La revista El Siglo en el seu número d’aquesta setmana em publica l’article que trobareu transcrit a continuació.
IDEAS Y POLÍTICAS PARA EL CAMBIO
Decía hace pocos días Josep Borrell en una conferencia en la fundación Ramón Areces que “las políticas de austeridad sin crecimiento nos llevan directamente contra la pared y debilitan el proyecto político europeo”. No le falta razón. Tras analizar la ineficacia de las políticas de ajuste y contención del déficit amparadas por Bruselas y el malestar y la contestación social que están generando, añade Borrell que “ni en Bruselas ni en Berlín parecen ser conscientes de la gravedad de la crisis social que se está produciendo y que amenaza con deslegitimar el proyecto de integración europeo”.
Josep Borrell pone el acento en dos asuntos clave en esta crisis, que dura ya más de 5 años. Primero, las medidas dictadas desde Berlín con la bendición de la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) son totalmente ineficaces, ensanchan la brecha social, y demoran la salida de la crisis, a diferencia de las políticas de estímulo y crecimiento que desde hace tiempo la Reserva Federal estadounidense y ahora el gobierno japonés de centroderecha presidido por Shinzo Abe están poniendo en marcha. Segundo, se resiente la idea de Europa, el ideal por el que fue fundada, y aumenta la percepción que los ciudadanos europeos tienen de una Unión más orientada a defender los intereses financieros que los de los ciudadanos que la integran.
¿Qué futuro nos depara este escenario? ¿Una salida de la crisis alejados emocionalmente y/o monetariamente de Europa? ¿Un alargamiento innecesario de las medidas ineficaces que prologan la agonía económica y social? Se hace urgente un cambio profundo en la política económica que, además, comporte un nuevo contrato social. Es necesario cambiar ya, para construir un futuro distinto al que ahora mismo nos está condenando la orientación de las políticas económicas europeas.
Precisamente el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, en un artículo publicado en El País, decía que “Abe está haciendo lo que muchos economistas (me incluyo entre ellos) han estado pidiendo en EE UU y Europa: un programa integral que implique políticas monetarias, fiscales y estructurales.”
Son estas nuevas orientaciones políticas, de las que Europa carece, las que pueden permitir perfilar un horizonte diferente. Japón, con un escenario económico de larga recesión en los últimos años, puede convertirse, como dice Stiglitz, en “uno de los pocos rayos de luz en el sombrío paisaje de países más avanzados”.
Debemos aprender de quienes están acertando como muestra también de que hay alternativas, como demostración de que la crisis no es ni inmutable, ni permanente, ni invencible. Hay que combatir la sensación de que contra la crisis no cabe más que y plegarse a las exigencias económico-financieras impuestas por la austeridad dogmática de cuño alemán.
Si debemos cambiar de futuro, hemos de aprender de las lecciones estadounidenses y japonesas, y debemos cambiar el signo político de la mayoría de gobiernos europeos y de la Eurocámara. Para ello necesitamos un Partido Socialista Europeo fuerte, con ideas, con un liderazgo reconocido y reconocible, como el que podría proporcionar el actual presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz, que podría ser el candidato común de los socialistas, socialdemócratas y laboristas a la presidencia de la Unión Europea.
Junto al liderazgo precisaremos de ideas, ambición política y audacia, como la demostrada por el candidato a canciller de Alemania por el SPD, Peer Steinbrück, en plena precampaña electoral para batir a Angela Merkel, cuando ha lanzado un ambicioso plan de 8 puntos para combatir los paraísos fiscales, o como las del presidente François Hollande que acaba de declarar la guerra a los paraísos fiscales, a la alta delincuencia financiera, a los defraudadores franceses y europeos, y a los bancos que con una mano niegan el crédito en casa y con la otra transfieren la riqueza a países con tributación reducida.
Si queremos cambiar de futuro, hay cambiar de modelo. Y eso sólo puede hacerse desde una opción intelectual, política y social sólida frente al actual dominio liberal conservador. Reconozcámosle a Margaret Thatcher el mérito de creer en la fuerza de las ideas y en la capacidad de la política para transformar la sociedad e impulsar el cambio de los valores individuales y colectivos, y seamos capaces de emularla defendiendo unos planteamientos diametralmente opuestos a los suyos para construir una Europa social que pueda reconciliarse con los intereses y aspiraciones de la mayoría de los europeos, poniendo la economía al servicio de las personas y no a la inversa que es lo está sucediendo ahora.