Publicat al diari digital sesiondecontrol.com
La OCDE hacía público un informe, el pasado 3 de abril, en el que afirmaba que la ayuda española al desarrollo había caído del 0’24% de la Renta Nacional Bruta al 0’15%. En términos presupuestarios a lo largo del 2012 se habían dejado de gastar 889 millones de euros. Sólo se había ejecutado el 63% de la partida presupuestaria. Y no por ausencia de necesidades en el mundo ni por falta de programas y proyectos, sino por órdenes del Ministerio de Hacienda para cuadrar el déficit. La realidad es que desde el 2009 al 2012 la ayuda oficial al desarrollo ha disminuido un 70’8%. Estamos al mismo nivel que el 1989 (0’14%, RNB). El 2012 -respecto al 2011- el recorte real ha sido del 49’7%. En el conjunto OCDE, la media es del 4% de caída; Grecia ha recortado un 17%, Portugal el 13%, España casi el 50%.
Estas cifras no van a mejorar, dado el empecinamiento del PP en cumplir con los objetivos de la “troika” de reducir el déficit público. Es más, sin ningún rubor, el gobierno afirmaba que el presupuesto de cooperación internacional para el 2013 estaba sujeto a la evolución del déficit que supervisa el Ministerio del Sr. Montoro. Si el déficit está por encima del presupuesto ¿Qué fiabilidad y previsibilidad de financiación pueden tener los convenios o proyectos con los que se comprometa España? El ministro de Exteriores y Cooperación ofrecía a cambio de recortes, un incremento de la eficacia, transparencia y evaluación. Primer ejemplo de eficacia: no ejecutar el 37% de la partida aprobada. Los recortes -sobre unos presupuestos ya muy recortados de cooperación internacional- hacen del actual plan director, de los planes de actuación, de los consensos, objetivos irrealizables por falta de la más mínima financiación.
La justificación del gobierno Rajoy para los recortes en cooperación internacional para el desarrollo son que estamos en crisis, con un déficit público que hay que reducir y que, cuando las cosas vuelvan a ir bien, ya cumpliremos con nuestros compromisos. El PP nos invita a preguntarnos: ¿puede un país con 6 millones de parados, deuda y déficit elevados, dedicar un porcentaje de su Renta Nacional Bruta a las políticas de cooperación? Mi respuesta es que sí, me explicaré.
En un mundo globalizado e interdependiente, que padece aún grandes desigualdades según origen, condición social, género o edad, -desigualdades que se manifiestan en hambre, pobreza y enfermedad- y asolado cada vez más por las catástrofes naturales que provoca el cambio climático, España – país del norte desarrollado y quinta economía de la Unión Europea – tiene una responsabilidad global que debe cumplir. Por mal que estén las cosas en España, y no reiteraré todas las cifras de pobreza existentes, nuestra situación no tiene parangón con la de los países, por ejemplo, del Sahel. La cooperación no es un lujo al alcance exclusivo de las economías potentes, es una responsabilidad de los que más tenemos, por mala que sea nuestra situación, con los que no tienen nada. Es un compromiso de ligar la superación de nuestras actuales dificultades con el esfuerzo de garantizar el desarrollo de los países empobrecidos. La solidaridad internacional colabora en la salida a la crisis ya que aporta estabilidad, gobernabilidad, desarrollo y consumo en áreas muy sensibles para nosotros. La cooperación tiene un retorno positivo para España. Es rentable.
Es también un valor presente en nuestra sociedad – nuestros ciudadanos aportaron casi 30 millones de euros el 2012, año de dura crisis, para paliar la hambruna del cuerno de África-. Según los estudios de opinión, un 88% de los españoles apoya la solidaridad internacional.
Hoy el único compromiso de Mariano Rajoy con la ayuda al desarrollo es el de afirmar que, cuando las cosas nos vayan bien, España cumplirá con sus compromisos internacionales. Junto con los recortes en dinero, esta afirmación representa un terrible recorte en el discurso público sobre la cooperación. Este “cuando nos sobre ya daremos” o el “primero los de casa” representa un discurso gubernamental egoísta y de corto alcance. En un mundo global ya no es posible el “sálvese quien pueda”, todo está interconectado, todo es interdependiente, un conflicto en la península coreana afecta a nuestra economía por muy lejos que estemos.
El PP ha marcado unas prioridades en su acción de gobierno desprovistas de cualquier sensibilidad social. Tanto en la gestión de la crisis como con las políticas de cooperación, el interés social no está presente. El gobierno Rajoy antepone los compromisos militares a los de cooperación. España se ha gastado 3.132 millones de euros en el periodo 2009- 2012 en misiones militares.
Estamos bajo un gobierno que no tiene alma social, que es lo mismo que decir que no tiene alma. Ninguna.
Jordi Guillot, senador de ICV, portavoz de Entesa en Cooperación Internacional.