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Àngels Martínez i Castells. Cuidar en Europa. Un reto cívico con sesgo de género
Àngels Martínez i Castells.

Opina Margarita León, investigadora del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona, que el modelo de bienestar europeo actual no está preparado para dar respuesta a las demandas de una población cada vez más envejecida y con las mujeres plenamente integradas en el mercado laboral. Mucho menos, añadiría yo, si las vinculamos a las funciones indisociables de “curar y cuidar” que las políticas de salud y sanidad deberían asumir en el siglo XXI con el menor sesgo de género y de clase posible.

imageEn “The Transformation of Care in European Societies” un interesante volumen que acaban de publicar en Palgrave Margarita León y otras investigadoras, se explica que el envejecimiento de nuestras sociedades, los cambios en la manera de pensar y vivir, la insuficiente cobertura de servicios y prestaciones, la inserción de las mujeres en el trabajo remunerado, crea una tensión considerable en unos estados de bienestar creados por y para un contexto en el que el cuidado era principalmente asunto privado y de mujeres. Como sabemos, cuando Beveridge habla del Estado protector desde la cuna hasta la tumba, la mujer permanece en el imaginario colectivo (y en la realidad cotidiana) como protagonista principal de los cuidados. Ayudas, subsidios, servicios del Estado no sólo son una ayuda de gran valor, sino que suponen el primer paso cívico necesario para una asunción en colectivo de los cuidados imprescindibles para la vida. Pero sólo un primer paso. Según países, valores hegemónicos, peso de la religión y las tradiciones y niveles culturales, el camino abierto será más o menos árduo…

Margarita León afirma que en la actualidad “las presiones para que los gobiernos actúen en este ámbito de bienestar son comunes a todos los países y encontramos también una cierta similitud en las respuestas: por una parte, desde mediados de los años 90 todos los gobiernos han experimentado con procesos complejos de “externalización”, Es decir, la barrera entre lo que es público (estado) y lo que es privado (mercado/tercer sector) está cada vez más desdibujada. Además, asistimos a una creciente “re-familiarización” que implica otorgar a las familiar un protagonismo (renovado en algunos escenarios, antiguo en otros) a la red familiar como sustento básico y principal en la satisfacción de las necesidades básicas de las personas. Estas dos pautas se conjugan para dar un protagonismo cada vez mayor a las mujeres de origen inmigrante en el sector de los cuidados, ya sea formal o informal, y además se acentúan claramente desde los comienzos de la crisis económica.”
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Figure 2.1 Long-term care public expenditure, as share of GDP, 2010. Source: EC (2012)

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Figure 2.2 Long-term care public expenditure, as share of GDP, spent on home care, institutional care and cash benefits, 2010. Note: the Danish cash benefits expenditure has not been included, since the figures offered by EC do not appear in line with other estimations on the role of cash benefits in the Danish LTC system. Source: EC (2012).

Pero ahí terminan nuestras semejanzas, porque dentro de este marco unificador aparece un mosaico de colores, formas, texturas y volúmenes, que acaban construyendo realidades y relatos enormemente dispares. Dinamarca gasta en cuidados de larga duración (lo que aquí entendemos por “dependencia”) casi un 2.5% de su Producto Interior Bruto, España apenas supera el 0.5%. En Dinamarca un 18% de las personas mayores de 65 años reciben asistencia a domicilio o institucional, en Polonia poco más del 2%. En Alemania o Austria niños y niñas se escolarizan tarde y las madres tienen facilidades para ausentarse del mercado laboral durante esos años, en Italia o España la escolarización es temprana y universal pero prácticamente no existen medidas que permitan la conciliación entre la vida familiar y la laboral cuando hay niños/as por debajo de la edad escolar. En Inglaterra un 20% de las cuidadoras en residencias son de origen extranjero, en España éste porcentaje es inapreciable y en cambio tenemos la proporción más elevada de personas (en su mayoría mujeres extranjeras) cuidando en hogares privados.

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Figure 2.4 Social expenditure on child-care and pre-primary care provisions, percentage of GDP, 2009. Source: OECD Family Data Base. Notes: Figures for Spain cannot be disaggregated by educational level.

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Figure 2.5 Growth in social expenditure for child-care and pre-primary school provisions, as percentage of growth rate in GDP spending, 2000-2009. Source: OECD Family Data Base.

Estas diferencias y muchas más tienen implicaciones evidentes en cuanto al alcance y la calidad de prestaciones y servicios, la segmentación en el mercado laboral y los roles de género.

Toda la complejidad y diversidad del libro no podría resumirse en opinión de Margarita León en unas conclusiones que permitan cerrar argumentos. Más bien, “pone sobre la mesa las piezas del puzle con ánimo de ofrecer pistas sobre políticas públicas y formas de organización social que permiten crecimientos más o menos armónicos.” Una tarea urgente cuando la componente de estafa de la crisis cae sobre las mujeres de forma desproporcionada y el desmoronamiento de la sanidad pública obligan a hacer frente a tensiones añadidas en los cuidados de las personas en situación más débil.


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