Con el canto del Bandiera Rossa se acaba de clausurar el IV Congreso del Partido de la Izquierda Europea y de entre las muchas cosas a destacar creo que toma relieve la nueva dimensión europea del dirigente de Alexis Tsipras. Las organizaciones que forman el PIE le proponen como alternativa a Durao Barroso, y la elección tiene tanto valor como pedagogía sobre el papel que deben y pueden jugar los políticos procedentes de los países más castigados por las políticas de la Troika (Portugal, España, Grecia…) como por la promesa de radicalidad y de no “despegarse” de calles y plazas que encarna Syriza. Durao Barroso fue, en definitiva, el cuarto hombre de las Azores, y desde entonces no ha cesado en sus funciones de mayordomía del imperialismo, totalmente lejano de lo que sufre la ciudadanía portuguesa y la juventud sin futuro de su país. Frente a él, la propuesta de Tsipras supone una promesa real de poder alternativo, cuando la derecha se quita ya todas las caretas y asalta y mata mientras la gente más humilde se juega la vida en el día a día, sin otra heroicidad (por otra parte, la de mayor dureza) que sobrevivir al hambre, o a alimentos en mal estado o, estando enfermo, a un racionamiento hasta el límite de atención y medicamentos.
Tsipras estaba en las mejores condiciones para escuchar y atender, en el desarrollo del Congreso del PIE, las demandas y adevrtencias que vinieron de una voz de América Latina que fue el espejo (tan fiel como cruel en ocasiones) de lo que es la Unión Europea vista desde la distancia… una voz que reclamaba (por la propia dignidad de los pueblos de Europa) entre el deseo y la exigencia, “que luchen, luchen y luchen. No nos dejen solos, los necesitamos a ustedes, a una Europa que no sólo vea a distancia lo que sucede en el resto del mundo, sino a una Europa que vuelva a alumbrar el destino del continente y el destino del mundo”.
En otras ocasiones ya he dicho que creo, sinceramente, que el problema de muchas izquierdas europeas (incluidas las catalanas y españolas) es haber diluido y enturbiado el internacionalismo -que debería ser un valor congénito- con una sobredosis de estafas nacionalistas para las que carecemos de anticuerpos. Y así, Europa no sólo languidece, sino que se ensimisma y pierde, dejando atrás, como nos recuerda García Linera, “la Europa de las luces, de las revueltas, de las revoluciones. Muy atrás ha quedado la Europa de los grandes universalismos que movieron y enriquecieron al mundo y que empujaron a los pueblos de muchas partes del mundo”. Porque: “la única Europa que vemos en el mundo es la de los grandes consorcios, la Europa neoliberal, la de los mercados y no la del trabajo”. “Carentes de grandes dilemas, horizontes y esperanzas, sólo se oye, parafraseando a Montesquieu, el lamentable ruido de las pequeñas ambiciones y de los grandes apetitos” : La democracia fosilizada. Y nos ahorró, por la parte que nos toca, la Europa corrupta. Una Europa que ha abierto espacio a nuevas explotaciones, a la expropiación de lo común y de lo público, dejando en el proceso “una democracia sin esperanza y sin fe, que lo mismo que una democracia derrotada. Y una democracia fosilizada. en sentido estricto, no es una democracia”.
García Linera advirtió que la izquierda europea no puede contentarse con el diagnóstico y la denuncia que genera indignación moral, pero no genera voluntad de poder porque todavía necesita articular propuestas. “Necesitamos recuperar el concepto de democracia. La izquierda siempre ha reivindicado la bandera, es nuestra bandera, la de la justicia, la igualdad, la participación. Pero para eso tenemos que desprendernos de la concepción institucional. La democracia es mucho mas que las instituciones. Es mucho más que votar y elegir el Parlamento. La democracia son valores, los principios organizativos del entendimiento del mundo: tolerancia, pluralidad, libertad de opinión. La democracia es práctica, es acción colectiva, es creciente participación en la administración de los espacios comunes. Hay democracia si participamos en lo común. Si tenemos como patrimonio el agua, entonces la democracia es participar en la gestión del agua”.
Pero eso, no es suficiente. La izquierda, según el dirigente boliviano, tiene que recuperar también “la reivindicación de lo universal, la política como bien común, la participación en la gestión de los bienes comunes, la recuperación de los comunes como derecho: la salud, el trabajo, la sanidad, la protección de la madre tierra, de la naturaleza(…) “Y necesitamos reivindicar la dimensón heróica de la política”. Según cuenta Público, los más de 300 delegados y la mesa del Congreso se pusieron en pie y aplaudieron, conscientes de que posiblemente Latinoamérica y su ‘no’ a las políticas de las que reniega la izquierda europea, sea el modelo a seguir.
Les dejo con el video porque creo se trata de algo más que un gran discurso… Ni el acento, ni los silencios, ni las ideas que desgrana el vicepresidente de Bolivia pueden tomarse a la ligera: