La revista El Siglo em publica en el seu número d’aquesta setmana l’article que trobareu transcrit a continuació.
Diálogo y pacto
Hace pocos días, Miguel Herrero de Miñón, uno de los padres de la Constitución, concedía una entrevista a Victoria Prego en la que en respuesta a diversas cuestiones relacionadas con la situación política actual señalaba posibles vías de salida. Herrero de Miñón, partiendo de la premisa que el estado de las autonomías “es intocable”, manifestaba que “debe ser racionalizado y hay que reconocer un status especial a las nacionalidades que tienen identidad nacional –ahora no podemos precisar cuáles son– y establecer una relación bilateral pactada.”
Miguel Herrero no es la única voz que se alza en los últimos tiempos reclamando diálogo y pacto para resolver los problemas que aquejan a nuestro país. Problemas económicos y sociales, problemas en el proceso de construcción europea y problemas del funcionamiento del Estado de las Autonomías. Lo hacían también muy recientemente Miquel Roca y Felipe González en un programa de televisión conducido por Josep Cuní.
Precisamente la semana pasada, la ex ministra socialista Carmen Calvo y el catedrático de derecho constitucional Gregorio Cámara, escribían en El País, en relación al documento de reforma federal presentado por la fundación Alfonso Perales: “hoy podemos decir que tenemos un Estado muy distinto de aquel del que partimos en 1978. De ahí que sea posible y necesario reconstruir un modelo de organización territorial con la suficiente legitimidad, racionalidad y coherencia para que todos los territorios puedan sentirse suficientemente cómodos en él”.
A estas alturas nadie puede esconder la cabeza bajo el ala; el Estado de las Autonomías, gran acierto de los constituyentes en 1978, debe ser revisado 35 años después, a la luz de la experiencia adquirida y para resolver los problemas a los que hoy nos enfrentamos. Estoy convencido de que hay margen para el pacto y el acuerdo, para evolucionar hacia un sistema federal que reconozca mejor la realidad de España y de las naciones, nacionalidades y regiones que la componen, y que resuelva los problemas de funcionamiento y de integración del Estado.
El espíritu de diálogo y pacto es también necesario para superar la crisis económica, máxime cuando los propios miembros de la troika ya están culpándose unos a otros del desastre ocasionado por la sinrazón de la austeridad sin crecimiento. Por ello, creo sinceramente que la opción decidida por Alfredo Pérez Rubalcaba de ofrecer un gran pacto a Mariano Rajoy contando con los agentes sociales es la más adecuada para reconducir la dramática situación actual.
Pero en estas líneas quiero subrayar, como he hecho en otras ocasiones, la necesidad de abrir el debate de la reforma del Estado, para adecuarlo a las necesidades de nuestro tiempo, siendo sensible a las reclamaciones de un mejor reconocimiento de la diversidad de España por parte de algunas Comunidades Autónomas, de corregir las disfunciones del Estado de las Autonomías culminando su necesaria evolución federal y de garantizar una financiación suficiente, solidaria y equitativa de los gobiernos autonómicos.
Nadie debe olvidar que, al menos en el caso de Cataluña, estas reclamaciones no lo son sólo de sus gobiernos e instituciones, sino que son amplísimamente compartidas por la ciudadanía. Una ciudadanía que puede estar dividida en cuanto a la mejor solución concreta sobre el encaje de Cataluña con el resto de España, pero que reivindica de forma muy mayoritaria el reconocimiento del carácter plurinacional, pluricultural y plurilingüístico del Estado y la exigencia de una financiación que, sin dejar de ser solidaria, no acabe perjudicando a las Comunidades más dinámicas. Siendo los temas relativos a la financiación los más espinosos, me atrevo a plantear dos preguntas sencillas: ¿Por cuánto tiempo resistiremos la abismal diferencia de rendimientos entre los regímenes común y foral? Y, ¿es posible aceptar que la solidaridad de unos sirva para bajar impuestos a otros?
Si en 1978 fue posible un gran acuerdo del que se ha derivado el período más próspero de la historia contemporánea, ¿por qué no habríamos de ser capaces hoy de renovarlo, resolviendo los problemas que amenazan con rompernos? Estoy convencido de que sabremos encontrar el camino para hacerlo. Un camino que no puede ser otro que el del diálogo y el pacto.