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Àngels Martínez i Castells. Cuando la salud de las rosas importa más que la de las mujeres que las cultivan…
Àngels Martínez i Castells.

No por ser hoy 14 de febrero disminuye en el mundo la explotación y precariedad laboral de las mujeres. Ni siquiera la violencia de género se amortigua entre los ramos de flores que son un preciado objecto de comercio (mucho más que muestra de amor) en todo el mundo. He leído dos artículos que tratan el tema de forma excelente de dos mujeres comprometidas: Esther Vivas y de Erika Gonzalez . Se los recomiendo, y si todavía quieren saber más, pueden hojear este Informe de Cactus.org que relaciona las condiciones de salud y vida de las mujeres que cultivan las flores en Colombia con el pujante mercado de la floricultura, que tantos beneficios da a tan pocos.

Destaco algunos párrafos del Informe, los que mejor vinculan las condiciones de trabajo con la salud de las mujeres:

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“…Últimamente cuando se hace referencia al sector de la floricultura en Colombia se da cuenta de las difíciles situaciones de despidos masivos, de los escándalos financieros que algunos empresarios han protagonizado por malos manejos dejando a miles de trabajadoras y trabajadores a la deriva. Aparte de estas difíciles situaciones a las que se ven sometidos y sometidas estos trabajadores y trabajadoras, es importante mirar cómo éstos llevan en sus cuerpos las marcas ocasionadas por el modo de producción capitalista, que es productor no sólo de flores para la exportación sino de cuerpos afectados por enfermedades que acrecientan las dificultades para quienes trabajan en este sector. La política de flexibilidad laboral ha transformado las condiciones y relaciones laborales complejizando las condiciones de vida de trabajadores y trabajadoras del sector floricultor. Sumado a esto el uso de fungicidas, insecticidas y fertilizantes, las posturas físicas que se requieren para las labores, los movimientos repetitivos, hacen que estas personas corran un alto riesgo de contraer enfermedades dérmicas y respiratorias a las cuales se añaden problemas lumbares, de obstrucción metacarpiana, de articulaciones, cáncer, e incluso hasta enfermedades poco conocidas y por lo tanto difíciles de tratar.

Cuando un trabajador o trabajadora se encuentra realizando los trámites para que califiquen el origen de una enfermedad, además de la historia clínica, debe entregar al médico evaluador únicamente los exámenes que sustentan los diagnósticos, certificados de los cargos que ha tenido en la empresa, descripción detallada de funciones realizadas y exámenes de ingreso al trabajo.

Sin embargo las personas que han pasado por la evaluación del origen de la enfermedad, que en primera instancia debe ser realizada por las Entidades Promotoras de Salud, saben que ninguno de los aspectos relacionados con la organización del trabajo –por ejemplo horarios, duración de la jornada, presión por los rendimientos, trabajo monótono– es tenido en cuenta para determinar si una enfermedad es de origen profesional o de origen común. Muchas enfermedades que son de origen profesional son calificadas como enfermedades de origen común porque se limitan a unos pocos datos para ver si encuadran en sus rígidos manuales. Estas limitaciones, a la hora de evaluar si una enfermedad es profesional, se imponen con el fin de impedir mayores gastos para el empresario relacionados con la garantía de condiciones de salud y seguridad en el trabajo, para que así mismo no se le reduzca la posibilidad de explotar sin límites la fuerza de trabajo y para que estas entidades de salud, que bajo el modelo actual son negocios, tengan que incurrir en menos costos. Además dentro del sistema de salud hay desinterés en las manifestaciones tempranas de las enfermedades, originadas también porque la mayor parte de los profesionales de la salud, que trabaja en las entidades de seguridad social en salud y riesgos profesionales, tienen vacíos en el campo de la salud de los trabajadores, desconocen las patologías relacionadas con el trabajo y muchas veces no tienen interés en el tema. Por eso, se espera a que se defina la enfermedad como tal, cuando ya hay un deterioro en la salud y las alteraciones son prácticamente irreversibles. Así mismo, los accidentes de trabajo, son entendidos como hechos de tipo violento y únicamente se les atiende, (desde el reporte del accidente del trabajo que tiene que hacer el empleador, pasando por la atención y tratamientos médicos), cuando interrumpen los procesos de producción, cuando causan efectos en los demás trabajadores o cuando tienen implicaciones legales.

Frente a estos temas debe partirse de que, desde la concepción de salud ocupacional que manejan el sistema de seguridad social y los empresarios, el interés central es mantener la fuerza de trabajo en las mejores condiciones para la producción, con los órganos de los sentidos y el aparato locomotor en buenas condiciones. Paradójicamente, para cumplir con los estándares de calidad y belleza de las flores que se producen para la exportación, los empresarios tienen como prioridad la salud de estos seres. Es dramática la situación para las trabajadoras y trabajadores que se enfrentan, bajo los invernaderos, a la exigencia de que las flores tengan el más mínimo indicio de enfermedad. Para los empresarios apenas puede llegar a ser importante mantener a sus trabajadores en “buenas condiciones de salud” para que se garantice su tasa de ganancia, de manera que toda esta concepción está lejos de apuntarle al respeto de la dignidad de los seres humanos y a la garantía de la salud de las trabajadoras y trabajadores.”


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