A las 10 h se reúne el Consell Nacional de ICV. Al inicio de la sesión toma la palabra Lluís Rabell, que es fuertemente aplaudido en reconocimiento a su esfuerzo y trabajo electoral. Creo que es totalmente injusto responsabilizar a Rabell, por ser un desconocido, como uno de los causantes del fracaso electoral. Menos conocida era Manuela Carmena en Madrid, y obtuvo unos excelentes resultados. Ni la poca gracia del nombre de la coalición ni los errores de campaña son para mí los principales y más preocupantes elementos que explican que Catalunya Sí que es Pot obtuviera unos malos resultados. A continuación, expondré el análisis que realicé en el Consell Nacional:
En primer lugar, compartir el balance presentado por los dos coordinadores; esto forma parte de nuestra liturgia y te permite ir deslizando luego tus propias observaciones como si formaran parte del relato oficial. ¿Compartí realmente las intervenciones iniciales? Pues sí, fueron tan descriptivas que difícilmente podías estar en desacuerdo; como mucho, podías aportar más elementos, lo que no me motivaba demasiado. Creo que en una reunión del Consell, después de unos malos resultados electorales, lo más importante es analizar el porqué de los mismos, releer la nueva situación política que se crea y redefinir la estrategia para afrontar la nueva realidad.
Después del 27-S, la situación política en Catalunya ha cambiado. Y, para mí, tres son los principales factores que explican este cambio:
El primero es que la unidad civil del pueblo de Catalunya se ha visto seriamente afectada. Unos 2 millones de personas votaron a partidos o coaliciones que se presentaron envueltos en la estelada, y 1 millón seiscientos mil y pico lo hicieron a partidos que se envolvieron en la bandera española, entre ellos el PSC. Es cierto que entre el voto españolista no existe ni la motivación ni esa cierta agresividad que se da en sectores del independentista, pero todo se andará. Lo que querían ser unas elecciones plebiscitarias se han transformado en unas elecciones identitarias. Y no podía ser de otra manera. Cuando se convocan, de forma anticipada, unas elecciones cuyo principal objetivo es recabar apoyos para iniciar una pretendida hoja de ruta hacia la independencia, aflora una pregunta previa que se hacen todos los electores: “¿Quiero o no romper con España?”. Pues ya tenemos la respuesta: el electorado, partido casi por la mitad.
Por la irresponsabilidad de unos y otros hemos cruzado un línea roja que nunca deberíamos haber franqueado, la de romper nuestra cohesión nacional. Una unidad civil forjada en el respeto a las plurales y superpuestas identidades presentes, una unidad que es lo que siempre nos ha dado fuerza como pueblo.
El segundo factor es que con estos resultados difícilmente se puede garantizar la gobernabilidad de la Generalitat. Por no saber, ni sabemos quién será su President. De ser elegido alguien, será de la candidatura de Junts pel Sí y deberá contar con el voto de la CUP. Y una vez elegido, tendrá que gobernar. Porque si algo urge en Catalunya es tener un Gobierno que gobierne; hasta ahora, los gobiernos de Mas se han dedicado casi en exclusiva a recortar. Los problemas se nos multiplican, y pondré como ejemplo uno reciente y que me preocupa mucho, y es la crisis de Volkswagen y cómo puede afectar a SEAT.
Y el tercer elemento es que los resultados ponen en crisis la hoja de ruta de Mas y Junqueras. Con un voto independentista por debajo del 50%, la “hoja de ruta” no se puede llevar a cabo. Ni en la Unión Europea ni en el mundo, nadie lo entendería. Parece que así también lo entiende la CUP, que ha afirmado que no votará una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) por no tener los partidos que la defienden el aval mayoritario de votos.
En este nuevo escenario, la estrategia de ICV debe ser la de exigir gobierno y gobernabilidad, tomando la iniciativa parlamentaria con propuestas sobre los principales problemas y retos del país. Entre ellos, me preocupa y mucho el futuro de SEAT. Y desmontar la gran mentira de la “hoja de ruta”. No creo que debamos polemizar sobre lo que cada ciudadano considera mejor, ya sea la independencia o no; lo que nos debe preocupar es que sectores de nuestra sociedad estén instalados en un delirio político inducido. Porque delirante es pensar que en Catalunya no pasa nada más allá de las manipulaciones soberanistas, como lo es creerse que la “hoja de ruta” es viable y conveniente. Han ganado los que defienden el proceso que nos tiene que llevar en menos de 18 meses a la independencia de Catalunya; nos corresponde a nosotros desmontar esta gran mentira.
Debemos situarnos en el debate de las relaciones del Estado con Catalunya con propuestas ambiciosas nacionalmente, pero desde el realismo y la razonabilidad. El próximo proceso electoral será una buena ocasión para abrir este debate y lanzar propuestas.
En diciembre habrán elecciones generales. Lo más sensato y conveniente sería repetir el acuerdo electoral con Podemos; eso sí, corrigiendo los errores detectados en esta primera experiencia electoral común. Debemos exigir a nuestros interlocutores razonabilidad en los acuerdos y una mirada larga, la de la posterior convergencia.
Todos los estudios de opinión indican que los resultados de las próximas elecciones van a corregir a la baja el actual bipartidismo y que para formar gobierno serán necesarios pactos. Afrontaremos unas elecciones con cierto crecimiento económico y con creación de empleo, aunque sea de muy mala calidad. Es de esperar que los niveles de malestar social existentes en los momentos más álgidos de la crisis disminuyan. Ni Podemos ni nosotros hemos de ignorar esa nueva realidad. La estrategia electoral no podrá basarse solo en la regeneración de la política, y habrá que concretar más nuestra propuesta de proceso constituyente.
Con unos malos resultados y roces en la campaña puede haber la tentación de decidir que los pactos electorales realizados no nos convienen. Para mí, sería un grave error. Siempre he visto estos acuerdos electorales como la antesala de algo más ambicioso, como es la creación de un nuevo sujeto político en el que confluyan lo que representa ICV y los nuevos actores políticos. Si este es el objetivo, la lógica con la que analizamos y vivimos los pactos y los problemas que derivan de trabajar con otros, es diferente. Si el objetivo es el pacto electoral, cuestiones como puestos en las candidaturas, protagonismo en la campaña y otros temas, no son lo fundamental. Si el acuerdo electoral se enmarca en el objetivo de la confluencia, todo toma mayor perspectiva. Y es desde esta nueva perspectiva que debemos valorar lo acontecido y los nuevos acuerdos para las generales.
Los resultados del 27-S son malos. Nos traerán nuevos problemas a ICV. Parlamentarios de tanto nivel y calidad como Sara Vilà, Hortensia Grau, Laura Massana o Josep Vendrell no estarán en el Parlament. Tampoco repiten ni Herrera ni Camats. ICV no se puede descapitalizar; a diferencia de lo que opinan los nuevos “adanes” de la política, formar dirigentes ni es fácil ni es rápido, y son imprescindibles. Habrá que ver cómo vamos resolviendo nuestros problemas. Finalizo: aun siendo malos, los resultados ni nos impiden seguir haciendo política ni ponen en crisis el objetivo estratégico de la confluencia. Nuestra responsabilidad hoy es conseguir que escampe, que claree el día, para que se pueda ver con más nitidez nuestra esperanza.
Esto era, más o menos, que lo que quería trasladar al Consell Nacional.