelta por archivos que creía perdidos. Ando buscando mis primeros textos de denuncia a esta Unión Europea que nos blinda ahora constitucionalmente (aunque pocos quieran reconocerlo) los preceptos neoliberales del Tratado de Maastricht y del pacto de estabilidad y crecimiento que no ha propiciado ni la una ni lo otro. Escribí denunciando los dogmas del talibanismo monetarista desde su misma firma, en 1992, y sólo lamento que no estén informatizados los números del Avant donde, durante largos periodos, casi todas las semanas escribí sobre economía y la construcción europea. Finalmente, en un diskette –de esos que ya son casi una pieza de museo– he encontrado este billete del 2003. No sé lo que ustedes pensarán… yo he tenido la sensación de que algunas personas, desde las izquierdas, hemos estado gritando demasiado tiempo que venía el lobo sin que los “listillos” de la política nos quisieran hacer ningún caso… Instalados en el delirio de la epidemia neoliberal que provocó muchas menos bajas a diestra que a siniestra, se sentían demasiado sabios (y recibían demasiados halagos de quien bien no nos quería) para escuchar advertencias. En este caso, como en tantos otros, con recomendaciones que ahora les parecerán obvias y tibias, y que formulaban en el 2003 los Economistas Europeos por una Política Económica Alternativa cuyo su primer Euromemorandum crítico data de 1997. Y ahora, por desgracia, se demuestra que las advertencias no eran fábulas. Que, al revés del cuento, el lobo estaba realmente viniendo. Y aquí está, devorándonos.
Este artículo lo titulé “Menos Maastricht y más democracia”, y es que la historia no empieza hoy, ni las amenazas de que la economía subvierta la política en un neo-fascismo del que asoman demasiadas pruebas empiezan ahora.
“La rotura unilateral de Francia y Alemania de la estúpida condición del déficit público (que según el Pacto de Estabilidad y Crecimiento no podía superar el 3% del PIB de cada país miembro de la UE) ha puesto de manifiesto, una vez más, la arbitrariedad de la medida y la insultante prepotencia de los países grandes – o la validez y complicidad, cada vez más fraguada e invasora, del eje París – Berlín. Sin embargo, para los que desde hace tiempo venimos denunciando el injustificado rigor de las condiciones de Maastricht, hay pocos motivos de alegría. En primer lugar, tal como nos recuerda el Memorandum de los Economistas Europeos por una Política Económica Alternativa, “en la segunda mitad de 2003 la economía europea se ha visto atrapada en una fase de estancamiento y peligrosamente cerca de una espiral deflacionaria”, en tanto que continúa la falta de estrategias macroeconómicas para luchar contra el paro y estimular un crecimiento respetuoso con el medio. Las expectativas de crecimiento han ido disminuyendo a la baja, desde el 1,8% de noviembre de 2002 hasta el 0,4% del pasado octubre, y sigue “pareciendo una cifra demasiado optimista, ya que la inversión ha ido disminuyendo en los últimos dos años “.
Lo más escandaloso, sin embargo, es que la tasa de incremento real de los salarios está por debajo del 1%, y la participación de los salarios en el PNB puede representar el 68,1% del PNB en 2004, cuando en los años noventa era de una media del 69,2%. A pesar del estancamiento, pues, continúa incrementándose la desigualdad en la distribución de la renta.
En esta coyuntura, Francia y Alemania, –y a pesar de que en este último país gobierne una coalición socialdemócrata y verde que, desde el punto de vista económico, es tan fundamentalista como cualquier gobierno neoliberal recortando subsidios al desempleo y ayudas al bienestar– se han saltado el techo del déficit fiscal y seguirán haciéndolo en los próximos meses o años, sencillamente por su política electoralista de reducir impuestos, en especial sobre los beneficios, rentas del capital y las rentas más elevadas. Es decir, no se ha roto el techo del 3% para favorecer las políticas de pleno empleo ni un crecimiento más equilibrado, o mejorar la situación de los trabajadores y trabajadoras, sino todo lo contrario: porque la propia lógica del Pacto de Estabilidad y el recorte de impuestos a los más ricos, han llevado a la disminución de los ingresos fiscales en una espiral perversa a la que conviene poner fin.
Que quede claro que la solución no pasa porque Francia y Alemania sufran ahora las sanciones que en su momento se quisieron imponer a Portugal y Holanda –dos países considerablemente más pequeños que sí tuvieron que tomar serias medidas para reducir sus déficits a costa de empeorar aún más sus economías– ni estamos exigiendo, en absoluto, la plena validez del Tratado de Maastricht. Lo que estamos diciendo es de hecho todo lo contrario: es decir, que el PEC no debería haberse firmado nunca, y que ahora debería quedar definitivamente en suspenso NO por el incumplimiento de los dos grandes países , sino porque en mayo del próximo año entrarán 10 nuevos socios en la UE con rentas mucho más bajas y desequilibrios mucho más importantes, y lo que hace falta es garantizar una reordenación total de la política económica de forma que se entierren definitivamente los supuestamente intocables dogmas monetarios y se ponga en el centro de las políticas públicas europeas el bienestar social y económico de las personas.
En este sentido, quiero destacar cuatro propuestas que los Economistas Europeos por una Política Económica Alternativa están difundiendo (en el año 2003)
Primera: Ampliar la función y Sistema Europeo de Bancos Centrales hasta asumir los objetivos de crecimiento sostenible, pleno empleo y cohesión social.
Segunda: Abandonar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento o como mínimo alterarlo de manera substancial para poder conseguir los anteriores objetivos
Tercera: Incrementar el presupuesto de la UE de forma notable para permitir que la UE maniobre contrarrestando, entre otras, las importantes desigualdades regionales existentes en la UE. A fin de poder financiar este incremento deberán crearse determinados impuestos europeos, por ejemplo, sobre los movimientos de capital del mercado financiero y determinadas tasas ecológicas.
Cuarta: Acabar con la competencia fiscal, sustituida por un alto nivel de armonización y fuerte cooperación en política fiscal, mientras no sea una realidad su completa armonización.
Estas reformas, entre muchas otras que el Memorandum pone a discusión, parecen especialmente importantes ante la próxima ampliación de la UE. Los Economistas Europeos nos recuerdan que “sin una política monetaria más expansiva los nuevos países no tendrán ninguna posibilidad de alcanzar a los más avanzados. La obligación que se les ha impuesto de hacer cumplir los criterios de convergencia para llegar a la unión monetaria son, de hecho, un absurdo y una discriminación inaceptable ya que ni siquiera la mayoría de los actuales miembros de la UE y la Eurozona los cumplen.”
No queremos terminar sin mencionar la excepción que nos toca tan cerca. Sabemos que el gobierno de Aznar presenta unas cuentas que sí parecen cumplir los requisitos, pero ello se debe a un maquilladíssimo ejercicio que propone superávit para el próximo año en tanto que –como en Europa, sólo faltaría– también aquí los trabajadores y trabajadoras van perdiendo poder adquisitivo, su renta es cada vez una parte más pequeña de la riqueza creada cada año, y la redistribución de la renta copia con fidelidad el patrón neoliberal que aumenta las desigualdades y hace a los pobres cada vez más pobres y los ricos más ricos.”
(texto de Angels Martínez Castells publicado en el 2003 en catalán).