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Àngels Martínez i Castells. Smiley vuelve mientras ladran los perros
Àngels Martínez i Castells.

vigilanciaNo sólo Obama juega también (¿quién imaginó lo contrario?) a los espías. Cuenta hoy El Pais que “los servicios de inteligencia británicos, que contaban con la autorización expresa del Gobierno, interceptaron llamadas telefónicas de móviles y correos electrónicos de numerosos asistentes a cumbres del G-20 que se celebraron en 2009 en Reino Unido…” La información procede de The Guardian, avalada por documentos que el diario ha conseguido a través de Edward Snowden, el mismo que reveló el escándalo del espionaje de Estados Unidos en Internet. Ya ven, británicos y estadounidenses siempre acaban encontrándose en los mismos círculos. BlackBerries “pinchadas”, cibercafés de atrezzo y claves violadas para suministrar “en vivo información privilegiada a 45 analistas que la hacían llegar de inmediato a los negociadores del Gobierno de Su Majestad”. Una trama de las muchas de John Le Carré.

¿Qué es lo peor de todo el montaje? No sólo pensar que nuestro “me gusta” en Facebook puede ser una señal de interpretación equívoca para los grandes hermanos, o que los 140 caracteres de un tuit los conviertan los hombres de gris en ríos de información sobre nuestra potencial capacidad de insurrección masiva, sino que ya empiezan (de nuevo) los torpes vaivenes ideológicos entre seguridad y libertad en un panorama mental donde no existen las gradaciones, ni los equilibrios, sino un temor difuso y el claroscuro tenebrista que limita en el caos y la barbarie por los dos lados, y aboca a una aceptación servil de súbditos en estado de shock. Espionaje en los medios y entre la ciudadanía, y represión en las plazas indignadas de todo el mundo. Y como no podía ser de otro modo, a pie de página el despropósito del absurdo en la propuesta de que los mossos d’esquadra de Catalunya sumarán al uso de las pelotas de goma una tanqueta de agua oxidada a su arsenal anti-manifestaciones.

Y todo este material disponible para la represión que haría feliz al ministro Fouché (espionaje de redes, pinchazos telefónicos, material antidisturbios que no sufre recortes, sino todo lo contrario) lo alinean los ideólogos a sueldo del sistema del lado de la seguridad, cuando estoy segura que por poco que se sigamos reflexionando no tardaremos en descubrir los grandes peligros para la propia seguridad, con mayúsculas, entraña. Cuando el espionaje y la represión toman los tintes abracadabrantes que estamos viviendo, la libertad nos obliga a preguntarnos si el concepto de seguridad puede utilizarse sin adjetivos, y a darnos cuenta de que en nuestra sociedad no existen murallas chinas que aislen aspectos tan fundamentales para una convivencia saludable.

Nos recordaba Chris Hedges que, en Estados Unidos, la incautación por el departamento de Justicia del registro de las llamadas telefónicas entrantes y salientes que se produjeron durante dos meses por los departamentos editorial e informativo de la Associated Press forma parte de una serie de ataques espectaculares contra las libertades civiles. Y sigue: “La incautación de los registros de llamadas de los teléfonos de AP forma parte de una operación más extensa por parte del estado corporativo para silenciar todas las voces que discrepan y desafían la narrativa de la neolengua del estado para esconder al público el funcionamiento interno, las mentiras y los crímenes del imperio. La persona o personas que proporcionaron la información clasificada a la AP, si son detenidas, probablemente serán procesadas en su mayoría bajo la Ley de Espionaje. Esa ley instituida en 1917, no se aprobó con la intención de silenciar a los ciudadanos. Desde 1917 hasta que Obama asumió la presidencia en 2009, solo se había utilizado contra los denunciantes en tres ocasiones, la primera contra Daniel Ellsberg en 1971 por la filtración de los papeles del Pentágono” … pero ya ha sido utilizada tres veces por el gobierno Obama.

FBI-aumenta-espionaje-a-estadounidensesLa persecución de la prensa y los ataques contra WikiLeaks, Bradley Manning, Julian Assange y activistas como Jeremy Hammond, la enmienda a la ley FISA (que hace que sea legal retroactivamente lo que antes era ilegal) las escuchas telefónicas y la vigilancia sin orden judicial de decenas de millones de ciudadanos, y la sección 1021 de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional, que permite a los militares detener a los ciudadanos, despojarlos del derecho al debido proceso y mantenerlos detenidos indefinidamente, son medidas que significan, según Hedges, que apenas queda nada de las libertades civiles. Y concluye: “El puñado de oligarcas corporativos que controla el globo se ha quedado con todo – riqueza, poder y privilegios – y el resto de nosotros luchamos como parte de una vasta subclase, progresivamente empobrecida e implacablemente reprimida. Hay un conjunto de leyes y normas para nosotros y hay un conjunto de leyes y normas para una élite que ejerce el poder que funciona como una mafia global. Estamos indefensos ante el embate empresarial. No hay manera de votar contra el poder corporativo. Los ciudadanos no tienen forma de conseguir el enjuiciamiento de banqueros, financieros de Wall Street y casta política por fraude, ni a los militares y agentes del espionaje por tortura y crímenes de guerra, ni a los funcionarios de seguridad y vigilancia por abuso de los derechos humanos. (…)” Ante el descalabro de los derechos laborales, de los servicios sociales, de las redes de apoyo, sólo cabe un camino: Rebelarse, aunque cueste, aunque parezca que no se pueda, porque “nuestra dignidad es fundamental como seres humanos”.

Rebelión entendida también como desafío constante, como resistencia a la manera de Bradley Manning y Julián Assange, o de Mumia Abu-Jamal. Porque defender la libertad frente a esta “seguridad” homicida es defender el aire para seguir respirando. Y porque rebelarse, nos explica también Chris Hedges, significa negarse a sucumbir al miedo, y sentir el orgullo de decir NO. Significa, añado yo, organizarse para plantar cara, para no ser cómplices, para aguantar la mirada a quien traspasó todos los límites, y ayudar a brotar alternativas amables y civilizadas mientras, a nuestro alrededor, ladran los perros.


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