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Àngels Martínez i Castells. Rouco Varela, el okupa de la secta
Àngels Martínez i Castells.

imageComo los vástagos de Franco en el paço de Meirás -la que fue quinta de la comarca de A Coruña de la escritora Emília Pardo Bazán- Rouco Varela también se enroca en la planta noble de un palacio, con su coche, su chófer, sus dos cuidadoras y las amplias galerías de su residencia. Su decisión ha provocado sorpresa e indignación al Papa Francisco que huye de los lujos (y quizás de los peligros) de la residencia oficial vaticana y sigue en la mucho más modesta Casa Santa Marta, porque al parecer le gusta esa “forma simple de vivir y la convivencia con otros sacerdotes”. Pero Rouco es de otra pasta, y se ha declarado okupa de la segunda planta de un palacio que, por su arquitectura, no deja lugar a dudas de quien manda en el palacio episcopal: los aposentos que en uno de sus últimos mandamientos ha reservado para su sucesor carecen de balcones y tienen rejas en todas las ventanas, mientras Rouco puede seguir sin interferencias sus diálogos directos con dios desde las diversas galerías abiertas y balcones. La escalera noble que conduce directamente hasta sus aposentos presagia cuan cerca está de la diestra del Padre. Y no hay jubilación que se la arrebate. El “entorno” clerical madrileño no tiene dudas de que Rouco escenifica su no renuncia a seguir mandando en la archidiócesis al encastillarse en un espacio de privilegio, situado incluso físicamente por encima del que quiere destinar al nuevo titular de Madrid.

Y al revés que Rita Barberá y otros alcaldes del PP, Rouco puede quedarse en su puesto sin tener que modificar ninguna ley electoral, simplemente, manteniéndose en sus trece “impasible el ademán”, hasta morir bajo palio, como el dictador Franco que fue el primer y gran okupa y usurpador corrupto del siglo XX en España.

No hay transición que valga, ni democracia homologable, ni recambio generacional hacia una sociedad menos autoritaria. Rouco, recuerden, en lo más duro de la crisis-estafa, amenazó con cortar la ayuda a Cáritas si la obligación de pagar el IBI se extendía, como es de lógica democrática, a la Iglesia. Y no dudó en agitar los fantasmas de la guerra civil en su homilía en el entierro de Adolfo Suarez, el “big pretender” de esa transición fallida para la mayoría, y de lo más resultona para los de siempre. Esos que, en cuanto se tocan sus privilegios, resurgen en la intemperancia, en el pequeño déspota que el franquismo amamantó en todos los suyos y sus descendientes…

Rouco lo vuelve a demostrar. No lo consideremos una anécdota más. Ya hace tiempo se nos advirtió que la clase dirigente nunca cede versallescamente sus privilegios. Rouco, guía espiritual durante tanto tiempo de toda esta secta encumbrada, lo demuestra mientras, merdader de dobleces, con su soberbia y su escrache moral continuado hacia quienes considera sus inferiores, sigue dando ejemplo.


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