Este año la OMS consideró que el Día Mundial de la Salud debía dedicarse a la “Inocuidad de los alimentos”. Y motivos no faltan, ya que según la organización internacional, los alimentos insalubres están relacionados con la muerte de unos 2 millones de personas al año, en su mayoría niños. Los motivos son tan evidentes como evitables: en su génesis, elaboración y manipulación se han encontrado bacterias, virus, parásitos o sustancias químicas nocivas que causan más de 200 enfermedades: desde la diarrea hasta el cáncer. Y por hablar sólo de las más conocidas, detectadas y contrastadas.
Alerta la OMS que a medida que aumenta la globalización de los suministros de alimentos, resulta cada vez más evidente la necesidad de reforzar los sistemas que velan por la inocuidad de los alimentos en todos los países. Es por ello que aprovecha ese Día Mundial de la Salud para fomentar medidas destinadas a mejorar la inocuidad de los alimentos a lo largo de toda la cadena, desde la granja hasta el plato.
Cinco claves básicas que da la OMS para la inocuidad de los alimentos
La inocuidad de los alimentos es una responsabilidad compartida que debe trabajarse a lo largo de toda la cadena de producción de los alimentos: desde los campesinos y los fabricantes hasta los vendedores y los consumidores. La publicación de la OMS “Cinco claves para la inocuidad de los alimentos” ofrece a los vendedores y consumidores orientaciones prácticas sobre cómo manipular y preparar los alimentos:
Clave 1: Mantenga la limpieza
Clave 2: Separe alimentos crudos y cocinados
Clave 3: Cocine los alimentos completamente
Clave 4: Mantenga los alimentos a temperaturas seguras
Clave 5: Use agua y materias primas inocuas
Pero es una pena, sin embargo, que ni siquiera alerte sobre la posible no inocuidad de los productos transgénicos que nos amenazan cada día con más fuerza.Pero bueno, no está nada mal recordar, explicar, vigilar que los procedimientos básicos se respeten, aunque las amenazas sean de mayor calado y en estos días preocupen de manera especial a la organización Som lo que Sembrem con la que me siento plenamente indentificada. En su web, por ejemplo, nos alertan que “ensayos de laboratorio han demostrado que la exposición a herbicidas, como dicamba , 2,4-D y glifosato, cambia la susceptibilidad a los antibióticos de algunas bacterias productoras de enfermedades, por lo que en algunos casos se hacen más resistentes a los antibióticos y en otros casos lo son menos”.
Como es sabido (e incluso utilizado por parte de algunos laboratorios como instrumento para difundir el miedo y presionar por más subvenciones públicas) el aumento de la resistencia a los antibióticos es un grave problema de salud pública. Lo que no se entiende, entonces, es que si existen estudios fiables que demuestran que los herbicidas contribuyen a este problema -especialmente en casos de exposición en altas concentraciones, como en el momento de su aplicación en los campos o en los parques de zonas urbanas- no se tomen precauciones adecuadas (y sigan anunciándose, como en el caso del Rounbdup, en televisiones públicas).
Mucha gente piensa que los “días mundiales” apenas sirven para nada. Ni siquiera para sensibilizar a la población, dado que no van acompañados de medidas efectivas ni de partidas económicas que permitan hacer realidad sus buenos deseos. Por eso hoy, Día Mundial de la Salud, y tras la declaración del glifosato como “probable cancerígeno” por parte de la OMS, parece lógico pedir, para seguir tomándonos en serio esas campañas, que se prohiba el uso de este herbicida.