Xavier Lleonart Martínez, Vicesecretario General de Metges de Catalunya contesta un artículo publicado en el Diario Médico con el título “Cierre estival de camas y otras demagogias estériles” que consiguió suscitar nuevas indignaciones (si es que aun era posible) o decantar hacia la protesta e insumisión a quienes seguían creyendo en la supuesta “neutralidad” de unas medidas-recorte que, en su raíz y causalidad, poco o nada tenían que ver con la eficiencia. Después de conocer personalmente a X. Lleonart en unas Jornadas muy interesantes sobre “Construir la sanitat…” le agradezco de manera especial que me permita reproducir sus argumentos en este blog, y sólo me atrevería a comentarle que más que “servicios públicos de excelencia”, lo que la ciudadanía defiende ya, en estos momentos y a esta altura del saqueo, son unos servicios públicos tan universales como vitales que permitan seguir habitando una sociedad que respeta los derechos humanos y que, con su precariedad o ausencia, no pongan en peligro la convivencia ni la democracia. Comparto la indignación de X. Lleonart y agradezco su labor, su amistad y confianza… y les dejo con sus palabras:
“Leo un interesante editorial de Diario Médico titulado “Cierre estival de camas y otras demagogias estériles”. Reconozco que, sin un profundo conocimiento de los intestinos del sistema sanitario, puede resultar un análisis moderado y convincente. No obstante, ése no es mi caso y quisiera transmitir una lectura alternativa a la situación que se está viviendo en la sanidad catalana respecto al cierre de camas y la restricción de recursos dedicados a la asistencia.
En el citado editorial, todos los términos con connotaciones negativas (demagogia, poco honesto, fracaso, instrumentalizar, etc.) aluden a los profesionales y usuarios que protagonizan las protestas, mientras que los conceptos con connotaciones positivas (consenso, sentido común, lógica, etc.) se asocian a las bondades de las medidas gerenciales. Es la opinión del diario, legítima y respetable, sobre la cual destaca por encima del resto la idea de la demagogia.
Bajo mi punto de vista demagogia, entendida como la degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder, es la introducción de conceptos grandilocuentes y biensonantes, propios de las más prestigiosas escuelas de negocios, en el entorno de la sanidad pública. “Compra selectiva”; “Planes de choque”; “Productividad sanitaria”; “Economías de escala”. Nomenclaturas de las facultades de Economía que nada tienen que ver con la reclamada lógica científica ni con los criterios clínicos, sino con instrumentos financieros que convierten la sanidad en un objeto más del mercado.
También se puede calificar de demagogia la trivialización de la situación de las camas hospitalarias aludiendo al cierre habitual de cada verano, pero obviando que los cierres se añaden a la desaparición estructural (definitiva) de camas en los últimos cuatro años que ha provocado situaciones de colapso, muy especialmente en los servicios de urgencia, y un crecimiento descontrolado de las listas de espera con 180.000 pacientes pendientes de intervención, algunos de ellos con demoras superiores a los 2 y 3 años.
Las actuaciones basadas en las evidencias deben basarse en eso, en las evidencias. Y son una evidencia los colapsos sufridos en las Urgencias del Hospital de la Vall d’Hebron con 40, 50 y 60 pacientes pendientes de ingreso, algunos de los cuales acumulan hasta cinco días de espera, a menudo en condiciones indignas. Y de nuevo, las evidencias demuestran que la apertura de camas mejora ostensiblemente el drenaje de pacientes.
Pero en lugar de aplicar lo que parece una medida de coherencia, la dirección del hospital decide cesar al jefe de servicio, Xavier Jiménez, por denunciar públicamente la situación. Una ignominiosa represalia frente a la que no cabe más que la solidaridad y la admiración.
El editorial de este diario dice acertadamente que “la sanidad se está instrumentalizando en beneficio de la propia ambición política”. Es hora de dejar de usar la sanidad como arma arrojadiza, es hora de desligarla de los intereses empresariales y económicos y dar prioridad al único criterio indiscutible, el criterio clínico. La sanidad es un servicio público fundamental y ni puede ni debe tratarse como una cuenta de resultados. La sociedad exige unos servicios públicos de excelencia y para ello destinamos buena parte de nuestros tributos. Mientras el gasto sanitario en calidad y recursos para la asistencia no se discute, sí que generan más rechazo los recursos que se desvían del uso puramente asistencial. Los usuarios no pueden entender que falten camas pero que en cambio se mantengan cargos en estériles consejos de administración debidamente remunerados, que se abonen dietas por asistir a reuniones inútiles o que muchos políticos se desplacen en costosos coches oficiales.”