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Àngels Martínez i Castells. Unos apuntes de internacionalismo al día siguiente de unas elecciones municipales…
Àngels Martínez i Castells.

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Contando votos e ideando pactos, nadie parece escuchar la otra noticia del día:  Grecia no puede cumplir ya su servicio de deuda con el FMI. Y nadie parece darse cuenta de que si Grecia ha llegado a esta situación desesperada ha sido por cumplir promesas electorales con los más débiles, con los más desposeídos y explotados. Y que las decisiones tomadas por el Gobierno de Syriza son el ejercicio de un derecho de autodeterminación cotidiano, de una soberanía, que no puede desentenderse de la gente que sufre las políticas neoliberales.

Ya el pasado día 15 de mayo el ministro de Finanzas griego Yanis Varufakis advirtió que rechazaría cualquier acuerdo de rescate con los acreedores internacionales que no ayude a la salida del país de la crisis, y cualquier acuerdo en el que “los números no cuadren” y que arrastrara a Grecia “de nuevo a una espiral de muerte”. Un arrastre letal al que el FMI, el BCE y Merkel no parecen oponer reparos. Y al que no podemos ser ciegos, ni mostrarnos impasibles. Esta es también una prueba de toque de un cambio que como otras veces en la mejor historia de España, se inicia en unas elecciones municipales.

No quiero poner gotas de amargura en unas victorias de Davides bien merecidas – y de las que participo- contra los goliaths prepotentes, pero sí quiero reivindicar que el mapa de lo que importa va más allá de nuestros ombligos y que tan urgente es construir y reforzar las alternativas reales que echen a los corruptos a los vertederos de la ignominia, como hacer sentir a los griegos que no están solos, y que en su resistencia está también nuestro futuro.

Así lo expresaba a principios de este mes de mayo Julio Anguita:

(…) “Lo que está ocurriendo no es otra cosa que el tsunami desatado sobre unas fuerzas políticas, sociales y conjunto de plataformas, movimientos y sindicatos. Un tsunami que no es otra cosa que la brutal realidad de la hegemonía total del discurso neoliberal que arruina a los discursos sempiternamente reiterativos y de lugares comunes de quienes, a pesar de enfrentase heroicamente a las fechorías del sistema, lo hacen en el eje de los valores del adversario. Llegan las campañas electorales y las cuestiones claves como el euro, la deuda, la UE, la banca, las eléctricas, la reforma fiscal, etc. desaparecen en una sfumatura que pretende ampliar el arco de votantes. No se dan cuenta de que esa es la mejor manera de perder credibilidad y votantes.

Al día siguiente de las elecciones la cuestión de la gobernabilidad, los pactos y los asentamientos institucionales vuelve al primer, si no único punto del orden del día. Y vuelta a empezar. Manifestaciones, luchas (a veces heroicas), plataformas, manifiestos, alianzas que duran hasta que se producen las primeras convocatorias electorales, etc. Y ahora, en estos momentos, crisis en las formaciones políticas, búsquedas de nuevas siglas (y siempre desde la vocación unitaria), maniobras palatinas en el foro para el mayor solaz y trabajo de la los medios dedicados a la rumorología, los confidenciales y las tertulias de “debate político” y demás zarandajas.

Mientras tanto Grecia está prácticamente sola en su lucha contra la barbarie de la UE, el FMI y el BCE. El TTIP avanza pese a las denuncias en foros, debates y zonas de la red. El orden mundial basado en la liquidación de la democracia, la soberanía nacional y el derecho internacional se configura ya como de inminente consolidación. (…)


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