El nombre de la isla de Lampedusa es hoy sinónimo de una de las tragedias humanas que asola ambas riberas del Mediterráneo. La inmigración irregular que parte de las costas del norte de África es una de las tragedias y la otra es la insensibilidad de los gobiernos de la ribera norte, la europea. A diario se informa en los medios de comunicación de los naufragios y muertes de personas que intentan alcanzar las costas europeas. La última tragedia se ha cobrado más de 700 víctimas. Frente a esta situación humanitariamente insostenible se ha abierto un debate en el seno de la Unión Europea, sobre cual debe ser la respuesta. Como casi siempre que hay que abordar cuestiones que afectan a derechos humanos, y más si son derechos de la pobre gente del tercer mundo, las respuestas comunitarias llegan tarde y mal. Tarde por que estas tragedias hacen años que se suceden sin que se haya dado respuesta. Mal, por que la opinión mayoritaria en la comisión europea, y de la que participa de forma entusiasta el ministro del interior del gobierno Rajoy, Jorge Fernández Díaz, es que la prioridad no será el rescate humanitario, sino la lucha contra el trafico ilegal y las mafias que se enriquecen de él. El argumento oído es que si se prioriza el rescate puede tener un “efecto llamada” e incentivar la inmigración ilegal. Una respuesta inhumana y cínica.
Se equivocan al pensar que el problema principal son las mafias, que evidentemente hay que combatir. El problema radica en que hay mafias porque hay una demanda de gente que quiere llegar a Europa, y ya no solo para buscar mejores oportunidades de vida. Lamentablemente ya estamos hablando de gente cuya motivación principal es salvar la vida, ya sea del hambre o de la guerra. Y se produce una inmigración ilegal porque legalmente es casi imposible llegar.
También se equivocan al pensar que hay que evitar el “efecto llamada”. Lo que se debe evitar es el “efecto salida”, es decir las causas que motivan a estas personas a jugarse la vida en pateras. Mientras haya hambre y guerras no habrán muros ni vallas que disuadan a sus victimas de intentar salvarse. Pretender regular los flujos de inmigración de forma ordenada es otra falacia que no se sostiene frente a situaciones como las de Libia, Siria, Irak, Eritrea y tantos otros países. La prioridad de la UE debería ser el rescate humanitario y apostar sinceramente para superar las situaciones de conflicto y de subdesarrollo que sufre parte del planeta.